México 2018

21/08/2014 - 12:03 am

“Conversaciones a fondo” reunió a seis periodistas con el Presidente de México Enrique Peña Nieto.  Fue una especie de entrevista conjunta, moderada por el Director del Fondo de Cultura Económica, José Carreño, quien fuera –cheque el dato- Director de Comunicación con Carlos Salinas de Gortari. La entrevista tenía como finalidad socializar el fin del ciclo reformista de la actual administración e inaugurar la fase de convencimiento sobre sus beneficios para la población.

Me parece que la idea era decirle al público televidente del horario nocturno que las reformas ¡por fin! se realizaron y que la bonanza llegará tarde o temprano. Ese público que no es todo México, pero que sirve para decidir elecciones.

Se supone, o al menos así parecen haberlo diseñado los productores, que “Conversaciones a fondo” servía para pasar al Presidente y sus reformas por la “prueba del ácido” de la crítica para convencer a la clase media. Para los de abajo, el Presidente ya había estado por la mañana en el programa de revista “Hoy” de Televisa.

No abundaré en si Maerker, Beltrán del Río, Krauze, Gómez Leyva o Hiriart son periodistas. Las “preguntas” y la sonrisa cautivadora de Lili Téllez me dicen que ella no iba en ese papel, simplemente renunció al periodismo y optó por la adulación. Tampoco me detendré en si el resto de las preguntas fueron a modo. No desperdiciaré este espacio en esa especulación, tal vez útil para otros propósitos.

Prefiero entrarle a las respuestas de Peña Nieto y compararlas a vuelo de pájaro con, ¿qué le parece la realidad mexicana?

Empiezo por una aclaración: a nuestros políticos les gusta mucho hablar con frases grandilocuentes y expresiones ingeniosas. Eso de dar hechos concretos y cifras no es lo suyo. Peña Nieto es un ejemplo de ello. En su libro digital ‘Remolino’, Sergio Aguayo lo describe así: “… no deslumbra por su capacidad analítica y cultura general, sí destaca por su pragmatismo, su disciplina e inteligencia política y mediática (es intuitivo, aprovechas las oportunidades que se le presentan, y proyecta buena imagen)”. En “Conversaciones a fondo” vimos exactamente a ese Presidente. Fue capaz de explicar con precisión los momentos que llevaron al pacto, el timing político de las reformas y la urgencia por implementarlas. Pero se vio incapaz de decirle a León Krauze en que posición del indicador de corrupción quedará México al final de su mandato, o a Ciro Gómez Leyva cuál será el ingreso per capita de los mexicanos.

Vale la aclaración porque la mejor herramienta que tenemos los ciudadanos para evaluar el desempeño de quienes nos gobiernan no son los discursos ni las declaraciones gubernamentales, sino los indicadores duros que producen distintas entidades públicas como INEGI o el Banco de México; también los que producen organismos no gubernamentales como centros de investigación, observatorios e, incluso, instituciones privadas como los medios de comunicación.

En el tema económico, según el Semáforo producido por “México ¿Cómo vamos?”, dirigido por Viridiana Ríos, no hay un solo indicador en que México pase del amarillo o el rojo. El desempeño del PIB durante el primer año de Peña Nieto fue decepcionante, apenas el 1.1% contra el 3.5% esperado, y para 2014 se ha reducido la expectativa, también superior al 3%, inicial por una que ronda el 2% en el mejor de los casos. El empleo, con apenas 37 mil plazas generadas en Julio, está muy lejos de los 100 mil plazas necesarias por mes. En suma, la economía no levanta y la población lo resiente y sufre a diario.

En seguridad, me referiré al Índice de Paz 2013 producido por la ONU. El índice es una construcción compleja que evalúa condiciones de violencia e impartición de justicia. Según ese índice la calidad de vida de los mexicanos se ha deteriorado en 27% durante los últimos 10 años. Además, según el número de homicidios durante el primer año de la administración de Peña Nieto reportado por el SNSP, fueron 17,068 muertos, de seguir así la cifra al final del sexenio sería escandalosa. Más allá de la estrategia de control del discurso sobre la violencia y el combate al narcotráfico que apuesta por el silencio, no parece haber gran diferencia entre la estrategia calderonista y la de Peña Nieto.

En materia social hay otra realidad abrumadora: tenemos más pobres que son más pobres. Son cada día más los que menos tienen y tienen cada vez menos. Disculpen el trabalenguas pero es que así es. De acuerdo con las cifras más recientes de INEGI, México cuenta hoy con 53.3 millones de habitantes en condiciones de pobreza. Además la población vulnerable aumento de 38.8 millones a 40.7 millones de personas de 2010 a 2012.

Y por último, León Krauze hizo la que me pareció la mejor pregunta de la noche: ¿qué carajos con la corrupción? (la grosería es mía) y la respuesta fue vergonzosa: “es un tema cultural… la hay en todas las esferas… ya se está haciendo la tarea…”. Me parece que la razón por la que en las encuestas la población manifiesta altos grados de escepticismo con respecto a las reformas no es porque no las considere necesarias, sino porque desconfía de quienes las ejecutan y sus métodos. Desconfía del Gobierno Federal, del Congreso, de los partidos y de los sindicatos. Desconfía porque esa película ya la hemos visto muchas veces y no tiene final feliz: grandes fraudes, nuevos ricos, líderes charros, extractores de rentas, vividores del sistema. Todos impunes, todos. La pregunta toca la razón más profunda de la crisis de credibilidad que vive nuestra democracia: el vínculo roto entre ciudadanos y políticos.

Por eso, me parece que lo mejor que pueden hacer el Presidente y su equipo para convencer a la población de la bondad de las reformas, es comprometerse a los resultados de las mismas. Comprometerse con números precisos que reflejen ideas claras y planes concretos. No puede haber planes sin objetivos, los mexicanos merecemos saber cuales son esos objetivos en todos los ejes fundamentales de política pública.

Por eso, en calidad de ciudadano y sin ningún premio Óscar a cuestas, propongo un breve paquete de indicadores para que el equipo de la Presidencia se atreva a comprometerse para finales de sexenio, y que servirán de tablero de control para evaluar a México desde hoy y hasta 2018. En el sentido de darle continuidad a las preguntas ya planteadas por Ciro Gómez durante la entrevista.

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Sería una necedad negar que después de décadas de parálisis y autodiagnóstico excesivo, era urgente y necesario apuntalar cambios de gran calado en todas las materias de política pública. Estoy convencido que la administración del status quo era la peor decisión y celebro que el Presidente no eligiera ese camino. No estaríamos en esta discusión de no ser por dicha decisión.

Pero no podemos firmar un cheque en blanco. La peor postura que periodistas, líderes de opinión y ciudadanos en general pudiéramos adoptar sería el falso triunfalismo o la complicidad irresponsable, por eso bien haría el presidente y su equipo en responder con números concretos a las expectativas generadas por cada una de las reformas.

#Conversacionesafondo fue el hashtag que los tuiteros usaron para hablar de la entrevista durante su transmisión. Si México fuera Twitter y no Televisa, tal vez Peña Nieto no sería Presidente. El caldo de cultivo de las redes sociales puede ser diverso, caótico y hasta cruel e irracional, pero mientras nuestros medios de comunicación carezcan de independencia, no podemos esperar verdadero periodismo de ellos. Las redes sociales son ahora el espacio más democrático que tenemos en cuanto a opinión pública se refiere.

Entiendo que los beneficios de las reformas difícilmente son inmediatos, los cambios son amplios y sus interrelaciones bastante complejas, por eso su implementación será necesariamente lenta. Pero si en 2018 el Presidente no consigue traducirlas, por lo menos parcialmente a la realidad,  el PRI será incapaz de renovar sus votos.

Asumo que el Presidente Peña Nieto está consciente de ello pues dice no importarle la pérdida de credibilidad a cambio de transformar el país. En eso coincidimos, a la relación entre ciudadanos y políticos no le queda mucho por perder, por eso apelo a su naturaleza pragmática. Los discursos ya no alcanzan Presidente, urgen realidades.

Adrián López Ortiz
Es ingeniero y maestro en estudios humanísticos con concentración en ética aplicada. Es autor de “Un país sin Paz” y “Ensayo de una provocación “, así como coautor de “La cultura en Sinaloa: narrativas de lo social y la violencia”. Imparte clase de ética y ciudadanía en el Tec de Monterrey, y desde 2012 es Director General de Periódicos Noroeste en Sinaloa.
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