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Antonio Salgado Borge

20/02/2015 - 12:04 am

¿Feliz cumpleaños, Charles Darwin?

 “Todo es creación, nada es evolución. Hasta hoy ningún simio se ha convertido en hombre, ni en África ni en ningún zoológico”, escribió Pablo*, un usuario de Facebook a quien no le pareció nada simpático un cartón conmemorativo del 206 aniversario del nacimiento de Charles Darwin que compartí en esta red social. Supuse que para […]

 “Todo es creación, nada es evolución. Hasta hoy ningún simio se ha convertido en hombre, ni en África ni en ningún zoológico”, escribió Pablo*, un usuario de Facebook a quien no le pareció nada simpático un cartón conmemorativo del 206 aniversario del nacimiento de Charles Darwin que compartí en esta red social. Supuse que para aclarar una concepción de la evolución tan borrosa como la de Pablo bastaría con un poco de información, por lo que di respuesta a su comentario adjuntando un par de links hacia artículos que sobre este tema publicaron sendas revistas de divulgación científica. Fui ingenuo. Ni las fuentes ni su contenido le parecieron relevantes.

Al igual que Pablo, 40% de los mexicanos no acepta o no tiene idea de la teoría de la evolución y 42% de los estadounidenses considera que el ser humano fue creado por Dios en su forma presente. Llama la atención que en Estados Unidos esta porcentaje se haya mantenido estable desde 1980 a pesar de la infinidad de evidencias que indican que la evolución es un proceso en curso comprobable aquí y ahora, del conocimiento cada vez mayor del papel que juegan los genes y el ambiente en ella y de las plataformas digitales que han posibilitado que esta información esté al alcance de todo individuo que cuente con acceso a internet.

Uno de los factores que contribuyen a evitar que más personas acepten la evolución estriba en que un buen número de seres humanos suele invalidar la información, las evidencias o los argumentos más racionales cuando éstos contradicen la forma en que el individuo entiende y concibe el mundo. Ejemplo de ello es la conclusión de un estudio reciente que reveló que cuatro tipos de campañas informativas sobre los beneficios de la vacunación, basadas todas en evidencias científicas, no sólo no lograron cambiar la actitud de algunos padres norteamericanos con respecto a las vacunas, sino que en algunos casos llegaron incluso a producir un resultado contrario al esperado. La brecha que evita que un buen número de personas se acerque a las evidencias de la evolución es muchísimo más amplia y profunda que la que impide entender las bondades de las vacunas. Resulta, por tanto, a todas luces un sinsentido pretender explicar la teoría de Darwin a quienes la descartan de antemano acudiendo a estrategias de difusión similares a las que se emplean en las campañas de vacunación en Estados Unidos.

Existen dos requisitos fundamentales para poder disolver los prejuicios que, una vez enquistados, nos llevan al extremo de rechazar ciegamente las evidencias de un hecho determinado: por principio de cuentas, es necesario que el proceso de acercamiento al nuevo conocimiento se produzca sin recurrir a confrontaciones directas. De esta forma se reduciría la posibilidad de autobloqueos defensivos por parte de quien recibe la información. En segundo lugar, se requiere de una ventana de tiempo lo suficientemente amplia como para que el individuo pueda experimentar un conjunto de eventos significativos que puedan abrir paulatinamente el cerrojo que le imposibilita la asimilación de aquella información que normalmente identifica como hostil.

La vida de cada ser humano está acompañada por una serie de experiencias transformadoras que moldean silenciosamente nuestra concepción del mundo y el lugar que cada individuo se adjudica en el mismo. Este tipo de experiencias se producen de forma gradual, surgen casi azarosamente, dependen en parte de la constitución genética de cada persona y su resultado puede ser transferido adicionalmente de padres a hijos a través de prejuicios inculcados. Resulta por tanto paradójico que del proceso de conformación del yo humano, un producto de la naturaleza en constante variación, dependa que algunas personas puedan celebrar hoy a Darwin y otras, como Pablo, de plano no.

@asalgadoborge

*No es el verdadero nombre del usuario aludido.

Antonio Salgado Borge
Candidato a Doctor en Filosofía (Universidad de Edimburgo). Cuenta con maestrías en Filosofía (Universidad de Edimburgo) y en Estudios Humanísticos (ITESM). Actualmente es tutor en la licenciatura en filosofía en la Universidad de Edimburgo. Fue profesor universitario en Yucatán y es columnista en Diario de Yucatán desde 2010.

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