No entienden nada

27/11/2014 - 12:04 am

La élite político-empresarial de este país está metida en una de sus mayores crisis de legitimidad de la historia. No es casualidad. Es que no entienden nada.

Por un lado la clase política que lidera el Gobierno del Presidente Enrique Peña Nieto ha ido de fracaso en fracaso en el manejo de los dos temas que ahora los destrozan en la opinión pública nacional e internacional: los 43 desaparecidos de Ayotzinapa y la revelación periodística que hiciera Carmen Aristegui de la “Casa Blanca”.

¿Por qué un equipo que se había distinguido por la eficacia y la capacidad de reacción se desmorona ahora? Aventuro dos hipótesis: la primera es que la complejidad de la problemática actual del país pasa por la reconfiguración mundial del poder donde las grandes burocracias son incapaces de reaccionar con velocidad y creatividad ante el eficaz desempeño de los micropoderes. Y la otra es que su paradigma de élite les impide comprender el fondo profundo de las movilizaciones.

Se nos dice a menudo que no fueron las redes sociales las que derrocaron a las dictaduras en la Primavera Árabe. Por supuesto que no: fueron grupos organizados bien comunicados con una estrategia disruptiva que las dictaduras no alcanzaron a comprender. No creo que México sea Egipto, pero creo que nuestros políticos menospreciaron el verdadero poder de las tecnologías de información y ahora pagan sus consecuencias.

Dice la definición que “comunicar” es poner en “común”. Y eso es exactamente lo que hacen las plataformas de internet: permitirme a mí, desde Sinaloa, empatizar vía Twitter, Facebook o YouTube con los jóvenes mexicanos del DF, Guerrero o Londres. Independientemente de mi perfil socioeconómico.

Por primera vez en México la conversación es verdaderamente colectiva en una vía paralela al mensaje alienante del mass media que representan la TV, la Radio y la mal llamada Prensa nacional. Cada vez menos se tragan la “lectura plana” que hiciera López Dóriga de la declaración patrimonial del Presidente Peña Nieto. Cada vez menos pasan por alto que el conductor estrella dedicara apenas dos líneas de su speech a decir que la marcha fue pacífica y luego reprodujera durante cinco minutos en prime time las confrontaciones entre encapuchados y granaderos. Dijera Grijelmo: los medios dicen más con lo que no dicen.

La clase política gobernante no entiende que su versión oficial pasada por el tamiz pseudo-periodístico de ciertos medios, ciertos conductores y ciertos columnistas no es ya la única versión. No dudo que la estrategia de control alcance todavía para instalar en la opinión de un amplio sector la versión oficial. Pero olvidan que los 59.2 millones de internautas mexicanos (1 de cada 2) reproducen e intercambian (vía correo electrónico o mensajería instantánea como WhatsApp, Telegram o Chat de Facebook) un flujo diverso y rico de videos, memes, gráficos e imágenes que hacen crítica y mofa de la situación, pero que al final socializan el sentimiento de injusticia e indignación. No importa si no existe un plan de datos, para eso está el wi-fi de cafeterías, oficinas y hogares.

El equipo de comunicación de Peña Nieto ha sido incapaz de comprender el nuevo ecosistema comunicacional del país. Frente a millones de nativos digitales con celular en mano, los encargados de la estrategia de comunicación política en la nueva “sociedad red” son, en el mejor de los casos, migrantes y, en el peor, completamente ignorantes.

Es un asunto generacional. Pero solo lo es en parte, pues en el fondo abreva también de un asunto más grave y complejo: la incomprensión de la realidad de un segmento poblacional al que no conocen y no escuchan: los nuevos jóvenes de este país.

Los internautas mexicanos son mayoritariamente jóvenes, y de ellos el 41% cuenta con un teléfono catalogado como Smartphone, 20% con una Tablet y 63% con una Laptop. Dedican la mayor parte de su consumo de internet a tres actividades básicas: redes sociales (87%), correo electrónico (82%) y buscadores (79%). Lo que significa que basicamente consumen contenido y se comunican con sus pares. Sume a esas capacidades 43 jóvenes de su edad desaparecidos por un narco-alcalde corrupto y su esposa, agregue una frase terrible del Procurador General, ponga una residencia de 7 millones de dólares y, por último, termine la mezcla con la declaración enojada del Presidente junto al video de la Primera Dama en tono condescendiente y… ¡Click! El resultado es: “#AccionGlobalAyotzinapa, #LaCasaBlancadeEPN y #YaMeCanse como eslogan de miles de personas en movilizaciones en México y alrededor del mundo.

Además hay otro elemento que el Gobierno Federal ha ignorado: la mayor parte de esos jóvenes pertenecen al segmento medio bajo y bajo. El consumo de datos ya no es un asunto de ricos. El segmento que más creció de 2011 a 2013 en consumo de internet es el D+ y D, pasando del 43% al 53% de los internautas totales.

Son esos jóvenes cuya realidad está muy lejos del país ganador y transformador que el Presidente Peña Nieto impuso durante sus dos primeros años de mandato en la agenda mediática. Un país donde el ingreso no alcanza para comer, para vestir o para estudiar; un país sin empleos bien remunerados;  un país donde la justicia no está al alcance de todos porque no se cuenta con los recursos para comprarla.

Visto así, estamos ante el caldo de cultivo perfecto para la indignación que vemos a diario y que los voceros del poder intentan descalificar con el argumento de la desestabilización. Al grado de tratar como criminales de alta peligrosidad a unos manifestantes por decirse “compas” entre ellos. Otra vez, incluso en el manejo de la marcha del #20NovMX: no han entendido nada.

No niego tampoco que grupos de clara ideología política auspicien e infiltren movimientos legítimos, pero la misma ciudadanía se ha encargado de pintar su raya y mantenerse ajena.

….

Y voy ahora con los empresarios. Es evidente que no están contentos. Raymundo Riva Palacio ha venido explicando con detalle el quiebre con el Presidente Peña Nieto. También he visto como Juan Pablo Castañón de Coparmex y Gerardo Gutiérrez del Consejo Coordinador Empresarial han convocado a un gran pacto por la legalidad y la justicia. Lo aplaudo.

Pero no vi mayor eco. No veo una movilización a nivel nacional para que cada líder local empuje dicha agenda. No veo a los líderes locales de otros organismos empresariales asumiendo su rol de liderazgo y contrapeso versus las decisiones de sus gobernadores. Básicamente veo la dinámica contraria: empresarios legítimos y honestos jugando a la estrategia de la inmovilidad y el gradualismo para conservar sus intereses y privilegios. Una táctica que abre la puerta para que pseudo-empresarios muy cercanos al poder y grupos del crimen organizado se vuelvan millonarios con su compadre que es ahora Alcalde o Gobernador. Pseudo-empresarios que cooptan cámaras, partidos políticos, universidades y asociaciones civiles para usarlas en su beneficio y promoción personal. Empresarios venidos a políticos por el mero oportunismo. Políticos venidos a empresarios gracias al beneficio económico de la corrupción institucional.

No es casualidad entonces que la población no responda a las convocatorias de la clase empresarial en estos tiempos, por auténticas que sean. La brecha entre unos y otros es abismal. Se llama desigualdad.

Alguna vez un empresario comprometido con sus causas se quejaba conmigo de por qué sus temas no se socializaban: es que no hay vertebración con grupos de la sociedad civil que trabajan en temas más sensibles para la comunidad en general como la violencia, la injusticia o la corrupción. Esos no han sido los temas de los empresarios y tendrían que empezar a serlo de manera urgente. Las prioridades de ambos grupos son tan distintas que la conversación no existe.

Hoy jueves, conforme a su anuncio el Presidente debe presentar su propuesta para reformar el estado de derecho de este país. Soy escéptico sobre la voluntad de un Presidente para autorregularse. No veo ningún incentivo para acotarse a sí mismo. De modo que aventuro que lo que veremos será un mero cambio cosmético, mayor simulación, otra vez patear la pelota.

Se equivocan otra vez. Para que el cambio funcione tiene que venir de la sociedad. La legitimidad de un cambio profundo en nuestras instituciones solo pueden aportarla organizaciones civiles, empresariales, académicas.

Un colectivo nacional capaz de proponer un pacto con propuestas muy concretas. Como señala Fernando Dworak en este mismo espacio: mientras más específicas y puntuales, más posibilidades de llevarlas a la realidad.

Cierro.

La ruptura está allí: élites político-empresariales que no alcanzan a comprender la realidad que ahora les abruma, una realidad que tiene a la mayoría de este país sumida en el hartazgo, la pobreza y la injusticia.

Tengo fe -porque no puede ser otra cosa- en que surjan liderazgos desde todas las esferas de la sociedad civil que no tengan miedo de encontrarse entre sí.

Liderazgos que bajen desde las élites para arrastrar los pies por las calles polvorosas de este país. Liderazgos que suban desde las bases para sentarse en el pleno del Congreso Federal sin intimidarse. Liderazgos que abandonen la comodidad del aula y la pluma para sumarse a organizaciones activas.

Por allí puede estar la respuesta. En una articulación de los que tiene poder con quienes pueden brindar legitimidad para ejercer presión unidos. Un encuentro genuino  que surja del andar juntos una marcha. Un encuentro donde lo que nos una sea la posibilidad de materializar un sueño: la esperanza de que este país puede ser mejor sin incendiarse antes.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.
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