Este país destaca en el mundo por su corrupción e impunidad, por su grado de violencia, por su alta inequidad. El deterioro ha llegado al extremo de que la gobernabilidad se está perdiendo en cada vez más regiones del territorio nacional. El gobierno carece de legitimidad en todos sus niveles (federal, estatal y municipal); sus poderes (ejecutivo, legislativo y judicial) están corrompidos, cruzados por conflicto de intereses, incapaces de responder a la dimensión de la crisis que vivimos (política, social, económica, cultural); y los partidos políticos son la mejor expresión de esta descomposición, reúnen todos estos males y se encargan de protegerlos y diseminarlos.
En el ámbito de la violencia, la propia Secretaria de Gobernación ha declarado que el 75% de los municipios es vulnerable al crimen organizado; en corrupción, Transparencia Mexicana posiciona a México en su índice internacional 82 lugares por encima de Chile, 18 por encima de Perú y 9 por encima de Colombia y como el más alto entre los países de la OCDE; Amnistía Internacional pone a México en el mismo nivel de violencia y violación de derechos humanos que algunas naciones que están bajo conflictos bélicos o en guerra civil.
Parece ser que un amplio sector del poder económico y político no ven más allá de su burbuja de elite, altamente desligada de la realidad social. Desde la presidencia hasta el sector empresarial, de EPN a R. Servitje, la respuesta y la insensibilidad es similar a las de las ranas en una olla sobre el fuego que no tienen la capacidad de sentir el aumento del calor hasta que quedan totalmente cocinadas. The Economist en su nota que tituló “El lodazal mexicano”, por subtitulo llevó: “Un presidente que no entiende que él no entiende”. Este subtitulo puede aplicarse a gran parte de la elite política y económica, comprendiendo a un buen sector de los legisladores: no entienden que no entienden. Hace unas semanas escribí un artículo en este espacio titulado de manera muy similar: “No entienden y son incapaces”. Esta situación es muy peligrosa, puede llevar al país al despeñadero.
En este escenario de descomposición me pregunto: ¿tiene sentido votar por un “buen candidato”, suponiendo que conozco alguno y sé que es una persona honrada y con las facultades para actuar por el bien común? Conozco gente comprometida y honrada que son legisladores o que ocupan un cargo de elección popular, son los menos pero los hay, pero: ¿pueden marcar alguna diferencia? Avalar estas elecciones, este sistema, estos partidos políticos: ¿no es darle continuidad al proceso de deterioro acelerado que enfrentamos?, ¿no es volvernos responsables de empujar aún más al país a una situación de caos y violencia del que será cada vez más difícil reponernos?
Los gobernantes, los legisladores, los partidos políticos, han sido incapaces de dar una respuesta a la altura de la crisis que enfrentamos, lo único que queda es que los ciudadanos lo hagamos. Se argumenta que si vamos por el voto nulo, que si boicoteamos las elecciones, las elecciones serán ganadas por el voto duro del partido oficial, por los acarreados o domesticados por Televisa, TV Azteca y la compra del voto. Seguramente sería así. Pero, ¿si voto no será lo mismo? Si en el mejor de los casos puedo votar por alguien en quien confió, un caso bastante difícil y extraordinario: ¿esa persona puede marcar una diferencia dentro de su partido, dentro del poder legislativo o en su cargo de elección popular?
Me pregunto si tiene sentido votar y no lo encuentro. Me pregunto si estas elecciones pueden marcar un punto de quiebre a través de una campaña masiva que llame a no votar, al voto nulo, al boicot. Creo que tampoco iríamos a ningún lado si no existe una propuesta que vaya más allá de desconocer a los jugadores en estas elecciones o la imposibilidad para que podamos ver un cambio en la dirección a un mayor deterioro político, social y económico.
¿Cómo podríamos actuar en estas elecciones para iniciar un proceso que lleve, paradójicamente, a fortalecer la democracia en base a la transparencia, a combatir el conflicto de interés, la corrupción y establecer sistemas de participación social y vigilancia?
Tenemos que empujar un pacto de sometimiento del poder político a la sociedad que vaya más allá de las elecciones y pase por un proceso de institucionalización de la transparencia, de la vigilancia ciudadana en todos los órdenes, del rediseño de las instituciones. El estado de descomposición es tal que requerimos un proceso de refundación.
Considero que este es un paso necesario, de lo contrario, la violencia social se exacerbará y la vía a la construcción de un país más democrático se alejará cada vez más, por más candidatos “honestos y capaces” sean elegidos en estas elecciones. La referencia a los candidatos “honestos y capaces” la hago, no porque crea que existan varios, creo que serían contados con los dedos, pero hay personas que creen en ciertas opciones políticas. No cuestiono esas creencias o convicciones, lo que pregunto es si unos cuantos legisladores y funcionarios en delegaciones, municipios o estados marcarán alguna diferencia, si podrán influir en desviar la dirección que lleva el país al despeñadero. Yo estoy convencido que no y que estas elecciones sólo legitimarán y agudizarán la situación extrema que vivimos.