Pida perdón

26/12/2014 - 12:03 am

Apenas dos palabras escritas en un trozo de papel. En imperativo. Con la contundencia de un verbo y un sustantivo poderosos: “Pida perdón”, le escribió la mujer al Presidente. La sacaron del salón.

 

No soy particularmente católico. Fui bautizado, hice la primera comunión y me casé por la iglesia. Creo, como muchas personas, en “algo” más allá. Pero también, como muchas personas, descreo de ciertos ritos, ciertas estructuras, ciertas “verdades” al interior de las religiones.

Sin embargo, más allá de nuestras creencias, acostumbramos usar la Navidad para apelar a nuestra humanidad. Siempre he creído que estas son fechas para encontrarnos con los nuestros en la familia, en el trabajo, en la comunidad.

Abro así para aprovechar el momento y abundar sobre la necesidad que tenemos en México de dar y recibir perdón.

Suele decirse que los mexicanos no tenemos memoria. Pero vaya que la tenemos. Las generaciones actuales recordamos con particular dolor los agravios de los que hemos sido víctimas. Somos capaces de recordar y contar con detalle la lista de ofensas que marca nuestra historia nacional.

Pero lo que es más evidente, es que guardamos dichos agravios en lo más profundo de nosotros porque nadie, nunca, ha sido capaz de plantarse ante nosotros para disculparse y pedirnos perdón.

  • Nadie desde el Ejército o la Presidencia se ha disculpado por la matanza del 68 en Tlatelolco.

  • Nadie, tampoco, desde la Secretaría de Hacienda ha pedido disculpas por el Error de diciembre de 1994 y los cientos de miles de mexicanos sumidos en la pobreza de un plumazo.

  • Nadie desde el gobierno de Chihuahua ha pedido perdón por las miles de muertas encontradas en Ciudad Juárez.

  • Nadie desde la Secretaría de Hacienda o las gubernaturas se ha disculpado por la miseria en la que se ha mantenido a miles de indígenas en todo el país.

  • Nadie, desde el Seguro Social o el Gobierno de Sonora ha pedido perdón por los niños muertos en el incendio de la Guardería ABC.

  • Nadie, por último, ha expresado sus disculpas por los muertos y desaparecidos en Iguala, Guerrero.

No hemos visto nunca una actitud humilde desde el poder. Nuestras instituciones son franqueadas por grandes muros contra los que hay que estrellarse sin recibir respuesta alguna del otro lado. Ni una frase, ni una palabra conciliadora.

Abundan, eso sí, las evasivas, las excusas, las justificaciones; las acusaciones de regreso y las descalificaciones. Nuestro hábito ha sido culpar al mensajero de las malas noticias y no a los responsables de las mismas. Ante la critica, no la reflexión, sino el ataque.

Nuestras instituciones suelen ser ineficaces y poco funcionales, tanto que en muchos casos se vuelven agresoras directas o indirectas de los ciudadanos. De allí la desconfianza ciudadana con los poderes formales, con la clase política, con los titulares de las dependencias. Cada ciudadano mexicano puede contar la historia de un abuso desde la burocracia, la indiferencia desde la posición privilegiada, el pisoteo desde la élite.

Victimizados a diario, faltos de la más elemental “justicia cotidiana”, nos hemos enfermado de rencor y de venganza. Estamos tan hartos, tan cansados del atropello que somos como la bestia herida que muerde la mano de quien le ayuda. Abusamos porque somos abusados, pisamos porque somos pisados. Lejos de la convivencia, vivimos en una continua agresión social.

Un pueblo enfermo de rencor vive en el pasado y está condenado a quedarse allí. No hay futuro posible para un país instalado en las heridas del ayer.

Para sanar, México necesita que le pidan perdón y el Presidente actual, como vocero de la clase Gobernante, no ha sido capaz de hacerlo. Criticado por indolente, el Presidente Peña Nieto ha sido incapaz de ofrecer a su pueblo un perdón genuino y humilde, un perdón nacido de la empatía y no de la estrategia mediática.

México necesita soluciones a sus problemas más graves: la desigualdad, la corrupción, la inseguridad. Necesita, por supuesto y de manera urgente, justicia. Son tantos los daños que un buen principio sería el reconocimiento desde la clase política de su responsabilidad por los agravios pasados y actuales.

Como ciudadanos, no esperamos eficacia absoluta en la gestión gubernamental. Sabemos de su complejidad y grado de dificultad. Esperamos eso sí, un poquito de humanidad para que abran los oídos y presten atención al dolor de sus gobernados. Esperamos, para empezar, la aceptación de un diagnóstico compartido por muchos y evidenciado en estudios e indicadores: que este país no camina como ellos dicen, que la realidad mexicana está muy lejos de la visión que venden en Televisa.

Esperamos que nos pidan perdón para igualarnos y tener un punto de partida, algo en común, un proyecto de país donde quepamos todos. Esperamos que nos pidan perdón para sentarnos a dialogar, no para que nos saquen del salón.

*¡Feliz Navidad!

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.
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