Por Óscar Arredondo Pico, investigador de área de Presupuestos y Políticas Publicas en Fundar.
Para que el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL) pueda medir el ingreso de la sociedad en nuestro país usa dos herramientas: una de ellas se conoce como la línea de bienestar mínimo, que comprende la canasta alimentaria misma que se determina con el consumo básico de alimentos de una persona al mes, y la línea de bienestar que equivale al valor total de la canasta alimentaria más la canasta no alimentaria; es decir, lo que gasta una persona en servicios y necesidades que no están relacionados con la comida: como el transporte, la recreación o la salud.
Hace unas semanas el CONEVAL publicó los resultados más recientes de ambas líneas de bienestar y dado que no es lo mismo lo que gasta una persona en el campo que una persona de la ciudad, existen dos factores de medición: el rural y el urbano. De acuerdo al estudio, para agosto del presente año, de alimentación por persona rural al mes el gasto básico era de $868.25 y por una persona de ciudad de $1,242.61. De bienes y servicios se requieren al menos $746.39 por cada persona del campo y $1299.63 para quienes habitan en una urbe. La suma de ambos factores es la línea de bienestar, conforme a estos datos los citadinos para estar “bien” tendrían que ganar al menos $2,542.24 y los campesinos $1,614.64, parece difícil de creer que alguien pueda tener bienestar con esos ingresos. Sin embargo lo más increíble no está en estas sumas, sino en los conceptos que en detalle las integran.
Conforme a los datos del CONEVAL dentro de los $868.25 que gasta una persona rural al mes, se comprenden entre otros, los siguientes gastos diarios: $2.93 de tortilla; $0.20 centavos de arroz; $1.89 de bistec puede ser aguayón, cuete o pierna; $1.69 de pollo; $1.67 de leche pasteurizada, entera o light; $0.33 centavos de queso y $0.96 centavos de huevo; menos de un peso en varías frutas; de cocacola y otros refrescos $1.27 y por comer en la calle $4.86. En ese entendido y de acuerdo a estos datos, un campesino podría comer diario perfectamente con menos de $30 pesos (dos granitos de arroz, una mordida de bistec, un trago de leche, o ¿cómo?). Pero sabemos que no sólo de pan vive el hombre, CONEVAL también detalló cuánto le cuesta la vida a alguien de campo más allá de lo que se come, algunos conceptos son: de transporte, una persona de zonas rurales gasta diariamente $4.36; de educación, cultura o recreación $3.15; en servicios para vehículos y “comunicaciones” $0.67 centavos; en vivienda y mantenimiento $3.23 y cuidados de la salud $3.76. Lo datos de los gastos en las ciudades son igual o más desproporcionados e inverosímiles, claramente no corresponden a la realidad y nadie en su sano juicio puede argumentar que con ese presupuesto se puede vivir en un estado de bienestar.
Como ejercicio, comparemos los $53.86 diarios que requiere un campesino, de acuerdo a lo que el reciente presentado informe gubernamental pretende hacernos creer; con los $10,564.0 que gana diariamente un magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación; es decir 196.13 veces más - y sin juzgar quien de los dos resulta más útil para el país-, podemos darnos cuenta no sólo de la enorme desigualdad social en la que vivimos, sino de la ilusión gubernamental con la que quizá el presidente y su comitiva se redimen las culpas para poder dormir a rienda suelta creyendo que existe bienestar en la mayoría de la población. Por lo pronto yo como persona de la ciudad ya rebasé mi gasto diario con un café de Starbucks.