El pasado lunes el presidente Peña Nieto dio por cerrado una etapa de su sexenio, marcada por la dinámica de negociación alrededor de un conjunto de reformas. Algunas venían del gobierno y otras de la oposición, pero en todas cada parte cedió algo. A partir de ese momento se dio, aunque no oficialmente, el banderazo a la contienda rumbo a las elecciones intermedias de 2015.
Una complicación para los principales partidos de oposición fue que colaboraron tan cercanamente al gobierno y alargaron tanto los tiempos de la negociación que el gobierno pareciera llevarse los créditos del proceso. Lo anterior con el beneplácito de las posturas radicales, que siempre pueden apelar desde la comodidad de la reacción al “se los dije”.
Como señala la encuesta publicada por el diario Reforma, el PRI tiene el 40 por ciento de las simpatías, seguido por el PAN (22%), PRD (16%), Morena (7%), PVEM (5%), MC (4%) y PT y AN con 3% cada uno. Aunque todavía no se tiene información sobre las preferencias electorales por entidad o distrito, con 40% de apoyo el PRI puede llevarse la mayoría de la Cámara de Diputados sin necesidad de recurrir a los plurinominales.
¿Qué significa esto? La oposición, especialmente la de izquierda, fue incapaz durante un año de presentar una narrativa que convenciera a la ciudadanía de que sus posturas eran mejores que las del gobierno, perdiendo la oportunidad de mejorar las iniciativas que se presentaron ante las cámaras. En breve, el votante medio percibe que lo aprobado puede ser mejor.
Lamentablemente la ausencia de un ejercicio de autocrítica pretende marcar las campañas intermedias por una competencia de cuál partido vende la mejor fantasía.
¿La izquierda perdió coyunturas para exigir transparencia en los contratos de Pemex y los conflictos de interés por defender a una legisladora que gangrena paulatinamente su credibilidad? Neguemos la realidad pretendiendo que se puede “tirar” una reforma que llevará para julio de 2015 casi un año de implementación. Y que quede claro, el PRD y Morena van a reunir firmas por separado, para mostrar músculo.
Seamos realistas: aun asumiendo que pueda revocarse esta reforma (lo cual no es el caso), se requeriría de un umbral de participación elevado y un rechazo mayoritario para que suceda. ¿Cuál es la apuesta entonces? Mantener viva la causa durante 2015 entre controversias ante el poder judicial sobre su vialidad o no.
¿La desigualdad es un problema que no se ha resuelto? Cuando se trata de jugar a Robin Hood no importan asuntos como la capacitación de la fuerza laboral, las condiciones para abrir empresas o la de competencia y ni se diga los incentivos fiscales: la varita mágica impresiona más. ¿Cómo puede sustentarlo un partido que es liberal en lo económico? Diciendo que el Salario Digno está en sus principios de doctrina, aunque se deje a un lado los “cómo”. ¿Hubiera rechazado esta propuesta un liberal como Manuel Gómez Morín? Entonces digamos que se le debería superar: al fin y al cabo era contemporáneo de Lázaro Cárdenas.
De esa forma vemos que el PAN se involucra en una actividad que legitimó al PRI por décadas: tergiversar el ideario de próceres históricos para servir a un discurso político, rebajando así el trabajo de los ideólogos al deshuesadero de los propagandistas.
¿El PAN habla de fijar salarios mínimos por decreto? Entonces Mancera habla de subirlo a ochenta pesos. ¿Insuficiente? No se preocupen: el senador Barbosa propuso aumentarlo a más de 700%. Al fin y al cabo ejercicios como el plebiscito, el referendo y la consulta siempre tienen una letra chica: si se llega a aprobar por esta vía una iniciativa que termina siendo un mal remedio, los gobernantes siempre se pueden lavar las manos diciendo que el pueblo, no ellos, la refrendaron.
En este ejercicio de ocurrencias nuestra oposición mejora sustancialmente la democracia representativa, pasando de la simple boleta para elegir autoridades al cuadernillo de opción múltiple para decidir asuntos públicos en la misma jornada, en lugar de cómo se hace en cualquier otra democracia: evaluar por desempeño a legisladores y gobernantes que compiten para quedarse en su puesto.
Mientras tanto, entre bufes, supuestos más heroicos que la Liga de la Justicia, Kalimán y el Santo juntos y otros bonitos deseos, el PRI sigue consolidando una narrativa orientada a ganar la mayoría de la Cámara de Diputados y con ésta, el control tanto del presupuesto de egresos como de las cuentas públicas por el resto del sexenio.