La justicia es un bien escaso en México. Harto escaso. De acuerdo con los datos del Índice de Paz 2013, México pasó del lugar 88 en 2008 al lugar número 133 en 2013, de un total de 162 países que integran el Índice Global de Paz (IPG). Por eso Rudolph Giuliani, el respetado ex Alcalde de la Gran Manzana se atrevió a decir que en México cualquiera puede asesinar a otro y salirse con la suya. Las cifras de impunidad superan el 90 por ciento, así que si en 9 de cada 10 ocasiones la probabilidad de ser detenido es cero, bien vale la pena intentarlo.
La cifra de impunidad no varía mucho para otros delitos de alto impacto en el país. Según un estudio realizado en 2010 por el CIDE, en México la procuración de justicia es una mera simulación: las Procuradurías son ineficaces e ineficientes para perseguir los delitos de alto impacto social como el homicidio y el secuestro; y son medianamente eficaces para perseguir delitos de bajo impacto como el robo. “Hacen como que trabajan” mientras año con año reciben incrementos de hasta doble dígito en sus presupuestos. A esta dinámica el CIDE le llama “inercia burocrática” y no tiene otra causa más que la nula rendición de cuentas de parte de las dependencias para con los ciudadanos, lo que explica sus pésimos resultados.
También, de acuerdo con un análisis del Ramo 17 referido al presupuesto federal asignado para la Procuraduría General de la República en 2014, la mayor parte del gasto de los más de 17 mil millones de pesos que le son asignados, se van en Gasto Corriente (94.4%) y de este, la mayor parte son “Servicios Personales” (65.8%), es decir nómina.
Tenemos Procuradurías obesas, burocráticas e ineficientes que son incapaces de brindar resultados rápidos y concretos a los ciudadanos que las mantienen a través de sus impuestos.
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Por eso, cuando somos víctimas de un robo y acudimos a poner una denuncia y no hay nadie que nos atienda. Cuando vemos que el Ministerio Público es un inepto o un corrupto que nos pide dinero para que nuestro caso “camine”. Cuando una vez pasado el viacrucis de su denuncia pasan 6 meses y no hay detenido, consignado o reparación del daño. Cuando, por ejemplo, el periódico que dirijo en Sinaloa mantiene más de 70 averiguaciones previas abiertas por diversas agresiones desde el 2010 sin que se resuelva ninguna. Cuando todos los asesinatos de periodistas en este país siguen impunes a pesar de tanto grito. En todos esos casos no estamos siendo la excepción de nuestro sistema de justicia. Somos la regla. Una de esas 90 de cada 100 personas afectadas por la delincuencia de este país en que se puede asesinar, extorsionar, secuestrar, robar o lesionar sin sufrir ninguna consecuencia.
Por eso se siente usted tan solo y tan desamparado. Porque cuando es víctima de un delito y no hay nadie que le escuche, nadie que le ayude, nadie que le resuelva ante el atropello de algún poderoso, usted se convierte en víctima de nuevo. Una y otra vez.
Por eso, ante la falla de las autoridades recurre usted a interponer una queja ante Derechos Humanos y la respuesta es igual de inútil: una tímida y calculada “recomendación”.
Ante el desamparo la pregunta es obvia: ¿cuál justicia?
Por eso no le queda más que despotricar en redes sociales, salir a marchar con una pancarta ruda y compartir la indignación con el que marcha a lado, ese otro tan víctima como usted.
Por eso, cuando el atropello es demasiado grande como el de Tlatlaya o Ayotzinapa, dan ganas de ponerse una capucha y romper un vidrio, quemar un camión… ver arder un palacio de gobierno. Ese lugar donde anidan los corruptos que solapan los abusos del poder.
No justifico ni soy partidario de la violencia, pero ¡ah! como la entiendo cuando me imagino tres segundos en los zapatos de los padres de esos muchachos, o de sus compañeros, o de sus amigos. ¿Cuánta impotencia no?
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Por eso, medios internacionales tan prestigiados como The Economist en Inglaterra o The New York Times en Estados Unidos, están poniendo el acento en esa quimera que es para los mexicanos el “Estado de derecho”. Lo han dicho bien corresponsales, analistas y líderes de opinión internacionales a propósito del Caso Ayotzinapa (que no es más que una muestra brutal, dolorosa y todavía sangrante de los niveles de violencia, corrupción e impunidad que imperan en este país): el México del futuro se le puede ir de las manos al Presidente Peña Nieto si no es capaz de anteponer una verdadero cambio en el sistema de justicia a las ya aprobadas reformas económicas. Un cambio que dé resultados rápido, muy rápido.
Lo señalé en un artículo anterior en este mismo espacio: de nada sirve traer riqueza si no se pone primero orden en la casa. Si no se limpian las instituciones, se disminuye la impunidad y se combate de manera frontal la corrupción y el crimen organizado. El impacto económico de la reforma petrolera contribuirá muy poco al país si solo sirve para enriquecer a más caciques, para corromper a más funcionarios o para empoderar a más delincuentes.
Todo lo anterior solo puede hacerse con transparencia y con rendición de cuentas. Con planes transversales y transparentes. Pero sobre todo con voluntad, honestidad y compromiso de barrer a fondo limpiando de policías, secretarios, regidores, alcaldes, diputados y gobernadores corruptos que ya se forman en las filas del crimen organizado.
Dice un dicho que “perro no come perro”. No se puede combatir al crimen organizado con funcionarios que son delincuentes. Por eso es imprescindible la construcción de instituciones con la mayor transparencia posible.
Como bien señala Edgardo Buscaglia, tal vez México aprenderá la lección cuando el crimen organizado alcance a la élite político-económica de este país. Cuando empecemos a ver empresarios, candidatos y gobernantes muertos. Cuando sean víctimas como lo son ya millones de mexicanos de los estratos socioeconómicos menos favorecidos.
Ojalá no necesitemos tanto.
Ojalá no necesitemos ver arder el país entero. Ojalá Tamaulipas, Sinaloa, Michoacán y Guerrero sean ya aprendizaje suficiente.
Ojalá -y lo deseo profundamente- esos 43 jóvenes desaparecidos sean de verdad semilla.
Nota al pie:
Mi solidaridad con todo el equipo de SinEmbargo por las agresiones y amenazas sufridas en estos días. Desde Sinaloa todo nuestro apoyo para continuar haciendo lo que nos apasiona a pesar de las consecuencias: renunciar al silencio, sostener la voz.