La incapacidad de respuesta civilizatoria frente a las catástrofes que enfrenta la humanidad y que tienden a agudizarse es cada vez más abrumadora. Desde el cambio climático que provocará crisis mayores en acceso al agua y los alimentos, así como consecuencias más desastrosas por eventos climáticos extremos, hasta la epidemia de obesidad y diabetes que cubre ya a gran parte de la población global: la incapacidad de respuesta para la protección del interés común es la expresión del dominio de las grandes corporaciones sobre los gobiernos y organismos internacionales.
La inconsciencia y la pérdida de contacto con nuestro entorno nos impide ver la magnitud de las alteraciones que estamos generando en nuestro medio ambiente y que nos pueden pasar como insignificantes. El colapso de las colonias de abejas en varias regiones del mundo provocado por un grupo de agroquímicos pone en un riesgo mayor a los ya deteriorados ecosistemas del planeta, afectando la reproducción de una larga lista de especies vegetales.
Las abejas son fundamentales, junto con otras especies como mariposas, murciélagos y ciertas aves, para la polinización. Son esenciales para la reproducción sexual de las plantas y la dispersión de sus genes, manteniendo sus poblaciones naturales y con ellas, de animales. Se estima que alrededor de 400,000 especies son beneficiadas por este tipo de polinización. El 90% de las más de 250,000 especies de plantas con flores dependen de estas especies para su polinización. Los ingresos económicos de la producción agrícola global que depende de los polinizadores está entre los 60 y 130 mil millones de dólares. 1 de cada 3 alimentos consumidos por los humanos depende directa o indirectamente de la polinización animal. Tonio Borg, comisario europeo de Sanidad ha señalado que las abejas son vitales para el ecosistema al favorecer la polinización, estimando que su aporte a la agricultura europea es de más de 22 mil millones de euros.
El colapso masivo de colonias de abejas se ha venido registrando desde los primeros años de este milenio. Se habían considerado varias causas hasta que se identificó que un tipo de insecticidas es la razón principal de este colapso de las colonias de abejas. Entre los estudios que han confirmado esta causa destaca uno realizado por la Universidad de Harvard. A través de diversos experimentos se ha demostrado que el uso de los insecticidas conocidos como neonicotinoides colapsa las colonias de abejas.
Otro estudio realizado recientemente por Greenpeace, “Gotas de veneno para las abejas”, ha dado más evidencia a la autoridad europea para mantener la prohibición que ha establecido sobre estos insecticidas y enfrentar las demandas que esa autoridad está recibiendo de Bayer y Syngenta. Existen estudios que comienzan a señalar a estos plaguicidas como responsables también de la caída dramática que se ha venido presentado en diversas especies de aves en los últimos años.
Como señalamos, la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) prohibió tres de estos plaguicidas de la familia de los neonicotinoides comercializados por Bayer y Syngenta: clotianidina, tiametoxam e imidacloprid. A pesar de que la resolución fue tomada en Europa donde se encuentran las casas matriz de estas empresas, Bayer en Alemania y Syngenta en Suiza, siguen produciéndolos para el resto del mundo.
Las presiones por reintroducir en el mercado europeo estos insecticidas y de no sacarlos del mercado en el resto del mundo vienen principalmente de Bayer y Syngenta y están motivadas por sus ganancias económicas en el mercado internacional. Como escribió recientemente Gustavo Duch los neonicptinoides son una familia de pesticidas derivados de la nicotina que tienen ventas globales de más de 2,530 millones de dólares anuales. Al frente de su producción está Bayer que exporta más de mil toneladas de imidacloprid a más de 120 países alcanzando ventas por encima de los 597 millones de euros. A Bayer le sigue Syngenta con las ventas del tiametoxam.
Para los productores de miel de abeja son muy diversas las amenazas que enfrentan por parte de la industria de agroquímicos y semillas.
En México la mayor producción de miel se centra en Yucatán, Quintana Roo y Campeche. La producción de miel ha sido una alternativa económica para las comunidades de la región convertida en una importante exportadora de miel orgánica al mercado europeo. Existen alrededor de 20 mil apicultores que dependen de sus ingresos por la venta de miel y la siembra de maíz, principalmente. Sin embargo, la introducción de siembras de soya transgénica en la península de Yucatán contaminó la miel y perdieron su certificación como miel orgánica, teniendo que venderla a un mucho menor precio. Además, algunos de los insecticidas utilizados con estos transgénicos representan un riesgo para las abejas. Un amparo promovido por investigadores y apicultores ha logrado detener la siembra de transgénicos en la península de Yucatán, pero al igual que en Europa, las presiones de la industria buscan tirar abajo las medidas de protección. En el caso de la península es Monsanto la que busca derrotar el amparo.
Las nuevas tecnologías de la industria química-alimentaria se impulsan gracias al poder económico de las grandes empresas que cuentan con fuertes aliados en gobiernos e instituciones académicas. Son estos aliados los agentes que promueven que las políticas agrícolas protejan los intereses económicos de estas empresas por encima y, en muchos casos, en contra de los intereses comunes.