Tres libros para entender a Nadine Gordimer

16/07/2014 - 12:00 am

“Escribe sobre Nadine”, me dijo hace diez días Federico Vite quien, además de ser mi comadre, tiene el don de saber leer los signos del mundo, “de lo que fuiste a buscar cuando estuviste en Sudáfrica”. Ante alguien como Federico es imposible irse por la tangente; decirle, por ejemplo, ya lo escribí, mira, aquí está. Así que empecé un par de textos, uno sobre su obra de ficción y otro sobre sus ensayos y artículos.

Pero sucedió que conocí a un militar retirado, relativamente joven, y entonces escribí la columna de la semana pasada sobre por qué sabemos tan poco de los soldados, nuestros paisanos, que están combatiendo la guerra contra el narcotráfico. Luego seguí pensando en los otros textos hasta que este lunes me despertó mi pareja con un grito: “¡Se murió Nadine!”.

Así que ahora escribo, ya no sobre mí, sino sobre ella y tres libros necesarios que van más allá de ayudarnos a entender la importancia de su obra y nos facilitan la comprensión de este mundo y su último medio siglo.

Life Times: Stories, 1952-2007

Es la última antología de sus cuentos, desde The Soft Voice of the Serpent hasta un par de textos que no habían salido en un libro: Parking Tax y Second Coming. Aunque no es una compilación completa y no incluye todos mis cuentos favoritos, sí están la mayoría. The Ultimate Safari, que narra la esperanza y la desgracia no sólo de tener que dejar tu país, sino además hacerlo de forma ilegal y tener que atravesar a pie una de las reservas naturales africanas más extensas, el parque Kruger, los niños y sus abuelos, hasta que el abuelo se cansa y queda ahí, a expensas de la policía, o peor, de los animales. Six Feet of the Country, donde el hermano de Petrus, un sirviente, muere y buscan darle un entierro, sólo eso, seis pies de tierra, pero la burocracia, esa absurda brutalidad de la segregación estandarizada, no se conforma con negarlo y va más allá: les niega el duelo, cambia el cadáver como si un pobre fuera igual a otro pobre, como si un negro fuera igual a otro negro.

Podría seguir relatando sus cuentos, porque una de las maravillas de Nadine es que sus cuentos pueden contarse, volverse narraciones orales y no por eso perder fuerza,pues ella sabía muy bien que era en las contradicciones de la propia historia que estaba la maravilla de la literatura: decir lo imposible, comunicar aquello para lo que no tenemos palabras. Esto no quiere decir, por supuesto, que su prosa fuera descuidada, todo lo contrario, es bella y precisa como la de los mejores escritores enamorados del lenguaje. Sin embargo, cuando le pregunté por Iván Vladislavic, quien a mi juicio es el escritor más diestro en el manejo del inglés (tiene una novela, The Restless Supermarket, por ejemplo, que trata de un corrector de pruebas de los directorios telefónicos de Johannesburgo que se jubila y no tiene nada más que hacer que ir al café y, en el momento más dramático de la historia... decide organizar un concurso de correctores de pruebas; dígame usted si no se requiere ser un genio de la prosa para que una trama tan sosa se sostenga), Nadine miró hacia la ventana y dijo: “Florituras”. Vladislavic podría tener una prosa lindísima pero no dice nada, y para ser escritor no basta ser un maestro del lenguaje. Nadine logró ambas proezas en sus cuentos: un lenguaje precioso y comunicar lo que va más allá del lenguaje.

¿Pero por qué hablar de sus cuentos, pensará usted, tal vez, en vez de alguna de sus catorce novelas? En primer lugar, porque me parece la mejor cuentista del siglo XX. En segundo, porque en otros artículos abundan quienes hablan de sus novelas. En tercero, porque si usted no ha leído a Nadine, leer esta antología le dará un panorama muchísimo más amplio que cualquiera de sus novelas; mejor aún, le recordará y demostrará que es cierto aquello de que “para ser universal hay que ser perfectamente local”: todos (casi) sus cuentos suceden en Sudáfrica.

Y, por último, para ver si corremos con suerte y alguno de sus editores en español se anima por fin a publicar esta antología.

Telling Times: Writing and Living 1950-2008

Este libro, por desgracia, tampoco se encuentra en español pero, mientras se apuntan Tusquets o Sexto Piso para publicarlo, lo puede pedir a una de esas librerías en línea. Como el anterior, éste también es una antología: de sus textos de no-ficción. Aquí prefiero utilizar la categoría inglesa “no-ficción” en lugar de las categorías hispanas pues incluye ensayos, textos de viaje, artículos políticos, reseñas literarias, etcétera. Y es una joya.

Sé que cuando alguien recomienda el libro de ensayos de algún escritor pueden suceder dos o tres cosas en la mente del escucha. Primero, que se piense que los ensayos serán algo sesudísimo al más puro estilo francés, es decir, que será de esos textos que uno tarda horas y horas en entenderlos, que tienen un lenguaje rebuscado y que, cuando uno por fin entiende, entonces la tesis resulta tan huera que un gusanito nos dice que desperdiciamos nuestro tiempo. Eso no sucede con Nadine, su lenguaje es diáfano y no se la pasa haciendo metáforas sobre metáforas o, como dijera Daniel Sada, “rizando el rizo”. Segundo, que piense que van a hablar de asuntos extremadamente específicos y académicos. Tampoco. Y aquí vale la pena decirlo con pausa.

Por un lado están las reseñas literarias en las que Nadine, como buena reseñista, no busca colocarse “por encima” del reseñado, sacar a relucir que ella era muy chicha o cosas peores. Sus reseñas son invitaciones a la lectura de los otros, como el niño que sale feliz a la calle para compartir su juguete nuevo. Mejor aún, son las lecturas de alguien que ha sido capaz de encontrar maravillas que tal vez ni los propios autores sospechaban o, por lo menos, sus coterráneos. Un ejemplo de esto es su ensayo sobre Octavio Paz, donde nos muestra esa faceta radical y humanista que tanto hemos olvidado en México, Octavio Paz como poeta-arquero, con la flecha que busca incidir e incide justo en el punto medular que todos hemos soslayado. Y de forma similar con otros grandes escritores: Soyinka, Flaubert, Mahfouz, Sontag, Achebe, Rushdie, Hemingway, Proust, Oe y, por supuesto, su “hijo desobediente”, J. M. Coetzee. Así, es una excelente guía para otras lecturas.

Por otro lado están sus ensayos, digamos, políticos: porque hasta sus textos de viajes sobre Madagascar, Botswana, Congo o Ghana terminan siendo políticos. La mayoría de la crítica ha señalado el activismo incansable de Nadine, en contra de la segregación racial o económica, de la censura, a favor del feminismo, la democracia y la igualdad, en pro del tratamiento de los pacientes de VIH, etcétera. Y sí, efectivamente, muchos de sus textos se refieren a estos temas. No obstante, pocas veces tenemos a la mano un libro que nos muestre el devenir del mundo al respecto de estos temas en un lapso mayor a medio siglo. Por poner un sólo ejemplo, desde cuando a ella le estaba negado estudiar por el hecho de ser mujer, a la Sudáfrica de hoy día donde son legales los matrimonios del mismo sexo. Mejor aún, y esto es algo que por lo general se pasa por alto en México (tan lindos nosotros, tan acomplejaditos), estos ensayos tratan de una realidad muy similar a la nuestra, la realidad africana y, más cercana aún, la sudafricana. Es decir, al leer estos ensayos, a diferencia de cuando uno lee ensayos escritos en el Primer Mundo, uno no queda con la sensación de que “estamos muy atrasados”, “nos falta mucho”, “siempre estaremos jodidos”, sino que uno encuentra las vicisitudes y problemáticas que tenemos y hemos tenido en nuestro país, las formas en que se han enfrentado y los errores que se han cometido por intentar ser como Europa o Estados Unidos. Así, desde mi perspectiva, sus textos políticos han resultado ser más esclarecedores sobre la realidad mexicana que los ensayos de muchos de mis paisanos.

Por último, y tal vez la causa de la afirmación anterior, Nadine Gordimer no tiene ese complejo de víctima tan común entre latinoamericanos, ese complejo que nos hace ver todo con un pesimismo insoldable. Todo lo contrario, sin apartarse de un análisis que muestre lo atroz de la realidad, siempre señala los visos de esperanza, los senderos por donde se puede transitar para, desde nuestras carencias y virtudes en África o América, lograr hacer de este mundo un lugar mejor.

Telling Tales

El tercer libro para entender a Nadine no es un libro escrito por ella, es una antología de cuentos de otros que ella editó. ¿Por qué? Porque ante la epidemia mundial del VIH, Nadine se preguntó que podían hacer los escritores para mejorar las condiciones de vida de los pacientes. Así que le habló a una veintena de sus amiguitos (Oz, Magris, García Márquez, Saramago, Atwood, Updike...) y les propuso que le regalaran su mejor cuento para hacer una antología cuyas ganancias de los autores se fueran a una fundación, que ella misma hizo, para tratar personas con SIDA.

El libro ha sido un éxito. Y cómo no, si es una de las mejores antologías del cuento mundial contemporáneo que existen hoy día. Por suerte, este libro sí está publicado en México, por Sexto Piso, y se llama Contar Cuentos.

Colofón

Como mencioné al inicio, estos tres libros no sólo le ayudarán a entender a Gordimer. También son una delicia para entender en qué país vivimos, en qué mundo vivimos, qué es lo que nos precede y cuáles son nuestros posibles derroteros. Tres libros donde la literatura es literatura y nos muestran la complejidad del otro, del otro al que normalmente no vemos, como a los militares, y la esperanza necesaria para seguir luchando en este mundo.

Si no ha leído a Nadine, anímese a hacerlo, es mi escritora favorita y, por lo mismo, me sigo guardando aquello que platicamos ese día en que me invitó a tomar té a su casa.

Luis Felipe Lomelí
(Etzatlán, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.
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