PRD: la muerte de un tabú legislativo

01/10/2014 - 12:03 am

Todo elemento en las normas e incluso estructuras físicas de un órgano legislativo fue diseñado con un fin específico, o se presta para privilegiar ciertas tácticas por encima de otras, permitiendo que la institución desempeñe sus funciones. Hablamos aquí desde asuntos tan triviales como el acomodo de asientos hasta las propias reglas de procedimiento.

En el caso de la Mesa Directiva, su función principal es conducir las sesiones y representar la pluralidad del órgano legislativo. Esto implica, entre otras cosas, dar la palabra a los legisladores que desean participar en los debates, respetar los tiempos, llamar al orden en caso de interrupción de las sesiones y en algunos casos imponer medidas disciplinarias que van desde amonestaciones o suspensiones sin goce de sueldo.

Debido a que la reputación de imparcialidad que debería acompañar a un presidente de Mesa Directiva sólo se puede construir a lo largo del tiempo, estos funcionarios llegan a tal cargo después de un largo proceso de socialización que los lleva desde ser secretarios y vicepresidentes de este órgano; lo cual implica varias reelecciones.

Para el caso del Congreso de la Unión, no es sino a partir de 2009 cuando los cargos de la mesa directiva comenzaron a durar un año, con posibilidad de reelección; aunque en realidad los partidos se dividen la presidencia de manera anual, sujeto a dos reglas no codificadas. La primera, ningún grupo parlamentario puede presidir simultáneamente la Mesa Directiva y la Junta de Coordinación Política, para no concentrar el poder. La segunda, ningún partido puede presidir de manera simultánea las mesas directivas de ambas cámaras.

De 1999 hasta este año había enorme reserva a que el PRD tuviese la presidencia de la Mesa Directiva por un año, especialmente aquel que coincidiese con las elecciones. Sin embargo, a partir del 31 de agosto este partido preside las mesas directivas de ambas cámaras. ¿Qué sucedió?

El problema del PRD

La Ley Orgánica vigente, que establece la rotación anual de la Mesa Directiva, ha aplicado el último año de la LVII Legislatura (1997-2000) y la totalidad de las legislaturas LVIII (2000-2003), LIX (2003-2006), LX (2006-2009), LXI (2009-2012) y LXII (2012-2015). Salvo en la LX la presidencia del último año en la Cámara de Diputados, que le correspondería al PRD, se dividió en tres periodos para cada partido, dejando a los amarillos la presidencia en meses que no tendrían sesiones ordinarias. ¿Por qué?

Se pueden distinguir dos razones. La primera, desconfianza de los demás partidos a la imparcialidad de los amarillos durante las sesiones. Por ejemplo, si es facultad del presidente de la Mesa Directiva llamar a la fuerza pública, un escenario catástrofe que se deseó evitar sería que entrase un grupo de choque al Congreso durante una discusión álgida y que no se llamara al orden. La segunda: son años electorales, donde no sólo las pasiones se desbordan, sino que además un presidente puede usar su cargo para proyectarse políticamente.

La excepción: durante la LX Legislatura (2006-2009) Ruth Zavaleta, en aquel entonces perredista, presidió la Mesa Directiva de agosto de 2007 a agosto de 2008. Lo anterior fue porque el PRD era la segunda fuerza política tras las elecciones de 2006. Sin embargo, y al contrario de las expectativas de los radicales de su partido, la legisladora desempeñó su cargo siguiendo los intereses de la institución. Como respuesta, López Obrador lanzó un par de comentarios machistas contra ella y cuando terminó su cargo fue expulsada del partido.

Por otra parte también hubo un presidente perredista en el Senado: Carlos Navarrete de agosto de 2009 a agosto de 2010. Otra vez, se trató de un año no electoral y en este caso tanto el PRI como el PAN cedieron ese año al perredista.

¿Por qué la decisión?

Al contrario de los diagnósticos, el PRD no sólo preside ambas cámaras en año electoral, sino que lo hace cuando aparentemente no sería capaz de garantizar la cohesión de su grupo parlamentario ante la expectativa de la escisión de los obradoristas, que debieron haber conformado hace semanas el grupo parlamentario de Morena.

Todavía más, se rumora que el flamante presidente de la Mesa Directiva, Silvano Aureoles, dejará su curul en 2015 para buscar la candidatura de Michoacán; y Luis Miguel Barbosa Huerta combina su doble función de coordinador de grupo parlamentario y presidente del Senado para impulsar la agenda del PRD. ¿Tiene sentido? Quizás sí, aunque no sea tan obvio.

El primer elemento a tomar en cuenta es a quién se desea fortalecer rumbo a 2015. En este caso hablamos de una izquierda institucional en el momento que cambia sus dirigencias y enfrenta una escisión. Si la apuesta de los grupos panistas y perredistas que firmaron el Pacto por México en 2012 fue posicionarse para quedarse con los partidos, esto ayudaría a consolidar el propósito.

¿Qué efectos tendría? Si los legisladores afines a Morena han mostrado preferir las prebendas de las comisiones que presiden en términos de sobresueldo, personal y oficinas en lugar de embarcarse en una nueva aventura partidista, este nuevo entorno representa un aliciente para pensar dos veces el salto. Y el hecho de que los perredistas tengan las presidencias de ambas cámaras puede implicar que habría menos tolerancia a tomas de tribuna, mantas o demás performances. O como se dice, para que la cuña apriete debe ser del mismo palo.

¿Qué pasaría con la agenda del PRD rumbo a 2015? Si el tema energético era agenda de Cuauhtémoc Cárdenas y Morena, el fortalecimiento de los Chuchos podría hacer que quede a un lado. Al fin y al cabo no tuvieron lugar las grandes movilizaciones que se esperaban con las reformas a la Constitución y las leyes secundarias.

A lo anterior se podría tomar en cuenta algo que ya se dijo en este espacio: la posibilidad de que las elecciones estén marcadas por la agenda social. Esto favorece al PRD, que podría ganar terreno electoralmente o al menos mantener su apoyo frente a un partido personalista cuyo líder al parecer no figurará en las boletas.

El problema es para el PAN, que parece no darse cuenta mientras sigue desdibujando su plataforma con ocurrencias como el salario digno y la reducción a los sueldos de los funcionarios. De seguir así sus bases tradicionales pueden optar por el partido que los ha golpeado menos: el PRI.

Fernando Dworak
Licenciado en Ciencia política por el Instituto Tecnológico Autónomo de México (ITAM) y maestro en Estudios legislativos en la Universidad de Hull, Reino Unido. Es coordinador y coautor de El legislador a examen. El debate sobre la reelección legislativa en México (FCE, 2003) y coautor con Xiuh Tenorio de Modernidad Vs. Retraso. Rezago de una Asamblea Legislativa en una ciudad de vanguardia (Polithink / 2 Tipos Móviles). Ha dictado cátedra en diversas instituciones académicas nacionales. Desde 2009 es coordinador académico del Diplomado en Planeación y Operación Legislativa del ITAM.
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