Julieta Cardona
18/10/2014 - 12:00 am
Masturbarse
Pensaba escribir sobre lo decepcionada que estoy de mis gobernantes, o sobre el caso Ayotzinapa, o algo así —pues ya saben, para que la gente que dice que no hago nada de provecho en este espacio, se callara la boca—, pero se me atravesó mi clítoris. Sí, mi clítoris. En serio, mientras me autoestimulaba, pensé […]
Pensaba escribir sobre lo decepcionada que estoy de mis gobernantes, o sobre el caso Ayotzinapa, o algo así —pues ya saben, para que la gente que dice que no hago nada de provecho en este espacio, se callara la boca—, pero se me atravesó mi clítoris. Sí, mi clítoris.
En serio, mientras me autoestimulaba, pensé en escribir sobre esto de masturbarse —que además de ser una gran idea, es un gran tema—.
Cuando yo iba en la secundaria, acostumbraba estar rodeada de niños que se ponían cuadernos encima del pene y competían para ver quién lo movía más rápido o más alto. También hablaban de las veces que se “chaqueteaban” y, particularmente a uno, le hacían burla de que por tanto masturbarse, se desmayaría algún día (por aquello de no tener tiempo ni para comer); “Reynaldo, El Chaquetero”, le decían.
Igual, en la secundaria, otro caso famoso fue el de Pepe Alonso: su papá tenía una carnicería y se dijo que él se enrollaba bisteces en el pene cuando se masturbaba (que porque se sentía más rico). Recuerdo que cuando me enteré, llegué a casa, corrí las escaleras a toda velocidad y le grité a mi madre: “¡Mamáááá, no vuelvas a comprar en la carnicería de Pepe Alonso!”. Mi madre, alterada, me preguntó qué sucedía y yo le conté como pude: con prejuicios, complejos y todo eso. Sobre mi madre, bueno, ustedes ya saben cómo son las mamás; la mía se encargó de decirle a todas las mamás de la escuela a la que yo asistía y, consecuentemente, la carnicería de Pepe Alonso quebró. Maldita masturbación y sus problemas, pensaba.
La cosa fue que yo comprendí la mecánica de masturbación (en los hombres) gracias a mis compañeros de secundaria, no a mis profesores de Anatomía. La mecánica de masturbación en la mujer, la comprendí cuando entré a los diecinueve años; sí, ya sé: ya algo peluda y todo eso, pero es que entiendan que mi despertar sexual, en términos generales, me vino algo más tarde que al promedio. Además, en aquel momento iba mucho a la Iglesia y la monserga de Dios como un ente omnipresente me ponía muy nerviosa. Sobre todo esta última cosa.
Otra vez, en términos generales: crecí creyendo que la masturbación estaba mal. En esta sociedad, el placer en solitario no se celebra porque no se comparte; la gente vive avergonzada de sentir orgasmos autoprovocados porque el placer sexual es condicionado y apenas legítimo cuando el consentimiento es ajeno. Por eso Adán y Eva fueron expulsados: por sentir el único placer que estaba prohibido.
Qué juzgón el tal Dios y las personas conocidas, las desconocidas, nosotros con nosotros mismos. Dicho esto, asevero: nuestra precaria educación sexual es inversamente proporcional a la fuerza del discurso eclesiástico cargado de culpa colectiva por sentir placer sin permiso. Y el único placer con permiso es ese que excluye cualquier destello sexual, porque aunque usted se arrejunte por todas las de la ley del cielo y la tierra, existe el pecado original. O sea: no se libra de ninguna manera maldito depravado vaya a fijarse que a la vecina doña Naty no le falte nada de comer, y ahí de usté que no deje limosna en el templo de nuestro señor por los siglos de los siglos santos porque se me va directito con Lucifer, amén.
Pero, sigamos y terminemos el tema. ¿Qué hay de los tabúes? Las mujeres no se autoestimulan. Si usted se toca mucho, le saldrán vellos en la mano. Masturbarse provoca ceguera y disminución en la potencia sexual. Etcétera. (Y con eso de que ya casi todo provoca cáncer, falta poco para que masturbarse provoque cáncer: cáncer en la mano, cáncer en el pene o cáncer en el corazón; este último cáncer nada más porque sí).
¿En serio así, tan involutivos? ¿Es tan primitiva nuestra educación sexual? ¿Tan infames nuestros medios de comunicación? ¿Terminamos compartiendo nuestra vida con conservadores golpes de pecho que van a cenar a nuestras casas y que, probablemente, terminan siendo testigos de Jehová, nuestros padres, nuestros amigos, nosotros? Sí. Sí a todo.
Me pongo triste porque el placer sin culpa es una puta maravilla. Luego sonrío porque depende de nosotros alimentar los tabúes, evadir el tema, comenzar o continuar hablando abiertamente de la masturbación sin fines de morbo o burla, sino como lo que es: una práctica sexual normal y natural que no le hace daño a nadie.
Además a quién engaño, si no hay nadie que me toque mejor que yo. ¡Joder!
Según estudios, 4 de cada 10 mujeres (38%) practica la masturbación mientras que en los hombres la proporción fue de 6 de cada 10 (61%)[1].
“Estudios previos han demostrado que los hombres son más propensos a masturbarse desde la adolescencia hasta la mediana edad. Eso era verdad en parte en este estudio. La tasa de masturbación masculina cayó un poco después de los 50 años. Pero, en general, los hombres que se masturban continúan haciéndolo en la vida posterior”[2]. (Este dato respalda el anterior).
[1] Pijamasurf (2014). ¿Qué tanto se masturban en realidad hombres y mujeres?, 9 mayo 2012, de Pijamasurf. Sitio web.
[2] Psychology Today (2014). How Common Is Masturbation, Really? 30 marzo 2009, de Psychology Today. Sitio web.
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