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Darío Ramírez

08/01/2015 - 12:00 am

El silencio es opcional

Ya nadie está a salvo en su propia casa. Ya nada impide que un grupo de valientes armados entren a un hogar en el momento que deseen. Saben, conocen perfectamente, que nada pasará por su osado e ilegal acto. Tienen las armas y son dueños de nuestra tranquilidad ante la ausencia y aquiescencia, y muchas […]

Ya nadie está a salvo en su propia casa. Ya nada impide que un grupo de valientes armados entren a un hogar en el momento que deseen. Saben, conocen perfectamente, que nada pasará por su osado e ilegal acto. Tienen las armas y son dueños de nuestra tranquilidad ante la ausencia y aquiescencia, y muchas veces participación activa de miembros del Estado. Nuestra realidad nos dice que debemos de acostumbrarnos a que “comandos” recorran nuestras calles y entren a nuestras casas cuando así lo decidan. Dormimos en vela y los repetitivos discursos de políticos sobre seguridad no son más que ineficientes somníferos. La violencia contra la población civil está más presente que nunca.

Moisés Sánchez, periodista del municipio de Medellín de Bravo, Veracruz, descansaba en su casa el viernes 2 de enero. Así iniciaba un año que pinta sinuoso. A las 19:00, según testigos, esos caballeros de la desgracia, dígase comandos, llegaron a casa del periodista para sacarlo con violencia y sustraer de su interior computadoras y  teléfonos celulares. Minutos después, Moisés y sus captores desaparecieron en las desérticas calles de Medellín. Han pasado cinco días y nada se sabe de Moisés.

Moisés es dueño del semanario La Unión que se reparte en localidades aledañas. Es la única voz informativa en su zona que no está bajo el cobijo de la autoridad local o estatal. Por ello, en voz de su hijo Jorge, se supo que “tres días antes de la privación del periodista, éste se enteró a través de una fuente confiable que el alcalde Omar Cruz Reyes pretendía callarlo dándole una lección”. La desaparición del periodista es una historia de silencio. La labor de La Unión era reportar sobre corrupción local e inseguridad ciudadana. Desde el lunes 5 ya se había detenido a dos policías municipales que presuntamente estaban ligados a la desaparición –en este caso forzada– del periodista. Otra vez: Fue el Estado.

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Hoy ya nadie informa sobre esa región de ese convulsionado estado. El silencio es porque Moisés no está haciendo su trabajo. ¿Quién gana con ese silencio?

Las cifras son duras pero omiten las historias detrás de los números.  Sin embargo, son necesarias para entender que no partimos de cero cuando hablamos de la violencia contra la prensa en México.  Las historias del silencio en México ya son de larga data.

Ahí van algunos datos: Del 2004 a la fecha son 19 los periodistas desaparecidos. La magnitud de este fenómeno es endémico a nuestro país. Tan sólo en la administración actual van 4 periodistas desaparecidos y 9 asesinados presumiblemente por su labor periodística. La violencia con Peña Nieto no ha cejado, por el contrario, los hechos registrados siguen en aumento atizando un contexto de inseguridad grave para ejercer el periodismo en México. Nunca olvidemos que 81 periodistas han sido asesinados en México desde el 2000.

Javier Duarte se ha empeñado en burlar un hecho ineludible. Veracruz es uno de los lugares más peligrosos del mundo para ejercer el periodismo. Su administración lleva a cuestas los homicidios de 10 periodistas y 4 desaparecidos. El elemento en común en todos estos casos es la impunidad, la creación de chivos expiatorios y los cañonazos de dinero contra las familias acongojadas para comprar alguna parte de su dolor. El gobernador –como muchas otras autoridades– tiene un especial desdén hacia el periodismo y la crítica. Le estorban e incomodan. Preferiría que toda la prensa fuera dócil y sumisa. Le gustaría pensar que todo periodismo está en venta.

Ejercer el periodismo en Veracruz es actividad de alto riesgo. A pesar de ello, hay personas valientes, decididas y comprometidas que lo hacen a diario. Es increíble lo que el compromiso con el interés público de la información puede hacer. Ante toda la adversidad todos los días sacan la información que deben de sacar, no la que las autoridades buscan que saquen.

La realidad es que aquellos medios y periodistas independientes en Veracruz están bastante solos y lejanos al interés de sus pares en el Distrito Federal. La desaparición de Moisés Sánchez no mereció ni un espacio en primera plana de los principales diarios del país. Más valía dedicarle un relevante espacio a la NFL que a la desaparición de un colega periodista. El desdén de los grandes diarios es inmensurable. Con un toque de discriminación hacia los que ejercen el periodismo en zonas remotas, parecería que los grandes diarios son cobardemente selectivos sobre qué notas llevar cuando se habla de violencia contra la prensa. El silencio de la prensa es opcional. Son los editores, personas de carne y hueso, que valoran que no hay que darle la mayor difusión a un caso como el de Sánchez. Son esos mismos editores que después hablarán en foros o sacarán notas sobre lo grave de la violencia contra la prensa, pero que a la hora que se necesita hacer presión y protección deciden voltear a la NFL.

El status quo gana con una prensa silenciada por miedo. No es fortuito que la violencia contra la prensa crezca año con año. Alguien gana con esos actos de violencia, desde un policía municipal hasta un gobernador, según sea el caso. Y a pesar de los fríos números, gran parte de los medios no cambia y los lazos de solidaridad, por más simples que sean, están ausentes. Si la falta de presión contra autoridades para que brinden un contexto de seguridad, para que se ejerza justicia y se combata la impunidad no viene de los mismos medios de comunicación,  alguna razón deberá haber. Puede ser que ejercer presión contra, por ejemplo, Javier Duarte, dañe contratos comerciales y haga enojar al poder público y con ello no lleguen al pastel publicitario. Puede ser que la presión rompa esa cercanía entre poder y medios.

El día de ayer, familiares de Moisés Sánchez protestaron frente al WTC de Veracruz donde se llevaba un evento en el que estaban Peña Nieto y Duarte. Policías Federales agredieron a los familiares del periodista, como si se trataran de criminales. Las fotografías oficiales dieron cuenta del grato momento que pasó el Presidente y el gobernador, pero de las exigencias de la familia poco se habló.

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Lo cierto es que jamás se detendrá la violencia contra la prensa, a menos que la misma prensa tome en serio la violencia de la cual es víctima, sin importar elementos  meta periodísticos y de conveniencia personal. Pero la soledad que sufre en estos momentos Moisés Sánchez y su familia es producto de ese silencio irresponsable y mezquino de gran parte del sistema de medios de nuestro país. Ante hechos como este, no basta “llevar la nota”, es necesario una voz constante, crítica y unida para que el colega regrese con bien a casa.

El silencio de muchos medios es opcional. La pregunta es: ¿Por qué optan por el silencio?

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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