El gobierno no entiende la dimensión de la crisis. Podemos pensar que no quieren entender, aunque también podemos pensar que no tienen la capacidad para entender. Lo segundo sería aún más grave. Si no quieren entender, se trata de una cuestión de intención y las intenciones pueden cambiar, suponiendo que quisieran hacerlo. Sin embargo, cuando no se tiene la capacidad no hay nada que hacer, aunque se pretenda. El decálogo presentado por EPN es una muestra clara de la incapacidad de respuesta. Tampoco vemos esa capacidad en los demás partidos políticos. ¿Usted ha escuchado alguna propuesta concreta y razonable del PAN o del PRD para enfrentar el escenario que vivimos? La caída de EPN en las encuestas es acompañada en paralelo por la caída de la clase política. Si estuviéramos en este momento en elecciones, el llamado a no votar tendría su mayor arrastre. Esta es la peor crisis de un presidente en los últimos tiempos y, a la vez, de los partidos políticos.
Se han estado distinguiendo cuatro temas centrales en esta crisis:
La inseguridad, aparecen fosas por todo el país, desapariciones masivas en el norte y en el sur de las que no teníamos conocimiento, detenciones de jóvenes estudiantes, muy pocas justificadas. Podemos pensar en estrategias para sembrar el miedo y también en un caos total donde no hay un mando, y llegamos a la conclusión de que se trata, seguramente, de las dos cosas a la vez. Los grupos violentos le hacen el favor a quienes buscan crear las condiciones del caos para obtener la justificación de grupos ciudadanos para la represión.
La corrupción está en lo más íntimo del gobierno. ¿Por qué llegó a la presidencia del PRI Humberto Moreira después de haber dejado endeudado al estado de Coahuila por 30 mil millones de pesos? ¿No sería que parte de esos recursos fueron al partido y a las campañas del PRI, especialmente, a la campaña por la presidencia? Los escándalos de las casas de la esposa del presidente, Angélica Rivera, la transferida por Televisa y la segunda propiedad de la empresa contratista predilecta del gobierno mexiquense durante la administración de EPN, ponen en el centro al presidente.
La impunidad tiene un sinnúmero de ejemplos, pero el más cercano a EPN es el de su padrino Arturo Montiel con una orden de aprensión por parte de Interpol por haber secuestrado a sus propios hijos y que en México no se aplica. Los casos de Montiel y Moreira, personajes muy cercanos a la carrera de EPN a la presidencia, se convierten en diques para evitar una operación abierta contra la corrupción e impunidad, juntos con muchos otros del propio PRI y de los demás partidos.
La violación de derechos humanos se extiende por el país. La cloaca ha comenzado a destaparse desde Tlatlaya hasta Ayotzinapa. Desde el ejército hasta los policías municipales actuando gracias a la omisión de autoridades estatales, federales y partidos políticos. Autoridades de todos los niveles responsables por acción u omisión para enfrentar a los gobiernos locales coludidos con los carteles. Detención y tortura a jóvenes estudiantes y represión contra manifestantes. El país en los primeros lugares de inseguridad y de crímenes contra periodistas.
A los cuatro temas anteriores añado:
La ausencia de servicio es el cáncer que carcome a la clase política mexicana y a la administración pública. La vocación por el servicio público se inspira en ejemplos ausentes en el país, se inspira en liderazgos y ejemplos institucionales desconocidos para la gran mayoría de la población. Lo que inspiran los políticos en México ha sido la corrupción para hacerse ricos. ¿Cuántas Casas Blancas no hay entre los políticos mexicanos adquiridas con recursos inexplicables? Sabemos de la corrupción en muchos países pero en la mayoría cuentan con mecanismos de control y en ellos aparecen los ejemplos de servidores públicos que trabajan por el bien común. El espíritu de servicio entre los funcionarios públicos de nuestro país es algo muy escaso y la ausencia de este espíritu paraliza el funcionamiento de un gobierno.
La incapacidad de los gobernantes para impulsar las políticas públicas, de las administraciones para ejercer y supervisar el uso de los recursos y la falta de profesionalismo de los funcionarios para abordar los grandes problemas del país, tienen como resultado una profunda ineficiencia. Los recursos están mal dirigidos, los recursos no llegan a los destinatarios, los recursos se pierden en el camino. En muchas ocasiones he escuchado a funcionarios de organismos internacionales comentar la ineficiencia de la administración pública en México, cómo los recursos no llegan a las comunidades y a las personas a los que estaban destinados. Reconocen la corrupción, pero más le preocupa la ineficiencia. Como ejemplo basta ver la diferencia entre los programas de combate a la pobreza en Brasil con la mala caricatura e improvisada Cruzada contra el Hambre. Esta política tiene problemas en Brasil pero el abismo es inmenso entre una política que se dirige en ese país a fortalecer las capacidades y los mercados locales para sacar de la pobreza a la población, a uno que reparte dinero y lleva productos de las trasnacionales para sacar del hambre a la gente.
No veo cómo este gobierno, estos partidos políticos, puedan sacarnos de la situación crítica que vivimos de inseguridad, corrupción, impunidad, violación de derechos humanos, ausencia del espíritu de servicio e incapacidad. Esas capacidades las veo en la sociedad pero no en el gobierno y los partidos políticos. El reto es de altura y no veo cómo votar por los candidatos de los partidos políticos, por eso me inclino por la propuesta de no votar. Sin embargo, veo también una opción en demandar a los partidos políticos presentar candidatos ciudadanos, de los que podamos comprobar su labor de servicio y sus capacidades, sólo así vería un sentido en el voto.
Del decálogo de EPN sólo puedo rescatar la propuesta de que el CIDE se encargue de la consulta nacional sobre impartición de justicia, pero el CIDE sólo hará eso, la consulta, y presentará al legislativo las recomendaciones. Ya veremos qué pasa en el legislativo. Pero,¿ eso es todo?
Requerimos un cambio profundo en que la participación ciudadana penetre al gobierno y que los representantes populares sean eso: representantes de los intereses de la gente; y que los servidores públicos sean eso: funcionarios al servicio de la gente.
Lo más preocupante es pensar que el gobierno le esté apostando a darle espacio a la confrontación, al deterioro de la protesta pública, a la exposición de la violencia y al aislamiento. Esa apuesta sólo encaminará al país a un deterioro más profundo, a la expansión de la violencia en diversas manifestaciones a lo largo y ancho del país.
La crisis que vivimos debe verse como una gran oportunidad, si el gobierno desea atrincherarse en lugar de abrirse, la crisis, en la que el gobierno está en el centro, se agudizará.