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Darío Ramírez

15/01/2015 - 12:00 am

Deliciosamente ofensivos

El 7 de enero de 2015 fue un triste día para la libertad de prensa. No nos reponíamos de los ataques arteros, cobardes, dementes, estúpidos y cobardes (disculpen la adjetivización pero el acto los merece) contra Chalie Hebdo, cuando se conocía que por la misma hora fallecía un símbolo (tal vez el más relevante) del […]

Tomada de Google.
Tomada de Google.

El 7 de enero de 2015 fue un triste día para la libertad de prensa. No nos reponíamos de los ataques arteros, cobardes, dementes, estúpidos y cobardes (disculpen la adjetivización pero el acto los merece) contra Chalie Hebdo, cuando se conocía que por la misma hora fallecía un símbolo (tal vez el más relevante) del periodismo mexicano: Julio Scherer. Triste día.

El ataque al seminario francés es uno de los peores ataques contra la libertad de prensa, sin duda. Al Qaeda, quien se atribuyó el atentado, fue artero en tocar el epicentro de las libertades individuales y colectivas salvaguardadas en el sistema político más acabado que es la democracia. Salir de la crisis implicará poner diques contra aquellos que en nombre de la seguridad buscarán mayor control de las redes, de la migración y de los discursos políticamente incorrectos. Verán que prontamente el discurso gubernamental se basará en mayor necesidad a la seguridad. Lo que significará que en vez de reconocer la importancia del ejercicio de libertades, Al Qaeda habrá asestado un golpe duradero.

Los valientes cartonistas nos recordaban en cada publicación la belleza que significa vivir en libertad. Yo confieso que encontraba las ofensas en cada caricatura que ridiculizaba a jerarcas religiosos, a símbolos intocables y a políticos  de todas las corrientes deliciosas. Al final esas figuras en papel –porque no olvidemos que eran solo eso- representaban un discurso político no solo legal, sino esencial. Que dichas figuras ofendan al grupo homicida, no es culpa del dibujante, sino es producto de la mayor y más profunda estupidez humana.

Dejando la barbarie de lado, gran parte del debate se ha centrado en la ofensa de las caricaturas. Comencemos por una afirmación categórica: La ofensa, la mofa, el chiste de mal gusto NO es un límite legal a la libertad de expresión.

Durante los días posteriores al atentado logré detectar que había un ánimo importante en la defensa de la libertad de expresión de los caricaturistas cuando se trata de ofender al islam o a los musulmanes. Me pregunto si esa misma vehemencia estaría para cuando se ofenda a algo querido y apreciado por cada uno de nosotros. Porque ese es el espíritu y el derecho que conlleva la libertad de expresión, porque vale recordar que son esos discursos minoritarios, contra-cultura, ofensivos los que hacen que la democracia no caigan en la tiranía del discurso aplastante de las mayorías que dejaría sin debate e ideas a nuestros intercambios.

foto virgen

Sin embargo, mucho me temo que la incoherencia supera lo tolerable. Nos tiramos al piso porque algunos consideran que los narco corridos incitan a la violencia y llegamos al ridículo público de prohibir música, o bien, se asume fácilmente ( y erróneamente) que las palabras en sí discriminan sin olvidar el nexo causal entre la expresión y el acto de discrimación. Rápido muchos se empoderan lo suficiente para inventar límites, y como cada cabeza es un mundo, ergo hay miles de millones de limites. Por ello la pregunta: ¿Estás a favor de la libertad de expresión? Cuya respuesta tiene que ser puntual –sí o no- y no moldearse a la preferencia momentánea porque la libertad de expresión es la misma (con todo y sus límites) en todas las ocasiones.

Los límites meta legales a los que hago referencia se basan en la moral, los estándares sociales, la ética, las costumbres entre muchos otros. Por lo tanto, caricaturas como las de Charlie Hebdo han pasado por filtros (otra vez meta legales) que arrojan preguntas como: ¿Por qué tenía que ofender? ¿A poco no faltaba al respeto? ¿No es que se lo merecieran, pero se pasaban un poco?

Mientras estamos en shock por la masacre de editores y cartonistas en París, puede convertirse en un buen momento para diseñar un acercamiento menos hipócrita, más comprensivo y necesario entre nuestras figuras controversiales, provocadores profesionales que ejercen la libertad de expresión desde la mofa, burla y ofensa con aquellos que se sienten amenazadas sus creencias por alguna expresión por lo que sugieren la desaparición de la expresión en si, cuando tendríamos que estar pujando por el otro extremo, es decir, que haya semanarios que se burlen de las ofensas de Charlie Hebdo, por ejemplo. Necesitamos más contenido diverso, no menos.

El arresto legal (es decir sustentado en una ley que limita la libertad de expresión a contrario sensu a los estándares internacionales) del comediante francés Dieudonné M’bala M’bala por supuesta apología al terrorismo en un texto que colocó en Facebook, es el claro ejemplo de la tentación de inventar límites muy por debajo del acuerdo internacional inscrito en el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos. En otras palabras, bromas publican en Facebook acerca de las atrocidades terroristas , aunque de mal gusto u ofensivas , están protegidos por el derecho a la libertad de expresión.

Si no te gusta. Si te ofende. Si te incomoda, entonces no compres la revisa, no sigas al comediante, no prendas la televisión o bien, no lees esa prensa.

Charlie no era pueril. Al contrario es la esencia y ejemplo de lo que por cientos de años ha sido un discurso altamente protegido por la libertad de expresión: el político. La publicación francesa un bien público necesario para la risa de uno mismo. Para la crítica con humor. La sátira es un elemento fundamental para el humor y la crítica. Es el humor el que nos hace reírnos de nosotros. Lo contrario son aquellas personas, risibles ellas, que creen que la blasfemia es necesaria para proteger sus credos, porque éstos son tan insulsos y eternamente en crisis que nadie puede mofarse de las evidentes ridiculeces que profanan.

Blasfemia para unos, libertad para otros.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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