Por Oscar Arredondo Pico, investigador de Fundar.
Es común escuchar algún conocido decir muy fresco, “a mí la política y lo que haga el gobierno me importa muy poco”, y rematan con un “para que leer cosas deprimentes” los pesimistas se resignan y su me “importa poco” aparece derrotista y resignado y finalizan con la frase “no se puede hacer nada, son una punta de ladrones”. Como sea, cada vez son más personas que manifiestan nulo interés en lo público y a la par cada vez hay más simulaciones institucionales para hacer como que se transparenta todo lo que sucede en la esfera gubernamental.
Muchas organizaciones de la sociedad civil han izado durante años las banderas de la transparencia la rendición de cuentas y la participación ciudadana, a la vez muchos gobiernos han adoptado este discurso por completo e incluso han dado pasos firmes para tener cada vez más y más información subida al infinito archivo público del internet, miles tal vez millones de datos que mientras no sepamos dónde están ni que uso darle de poco pueden servir.
En México, contamos con un instituto garante del acceso a la información pública, sin que esto realmente incentive a la población a usar las herramientas y los espacios ganados como resultado de tensas negociaciones y discusiones entre sociedad y Gobierno.
Dicen que estamos en una democracia consolidada en donde todo lo que sucede en el aburrido mundo burocrático se encuentra en una vitrina a los ojos de cualquiera, sin embargo, la tendencia de la comunicación oficial se enfoca en informes de gobierno y anuncios de políticos que tuercen las disposiciones para veladamente promover sus carreras, mientras tanto la población está desvinculada de las herramientas existentes para exigir sus propios derechos.
La información que proporciona el Gobierno y la que se podría encontrar en internet no cesa, no obstante tampoco cesan los casos de desvíos de recursos de servidores públicos que se enriquecen súbitamente y rara vez se ven envueltos en procesos judiciales ¿Qué pasa entonces? ¿No basta con “la transparencia” para disminuir la corrupción o se trata de una simulación? En el aplaudido discurso del avance de la transparencia resulta fácil agregar que cada vez hay más mecanismos de rendición de cuentas y de participación ciudadana, aunque en la realidad los espacios de participación cada vez se cierran más y la rendición de cuentas se encuentra en un limbo jurídico en el que reina la impunidad.
De acuerdo con el Filósofo Coreano Byung-Chul Han, “La acumulación de la información no es capaz de generar la verdad. Cuanta más información nos llega, más intrincado nos parece el mundo”. En ese sentido, no es el acceso a la información lo que obliga al Gobierno a apegarse a estándares éticos, a castigar la corrupción o a trabajar con un verdadero compromiso social. Hoy en día la lucha por la transparencia nos ha dado meras victorias pírricas, no porque no se haya logrado garantizar dicho derecho, sino simplemente porque en los hechos prácticamente nadie lo ejerce, no se sabe su utilidad.
En México la lucha por la información se arraigó fuertemente y organizaciones como Fundar han tratado de incidir en las políticas que garantizan el acceso a la información, debido principalmente al enorme grado de desconfianza que la sociedad mexicana tiene en su Gobierno. El Estado ha respondido aparentemente a favor, creando espacios virtuales, discutiendo leyes, creando institutos de transparencia, cediendo a solicitudes e incluso implementando áreas complejas para atender la supuesta demanda de información.
En los hechos hay un incipiente grupo de ciudadanos que son académicos o están en organizaciones o en medios de comunicación que le da un uso limitado a lo que se haya en internet o se le logra arrancar a través de resoluciones del Instituto de Acceso a la Información. El Gobierno dio al clavo al ofrecer algo que en la realidad casi nadie quiere o sabe usar. Cuando se hace como que se cumple y nadie se da cuenta de la farsa, no hay nada que reclamar. En ese sentido Byung Chul es atinado al aseverar que “En la sociedad de la transparencia lo que importa es la apariencia”.
Hoy hay un mundo de información en las redes y posibilidades de monitorear el gasto público o el cumplimiento de acciones y programas. También es normal que el hartazgo de la sociedad se traduzca en un “me importa muy poco”. Ahora lo que necesitamos es conectar la información y el derecho de acceder a ella con cada vez más personas, explorar todas las posibilidades de exigir rendición de cuentas y así elevar el potencial que tenemos de cambiar las cosas.