Sin Osorio Chong

06/10/2014 - 12:00 am

Por María Benitez.

“Ver al cielo y buscar zopilotes rondando”. Así reportaron en el noticiero radial de Loret de Mola la “estrategia” de las autoridades para localizar a los 38 normalistas desaparecidos. Mientras, el Centro de Derechos Humanos de la Montaña, Tlachinollan, emitió un comunicado para denunciar que “los operativos de búsqueda se han implementado con graves deficiencias; por ejemplo, el arribo a los puntos [en los que se presume que los pueden localizar] no es precedido por una tarea diligente de inteligencia que asegure y delimite las zonas de búsqueda”.

Pero ni seis muertos y treinta y ocho desaparecidos. Seis muertos. Entre ellos un joven desollado, Julio César Mondragón, quien se presume murió a causa de tortura, ya que su cuerpo sólo registra golpes sin ningún impacto de bala. Treinta y ocho desaprecidos, todos jóvenes y normalistas. Ni seis muertos y treinta y ocho desaparecidos fueron suficientes para ocupar las primeras planas del 2 de octubre. En la mañana sólo tres notas reportaban datos y la noticia parecía haber desaparecido junto con los normalistas. Ni siquiera la poderosa Carmen pudo posicionar el tema cuando por la mañana entrevistó al secretario de gobernación, Osorio Chong. Se refirió a los “lamentables hechos” pero no pudo decir “Iguala”, “Ayotzinapa”, “asesinados”, “desaparecidos”. Y luego, cambio de tema. Punto.

Si eso no es hacer negocio con el silencio, nadie puede negar que se trata, al menos, de una administración de la información culpable de solapar la impunidad, la falta de verdad y la justicia. Entre tanto, en las redes sociales se criticó lo mismo de los estudiantes politécnicos. No dijeron nada. Tuvieron a Osorio Chong de frente, en el templete. Sobre la palma de su mano y no dijeron nada. No quisieron confundir a la opinión pública, manchar su encuentro, sus promesas. No sabemos.

Por su parte, algunos participantes y medios de comunicación que asistieron a la marcha del 2 de octubre estaban felices de que la nota “fuera otra vez el Comité del 68”. Que no hubiera habido violencia. Que México vuelva a ser progre y civilizado. Que marche pacífico y en silencio. Que nadie sienta rabia y coraje por lo sucedido. Que un vidrio roto no soterre nuestras pretensiones de un país distinto. Hay que tratar de entender qué es lo que está pasando.

¿Por qué los gobiernos de Guerrero y el gobierno Federal no han criminalizado a los estudiantes como es costumbre? ¿Por qué hacen búsquedas tan poco exhaustivas y desorganizadas? ¿Por qué buscan cuerpos con la vista y el olfato de los zopilotes y no estudiantes vivos? ¿Por qué no usan la tecnología para la que invirtieron tanto presupuesto? ¿Por qué huye el Alcalde de Iguala, qué sabe? ¿Qué sabe él que no sepa toda la cadena de mando hasta la Presidencia? ¿Qué sabe él que no sepamos todas y todos los que leemos, vemos y escuchamos que hubo seis muertos y treinta y ocho desaparecidos?

Que en México el estado de derecho no existe. O más bien, que en México existe el uso del estado de derecho contra los pobres, los indígenas, los jóvenes y los anarquistas. Que en México existe la justicia para los ricos y los empresarios, para ellos se hacen leyes y reformas que se respetan. Que en México aunque “te informes” no hay beneficios para la gente que trabaja. Que en México el despojo y la destrucción son los símbolos del tiempo.

¿Pero a dónde vamos con eso? Seguimos en las mismas cuando el experimentado colmillo de un titular de Gobernación puede desactivar a los medios de comunicación, a la periodista por excelencia; cuando un solo Osorio Chong puede desactivar la solidaridad entre pares; cuando una estrategia simplista puede desactivar la rabia acumulada un 2 de octubre. No sé qué sería entonces del gobierno de Peña Nieto sin Osorio Chong.

Sin embargo, eso no importa ahorita. Queremos que nos expliquen qué pasó. Que hagan justicia, que castiguen a los responsables. Que ofrezcan reparación del daño. Que presenten con vida a los desaparecidos. A todos, porque está documentado por testigos presenciales que fueron patrullas las que se llevaron a los muchachos. No puede ser que sigamos así. O como diría Walter Benjamin, tal vez el problema es pensar que lo que sucede hoy es la excepción y no la regla. Y entonces sí, podremos ver a la historia, acumulada en ruinas y decidir que algo tenemos que hacer.

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