Por Mariana Mora, investigadora del área de Derechos Humanos y Seguridad Ciudadana.
“Las grandes empresas ahora quieren saquear lo poco que pudieron defender nuestros ancestros de los que nos vinieron a conquistar. Nos organizamos en foros entre nosotros porque no queremos ningún proyecto de pago por servicios ambientales. Esos proyectos los traen las grandes empresas trasnacionales … Pero nosotros mismos sabemos cómo conservar nuestro territorio. Nosotros somos la mejor ley, porque nuestra ley son los acuerdos de las autoridades. Con el apoyo que recibimos de Tlachinollan, estamos haciendo un solo frente. Sólo así nos escucha el gobierno.”
Palabras del representante del Consejo de Autoridades Agrarias de la Montaña, Guerrero en la primera mesa de trabajo del foro, Desde el Corazón Comunitario de las Resistencias, organizado por el Centro de Derechos Humanos de la Montaña Tlachinollan como parte de la conmemoración de dos décadas de un trabajo incansable de defensa por los derechos humanos en Guerrero.
El 25 y 26 de julio pasado se reunieron más de 400 representantes de 85 comunidades de la región de la Montaña, junto con diversas organizaciones y movimientos sociales de Jalisco, Puebla, Nayarit, el Distrito Federal, y representantes de distintas instituciones internacionales y embajadas para participar en un festejo que pretende ser ,“una plática, como se acostumbra en los pueblos y en las asambleas para compartir cómo se resiste y cómo han agarrado del destino para hacer valer los derechos”, explica Abel Barrera, director del Centro.
El evento refleja un amplio reconocimiento de 20 años de una lucha que Tlachinollan ha emprendido al lado de las comunidades Me’Phaa, Na savi, Nauas y Ñomndaa de la Montaña, una lucha que le apuesta a las posibilidades de justicia social desde el trabajo de derechos humanos. Fue en 1994 que Tlachinollan inicia sus actividades en un contexto marcado por el poder caciquil de la región, por una represión estatal contra los pueblos indígenas y campesinos en el estado, la matanza de Aguas Blancas y la masacre del Charco siendo de la expresión más atroz.
Fue a su vez un momento de efervescencia política marcado por el levantamiento del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, mismo que se vio apoyada por el auge del trabajo de derechos humanos en todo el país. Desde este conjunto de acciones, de movimientos sociales y de defensores se genera la apropiación, uso y definición de los derechos humanos como una de las principales herramientas de lucha de las comunidades.
Durante la inauguración, Abel Barrera sitúa el trabajo de Tlachinollan no sólo en éste legado marcado por 1994, sino dentro de memorias de lucha de la Montaña, que se encuentran en las acciones de los guerreros de la Montaña que se escaparon a la Costa Chica para no permitir que fueran conquistados, ni por los españoles, ni por los nahuas. En el apoyo que pobladores le brindaron a las tropas de Vicente Guerrero, posteriormente de los que defendieron los soldados de Zapata. En la década de 1980, en el compromiso del maestro de Othón Salazar que levantó la Montaña Roja contra el cacicazgo priísta que sigue operando en la región. En las movilizaciones políticas del Consejo Guerrerense 500 años de resistencia, en el sistema de justicia de la Policía Comunitaria, y en las comunidades del Alto Balsas.
Desde entonces las expresiones de resistencia de los pueblos y el trabajo de derechos humanos, suman fuerzas contra los mega –proyectos, contra las políticas económicas de despojo y la militarización casi permanente de la región, por la defensa de la vida, del territorio, la identidad, la dignidad. El Consejo de Autoridades Agrarias forma parte de estas acciones conjuntas que se vuelven parte de la cultura política de la Montaña. Se formó en octubre 2012 para impedir las concesiones mineras, la reserva de la biosfera en la montaña y contra las áreas protegidas por representar formas diversas de despojo del territorio y formas de vida de los pueblos y comunidades indígenas y campesinos. Hasta la fecha, llevan 15 foros de discusión, organizados por ellos, en los que reúnen a las autoridades de la región para compartir sus formas de resistir y para organizarse en la región. Junto con el Consejo de Autoridades Agrarias, en el último año Tlachinollan también ha caminado y aprendido de las comunidades devastadas por los huracanes en septiembre 2013 y por los habitantes de la comunidad de San Miguel del Progreso que hace poco ganó un amparo contra la concesión minera.
Durante la inauguración del foro, Abel resalta que el caminar de estos años ha sembrado aprendizajes fundamentales para el trabajo de derechos humanos. Es un derecho que se construye de manera colectiva. “Son las asambleas, los principales los que van guiando el pueblo, no los caciques del poder… el derecho empieza desde la defensa por el maíz, de la autosuficiencia de bienes básicos que da sentido a este lucha comunitaria.” Es desde este sentido del derecho que Tlachinollan convierte el trabajo de derechos humanos en algo que responde a la realidad local y que dialoga con organizaciones de otras regiones del país, organizaciones que en estos días festejan la fuerza ética y el compromiso del equipo de los defensores de derechos humanos de Tlachinollan.
No queda más que sumarnos a la felicitación colectiva.