A vivir menos

20/01/2015 - 12:00 am

Durante miles de años el promedio de vida de las personas venía incrementándose. Ahora, en varias naciones esta tendencia se está revirtiendo, las proyecciones indican que la esperanza de vida va a disminuir, especialmente en los países donde las políticas de salud pública están sometidas a los intereses económicos, como es el caso de México.

La democracia, la transparencia, el control de los conflictos de interés  y la participación de los expertos y la sociedad civil enfocados en la salud pública, está ausente en México por el sistema político que vivimos. Esta situación deja la política pública en manos de los intereses corporativos y tiene como consecuencia el colapso del sistema de salud pública y miles, decenas de miles de muertes prevenibles, especialmente entre los más pobres.

Algunas de las principales razones para que los hijos comenzaran a vivir más que sus padres, en los últimos siglos, fueron los éxitos en el combate a las enfermedades transmisibles. Mejoras en las condiciones de higiene, acceso a agua potable, mejoramiento de la calidad de vida y una medicina preventiva para enfrentar estas enfermedades, fueron y han sido el factor más importante en controlar la transmisión de enfermedades que eran la principal causa de enfermedad y muerte entre la población mundial. Hay que señalar que existen amplias regiones en el mundo, que tienen su símil en zonas rurales e indígenas en nuestro país, que mantienen condiciones de vida similares a las que imperaban cuando las enfermedades transmisibles y la desnutrición eran la principal causa de enfermedad y muerte.

Actualmente, una nueva epidemia o conjunto de epidemias de enfermedades llamadas “no transmisibles” se está extendiendo por el planeta generando una situación donde los hijos tenderán a vivir menos que los padres. Estas enfermedades “no transmisibles” se extienden tanto en países desarrollados como en los llamados en “vías de desarrollo” convirtiéndose en la principal causa de enfermedad y muerte, colapsando los sistemas de salud pública y disminuyendo la expectativa de vida. La Organización Mundial de la Salud (OMS) estima que el 63% de las muertes ocurridas en el planeta son causadas por enfermedades no transmisibles.

Las principales causas de enfermedad y muerte ya nos son trasmitidas por microbios, ahora son provocadas por la penetración de productos altamente adictivos sin ninguna o muy poca restricción: la comida chatarra, el tabaco y el alcohol. La penetración de estos productos en la sociedad de hiperconsumo se basa en tres aspectos centrales: una publicidad invasiva, engañosa y altamente persuasiva, su omnipresencia y su carácter altamente adictivo.

La sociedad de hiperconsumo no sólo es efectiva en quienes tienen poder adquisitivo, penetra más profundamente en los sectores más desposeídos que ven en el consumo del producto un sentido de pertenencia y, por su carácter adictivo, una gratificación momentánea. Esto tiene en común el tabaco, el alcohol y la comida chatarra, incluyendo en esta a las bebidas azucaradas.

Las grandes epidemias de enfermedades transmisibles han sido enfrentadas de manera exitosa en gran parte del mundo al combatir directamente a los agentes infecciosos o a través de generar en la población la inmunidad a esos agentes, además de medidas de higiene y mejora de la calidad del agua. En el caso de las enfermedades llamadas “no transmisibles” como lo ha señalado valientemente la Dra. Margaret Chan, directora de la OMS, el reto es mayor. La Dra. Chan, señaló ante la Asamblea Mundial de la Salud: “Los mosquitos no tienen representantes ni grupos de presión. Pero las industrias que contribuyen al aumento de las enfermedades no transmisibles sí los tienen. Cuando las políticas de salud pública tienen fines contrapuestos a determinados intereses económicos, debemos hacer frente a una oposición bien orquestada y muy bien financiada”.

El antecedente inmediato a la acción orquestada y bien financiada de los grupos de presión en contra de la salud pública ha sido el de la industria del tabaco. En una sociedad regida por la lógica de la ganancia económica y donde los intereses públicos suelen ser sometidos a esa lógica, la expansión del tabaquismo se convirtió en un gran negocio. Tan buen negocio que los hombres con grandes fortunas, como Carlos Slim, participaron activamente en él, Slim a través de sus acciones en British Tobaco, parte de su fortuna se fincó en serios daños a la salud.

El tabaquismo, con sus millones de muertos, es un producto del lucro y de la ciencia y tecnología a su servicio. Al inventarse la máquina enrolladora de cigarrillos en 1881, se aceleró la pandemia del tabaco haciendo posible la producción en masa de paquetes de cigarrillos y que estos penetraran y fueran accesibles para la mayor parte de las personas en todos los continentes. La intensa publicidad global de las marcas de cigarrillos, desde Malboro hasta Camel, esta última dirigida a niños y menores de edad, su omnipresencia en todas las pequeñas tiendas e, incluso, en farmacias, y su incrementado nivel adictivo (a la nicotina se les han añadido diversas sustancias químicas para aumentar su potencial adictivo) ha llevado a provocar la adicción al cigarro en una parte importante de la humanidad. El impacto es tal que más de mil millones de personas en el mundo son fumadoras.

Al año mueren alrededor de 600 mil personas a causa del tabaco y se calcula que 1 de cada 10 de ellas, 60 mil, son fumadoras de segunda mano, es decir: parejas, hijos y compañeros de trabajo de fumadores, trabajadores que laboran en áreas donde se permite fumar, etc. La OMS estima que el 40% de los niños están expuestos al humo del tabaco por parte de uno de sus progenitores. En 2004, los niños representaron el 28% de las defunciones atribuibles al humo de tabaco ajeno. 80% de todas las muertes causadas por el tabaco ocurren en países de ingresos bajos o medios ya que en los países de ingresos altos se están aplicando regulaciones para disminuir el consumo y exposición al humo del tabaco.

La evidencia sobre los daños del tabaco se impusieron sobre décadas de negación de la industria sobre los graves efectos en la salud del fumar y en 2005 se llegó a la Convención Marco de Naciones Unidas para el Control del Tabaco. Los jefes de la industria juraron no tener evidencia del daño del tabaco a la salud, para comprobarse, posteriormente, que durante más de veinte años tenían estas evidencias en sus escritorios. Conducta similar a la que siguen actualmente las industrias procesadoras de alimentos y bebidas.

En aquellos países donde las medidas recomendadas por la Convención han sido aplicadas, se ha presentado una disminución significativa del tabaquismo. Medidas como las imágenes en las cajetillas,  los impuestos, la prohibición de la publicidad, los lugares libres de humo, la regulación de su venta y no exposición del producto directa al público y las campañas de concientización sobre los daños, han llevado a reducir el tabaquismo en diversas naciones. De cuántas muertes es responsable la industria del tabaco por haber negado la información sobre los riesgos a la salud por fumar, por impedir las regulaciones, por evitar que se protegiera a los no fumadores, por tantas acciones realizadas a través de cabildeo, millones de dólares, científicos comprados, etc, etc. Hoy se pueden hacer las mismas preguntas a la gran industria de la comida chatarra.

La batalla contra el tabaco apenas empieza. Como siempre, donde las medidas son implementadas de manera débil e incompleta los resultados no son los esperados, como en México donde se ha visto un control del tabaquismo y disminución en ciertas edades pero un incremento peligroso entre los jóvenes. Falta una legislación federal para establecer los ambientes libres de humo, más de la mitad de la población nacional vive en estados donde esta regulación no existe: niños, trabajadores y demás personas no fumadoras se exponen al riesgo. Por otro lado, los cigarrillos se pueden encontrar en gran parte de los más de 1 millón 100 mil misceláneas donde se expenden junto con la comida chatarra y donde los consumidores los encuentran directamente frente a ellos, muy bien expuestos, violando el Convenio Marco que considera esto como una forma de mercadeo prohibido.

El mayor impacto en la disminución de la esperanza de vida de la población lo está generando el desplazamiento de las dietas tradicionales por la imposición y diseminación de la comida chatarra. Los daños más visibles de la invasión de la comida chatarra en la dieta se encuentran en el sobrepeso que alcanza ya a más de 1,500 millones de personas mayores de 20 años. En México 1 de cada 3 niños y 7 de cada 10 adultos presenta sobrepeso u obesidad. La diabetes tipo II, que se considera causada en un 80% de los casos por sobrepeso y obesidad, pasó en México a ocupar ya la principal causa de muerte con 11% del total de defunciones. En 1955 se registraron 1,571 muertes por diabetes tipo II, para el 2001 llegó a casi 50 mil.

La publicidad invasiva de la comida chatarra, su omnipresencia desplazando a los alimentos no procesados y su nivel altamente adictivo, han provocado una epidemia global de sobrepeso, obesidad, hipertensión, enfermedades cardiovasculares y diabetes. La mayor parte de las principales causas de muerte en México están asociadas actualmente a estos padecimientos generados por el sobrepeso y la obesidad. México destaca en los primeros lugares de sobrepeso, obesidad y diabetes al mismo tiempo que presenta también los primeros lugares en consumo de refrescos, pastelillos, botanas y sopas instantáneas. Todos estos productos son de un puñado de empresas muy poderosas que a lo largo y ancho del planeta han logrado penetrar y desplazar los productos y dietas tradicionales, apropiándose de recursos básicos como el agua.

Como lo dice la Dra. Margaret Chan, para enfrentar esta epidemia se requiere voluntad política, enfrentar los intereses de estas grandes empresas trasnacionales procesadoras de alimentos y bebidas. Para ello es necesario que las políticas sean diseñadas por expertos y con la participación social, libres de conflicto de interés. En México está ocurriendo todo lo contrario, la industria ha logrado su sueño: diseñar las políticas públicas de la mano de instituciones como COFEPRIS, definiendo los criterios de las regulaciones que el gobierno les aplica para supuestamente “combatir el sobrepeso, la obesidad y la diabetes”.

Las enfermedades no transmisibles son, en verdad, enfermedades transmitidas por las corporaciones que, como lo dice la Dra. Chan, son más peligrosas que los mosquitos, ya que cuentan con un poder económico enorme para cabildear, influir y corromper. Un poder muy efectivo en un país como México donde la corrupción y el conflicto de interés forma parte del sistema.

La corrupción y el conflicto de interés que permea a la clase política y el sistema, tiene consecuencias catastróficas tanto en la inseguridad y la desigualdad, como en la salud de la población. El sistema de salud está colapsado, como lo está la seguridad, la justicia y la equidad. La democracia, la transparencia y la participación ciudadana son la única alternativa. Sabemos que este país requiere cambios profundos, pero no hay alternativas en el escenario político actual. Sin embargo, las condiciones están dadas en la indignación y consciencia ciudadana…falta dar los siguientes pasos, en una vía pacífica pero radical, que vayan a la raíz.

PD. Sr. Roberto Servitje: es sorprendente su profunda insensibilidad en sus declaraciones sobre Ayotzinapa. Sin embargo, su insensibilidad no sólo está en esas declaraciones, está en las estrategias comerciales y de marketing de su empresa Bimbo que no satisfecha con su penetración en la dieta de los mexicanos y su importante contribución al deterioro de la salud de los niños y adultos de este país, ahora se alía con Coca Cola para mercadear sus productos de manera conjunta. ¿No es ya suficiente con que seamos los mayores consumidores de refrescos y pastelillos en el mundo y tengamos una de las mayores incidencias de sobrepeso, obesidad y diabetes? Parece que es más importante el reporte trimestral de ganancias a sus accionistas.

Alejandro Calvillo
Sociólogo con estudios en filosofía (Universidad de Barcelona) y en medio ambiente y desarrollo sustentable (El Colegio de México). Director de El Poder del Consumidor. Formó parte del grupo fundador de Greenpeace México donde laboró en total 12 años, cinco como director ejecutivo, trabajando temas de contaminación atmosférica y cambio climático. Es miembro de la Comisión de Obesidad de la revista The Lancet. Forma parte del consejo editorial de World Obesity organo de la World Publich Health Nutrition Association. Reconocido por la organización internacional Ashoka como emprendedor social. Ha sido invitado a colaborar con la Organización Panamericana de la Salud dentro del grupo de expertos para la regulación de la publicidad de alimentos y bebidas dirigida a la infancia. Ha participado como ponente en conferencias organizadas por los ministerios de salud de Puerto Rico, El Salvador, Ecuador, Chile, así como por el Congreso de Perú. el foro Internacional EAT, la Obesity Society, entre otros.
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