Para la población los impuestos sólo engordan los bolsillos de los funcionarios corruptos y no se ve que el gobierno tenga ningún interés en cambiar esta situación donde la percepción tiene mucho de realidad. Lo más lamentable es que la propia Secretaria de Hacienda se niegue a etiquetar los impuestos, lo que permitiría hacer un seguimiento más puntual de su destino. El seguimiento del destino de ciertos impuestos daría una mayor confianza entre ciudadanos y gobierno, algo urgente en nuestro país. En este caso, como entre muchos otros, como la propuesta del Sistema Nacional Anticorrupción, si el gobierno actual pretende mantenerse en el ejercicio del poder debe retomar las iniciativas que vienen de la sociedad y que corresponden a prácticas democráticas probadas. Considero que si el gobierno no comienza a escuchar estas propuestas, opciones de solución, su crisis sólo llevará al colapso.
Un caso extremo de transparencia es el del manejo de los impuestos especiales sobre productos y servicios, los IEPS. Establecidos en varios casos sobre productos y servicios que generan externalidades, es decir, que su consumo o uso tiene un costo que pagan los demás que no son usuarios o consumidores de esos servicios o productos, estos impuestos deberían con mucha mayor razón estar etiquetados justo para cubrir esas externalidades y para prevenirlas. Este es el caso del tabaco, los refrescos y los alimentos chatarra.
La Asociación Nacional de Productores de Refrescos y Aguas Carbonatadas ha lanzado una campaña para arremeter contra el impuesto a estas bebidas bajo el argumento que no ha reducido su consumo y que está impactando a los más pobres. A partir de la aprobación del impuesto a estas bebidas en México, Coca Cola y PepsiCo iniciaron la madre de todas las batallas contra el para evitar que se extienda a otras naciones de la región y el mundo. Actualmente, este impuesto se discute en Sudáfrica, India, Ecuador, Chile y un gran número de países. Con el fin de poder argumentar que el impuesto no funciona, las empresas refresqueras han lanzado en México las estrategias comerciales que más éxitos han obtenido en otras naciones como lo son los nombres propios en los envases y versiones publicitadas como si fueran bebidas surgidas de la naturaleza para teñir de verde lo rojo. Es importante señalar que el consumo de las bebidas azucaradas está enfrentando fuertes caídas en varias naciones desarrolladas por lo cual esta industria busca incrementar sus ventas en las naciones pobres. El impuesto no es sólo un impacto en los mercados establecidos, también en los mercados donde esperarían aumentar sus ventas como India y China.
Una segunda estrategia de las refresqueras para cerrar el año con ventas similares a las de 2013 y así poder argumentar que las ventas no han caído, ha sido la introducción de promociones de presentaciones de 2, 2.5 y 3 litros a precios muy por debajo de presentaciones similares de agua. Aprovechándose de un país donde el acceso a agua potable es escaso y donde estas mismas empresas refresqueras tienen el control de gran parte del mercado de agua embotellada - los mexicanos somos los mayores consumidores de agua embotellada en el mundo - la estrategia ha sido dar más barato el refresco que el agua embotellada en lo que podemos llamar envases portables de gran capacidad (2, 2.5 y 3 litros). No importa reventar la salud de la población, lo que importa es no perder ganancias e incrementarlas.
Sin embargo, esta estrategia sólo aumentará las externalidades que están colapsando el sistema de salud pública del país lo que debe obligar a que el impuesto a estas bebidas se incremente al 20%, como lo recomendaron los organismos internacionales para lograr, efectivamente, una reducción importante de sus consumo, y destinar los recursos, etiquetarlos, a la prevención y la atención de la obesidad y la diabetes. No es una cuestión de decisión política es una necesidad que la lógica de la ganancia corporativa no entiende. El destino de los recursos recaudados debe ser etiquetado y transparente.
Las externalidades, a las que contribuye significativamente el consumo de bebidas azucaradas, no olvidemos que somos los mayores consumidores de estas bebidas en el mundo, se pueden ejemplificar con los impactos de la epidemia de diabetes. La epidemia de diabetes no podría explicarse sin la epidemia que le da origen: la de obesidad. Entre 1986 y 2006 la prevalencia de obesidad creció entre los adultos mexicanos 2% al año, este fue el mayor aumento de la obesidad documentado en todo el mundo. En esos años fue en los que comenzamos a convertirnos en los mayores consumidores de bebidas azucaradas, pastelillos, botanas y sopas instantáneas, a la vez que bajamos en 30% el consumo de verduras y frutas y en un 50% el de frijoles, entre otras reducciones en el consumo de alimentos nutritivos. En México, en el periodo de 1999 a 2006, la energía consumida proveniente de bebidas altas en energía, en las que el refresco representa un papel predominante, incrementó más del doble en adolescentes y se triplicó en los adultos. Esto corresponde a que en adolescentes, las kilocalorías consumidas provenientes de bebidas altas en energía pasaron de 100 kcal en 1999 a 225 kcal en 2006; mientras que en adultos pasó de 81 kcal 1999 a 250 kcal en 2006. Se estima que el consumo de una lata o dos de refresco al día aumenta el riesgo de diabetes en 25%.
La prevalencia de diabetes mellitus pasó de 4.6% en 1993 a 17% en el año 2000. La mortalidad por diabetes en mujeres pasó de 21.9 casos en 2000 a 73.7 casos en 2008 por cada 100 mil habitantes. Entre 1980 y 2000 la mortalidad por diabetes mellitus aumento 47%, pasando de ser la 9ª causa de mortalidad en 1980 a ser la 3ª en 1997 y la 1ª en el 2000. En 2009 llego a ser la causa de 77,699 defunciones.
El sistema de salud pública se colapsó en este proceso: los pacientes con pie diabético que llegan al IMSS, al ISSSTE y al Seguro Popular son amputados en su mayoría ya que el tratamiento para salvar de una amputación es largo y costoso; un alto índice de pacientes que son atendidos por retinopatía diabética llegan en un estado irreversible; decenas de miles de personas con diabetes que requieren diálisis no son atendidos en el seguro popular que no cubre este padecimiento ya que requeriría destinar el 80% de sus recursos.
Se estima que el 15% de los recursos de salud van a atender la diabetes. México es el país que destina el mayor porcentaje de sus recursos en salud a la diabetes, sólo detrás de Sri Lanka. Sin embargo, de 100 pesos que se gastan en esta enfermedad, 52% lo aportan los pacientes, 30% el IMSS, 11% la Secretaría de Salud y 7% el ISSSTE.
Son los más pobres los que gastan más por la diabetes y a quienes está impactando más esta enfermedad. Se estima que en la población en general, las personas con diabetes gastan el 30% de sus recursos en esta enfermedad, entre los más pobres no existe el recurso, se están muriendo. Las primeras evaluaciones del impuesto, las correspondientes al primer cuatrimestre del 2014 indicaban que la mayor reducción en consumo se deba en los sectores de menores ingresos que son los que más sufren las consecuencias de la diabetes. A la par, se ha logrado que poco más de 1.2 mil millones del presupuesto se destinen a la instalación de bebederos con sus sistemas de purificación en las escuelas. Seguiremos el destino de estos recursos para que vayan a las regiones más pobres del país. Pero los ingresos por este impuesto ascienden a 17 mil millones que deben ir a la prevención y a promover y facilitar una cultura de hidratación en base al agua.
Funcionarios de la Secretaría de Salud han argumentado que no es necesario etiquetar los recursos del impuesto al refresco ya que están gastando mucho más de lo recaudado en obesidad y diabetes. El tema aquí es la transparencia y, en especial, el hecho de que no se está invirtiendo lo necesario en prevención. El 92% de los destinado a enfrentar esta enfermedad está destinado a pacientes no controlados y solamente 8% a controlados. Del total, 35% va a atender complicaciones. La diabetes no se está evitando con estrategias preventivas, se está tratando al “final del tubo”. Ya se instrumentó una medida fiscal atinada, no suficiente en magnitud, debe profundizarse y que los recursos generados cubran parte de las externalidades que han generado estos productos. No se trata de una opción, vivimos una situación de emergencia que debe enfrentarse con esta medida y otras más.