Amiguito, amiguita, ¿está usted hasta la madre de que se celebre la independencia de México con bombo y platillo mientras lo que observa a su alrededor es una debacle económica, política y social? ¿Ya está harto pero le gustaría reírse un poco de la situación, para sobrellevarla? Entonces corra a la librería y compre “La fila india”, de Antonio Ortuño y “Conquistador”, de Rafael Acosta: ambos escritores finísimos en el arte de la irreverencia y el humor mordaz.
Le cuento un poco más de estos dos compas para que se anime.
La fila india, de Antonio Ortuño
¿Vive usted en el D.F. o sus alrededores, está rodeado de gente que se las da de biempensante y siempre tiene una opinión políticamente correcta para todo suceso local, regional, nacional o intergaláctico y, además, tiene usted un empleo que allá por sus lares llaman trabajar de “godínez”? Entonces “La fila india” le va a encantar.
La premisa de la novela podría reducirse a una pregunta: ¿qué pasa si a un burócrata de medio pelo resulta que en realidad sí le importa su chamba y quiere hacerla bien? Eso, eso que usted ya empezó a imaginar sucede en la novela, y se cuenta con un humor ácido maravilloso.
Pero vayamos puntualizando. El burócrata de medio pelo trabaja en algo similar al Instituto Nacional de Migración, justo en una época en donde hay una muchedumbre de centroamericanos que quieren cruzar el país para llegar a EE.UU. y hay también un montón de bandas del crimen organizado que buscan hacerse ricas a costa de dichos inmigrantes. La novela comienza con el incendio de un albergue. Sí: ¡es también una novela negra! ¿Atraparán a los asesinos? ¿Estarán coludidas las autoridades? ¿Se convertirá en un héroe nuestro burócrata de medio pelo?
Pero momento: el burócrata no es un vato sino una mujer. Está divorciada, tiene una huerca y sí, oh sí, también padece a un ex-marido mediocre, berrinchudo y acomplejado que es el mejor ejemplo de... adivine adivine... ¡de la máxima y atroz estupidez del intelectual biempensante! A mi juicio, este personaje y sus capítulos correspondientes son lo mejor logrado de la novela, lo más divertido y corrosivo. Perlitas de a libra, pues. Una joya para reírse de este país en el que parece que nada avanza.
¿Convencido? Antes de que corra a la librería lea los siguientes parrafitos, pues seguramente irá por dos libros.
Conquistador, de Rafael Acosta
¿Qué habría pasado si la historia hubiera sido al revés? ¿Si la banda de acá hubiera descubierto España y conquistado Europa? Imagínese nomás. Ahora imagine que eso no sucede en la historia sino en un futuro cercano.
Rafael Acosta encuentra la premisa perfecta en esta novela, ficticia pero plausible o, lo que es lo mismo, una premisa digna de ser aplaudida: un desarrollo biotecnológico, después de los acuerdos que acaban con la guerra del narco en nuestro país, permite al narco mexicano tener los excedentes de producción necesarios para iniciar nuevas aventuras y conquistar, literalmente, nuevos mercados y territorios.
Olvídese de los mexicanos acomplejados de “El laberinto de la soledad” e imagínese mexicanos cabrones, sabedores de que son o serán los dueños del mundo y llegan a un lugar que les parece, como a todos los conquistadores de la historia universal, bárbaro e incivilizado: “pongamos que hablo de Madrid”. Imagine las vicisitudes, narradas con un humor cáustico, que tienen que vivir mientras van doblegando a los nativos. ¿Ganarán la batalla? ¿Se impondrá ese equipo que es lo mejor de lo peor, el dreamteam del narco mexicano, sobre las mafias y gobiernos europeos? ¿Cómo lo lograrán? ¿Qué pasará con la cultura europea cuando ser narco y mexicano sea lo más chic del mundo?
Pero ojo: la novela no está escrita con el tono de “La risa en vacaciones” sino con un humor fino. ¿Leyó usted “Good Omens”, de Terry Pratchett y Neil Gaiman? Pues mejor. ¿Vio “Breaking Bad”? Pues la misma destreza para construir personajes y escenas.
Es decir, ésta no es la típica narconovela de corte periodístico (aunque si usted sabe del tema, seguro encontrará los guiños a los sucesos internacionales de los últimos años), ni de corte antropológico (aunque los personajes están perfectamente caracterizados en su idiosincracia: desde el norteño emprendedor hasta el veterano gringo que decidió buscar nuevos horizontes, pasando por el hacker a quien el adjetivo “perverso” le queda muy muy corto), ni es una novela que se sostenga sólo en el regocijo de la violencia y las armas (aunque las escenas al respecto estén muy bien narradas y documentadas). “Conquistador” va mucho más allá. Es una novela con todas las de la ley: personajes, ambientes, lenguaje, estructuras, diálogos, tramas, desenlace, temas y, además, un humor mordaz que lo hará pasar horas y horas de sana diversión.
Ahora sí: corra a la librería.