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Francisco Ortiz Pinchetti

01/07/2014 - 12:00 am

Clase de periodismo para funcionarios (¡gratis!)

“Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques" George Orwell.   Es increíble la ignorancia de los políticos y funcionarios públicos, incluidos por supuesto los encargados de la comunicación social en diversas dependencias y entidades,  sobre los aspectos más elementales de la actividad informativa. No tienen idea. Tergiversan todo. Confunden los géneros periodísticos. […]

Periodismo es publicar lo que alguien no quiere que publiques" George Orwell.

 

Es increíble la ignorancia de los políticos y funcionarios públicos, incluidos por supuesto los encargados de la comunicación social en diversas dependencias y entidades,  sobre los aspectos más elementales de la actividad informativa. No tienen idea. Tergiversan todo. Confunden los géneros periodísticos. Llaman “ataque” a las informaciones adversas. Se quejan de ‘campañas orquestadas’ cuando hay críticas fundamentadas, con fuentes o declarantes. No son capaces de diferenciar entre una nota sustentada, con fuentes, crítica, de un artículo de opinión en el que el autor analiza y opina acerca de un hecho. Son intolerantes y a menudo represores y violadores de los derechos constitucionales a las libertades de Prensa y de Información.

Y me refiero a funcionarios de todos los tamaños, todos los niveles y todos los colores. Con demasiada y preocupante frecuencia hoy mismo buscan descalificar a medios y comunicadores que les son incómodos. Igual que siempre, usan la publicidad oficial para “comprar” favores informativos con recursos del erario. Están convencidos de que la manera de obtener notas favorables es pagándolas, ya como “entrevista”, ya como “gacetilla” (ya habrá ocasión de ocuparnos de los falsos periodistas dedicados a esquilmar funcionarios, que son otra lacra). Y en consecuencia, recurren todavía al viejo “chayo”, al cohecho vil para tratar de ganarse la voluntad del informador.  Es lamentable, pero cierto y vigente.

Cualquiera supondría que la gente dedicada a la comunicación social de las dependencias oficiales de distintos niveles, los partidos políticos y las instancias legislativas es la primera en conocer los mecanismos de la información en México. Suena elemental, en tratándose de quienes se supone trabajan precisamente en la operación de esos mecanismos, desde el punto de vista del sector público y la información oficial. También imagina uno que son ellos quienes orientan e instruyen a políticos y funcionarios para los que trabajan sobre los pormenores del ejercicio periodístico, incluida en primer lugar una diferenciación clara entre los géneros periodísticos y la manera de entender y valorar cada uno de ellos, así como el respeto que merece el trabajo de los periodistas profesionales e independientes, les guste o no. No es así. Salvo excepciones contadísimas, las antes llamadas simplemente oficinas de prensa  están en manos de burócratas improvisados, políticos frustrados y aprendices de líderes de opinión. Patético.

Les platico una experiencia personal que tuve como subordinado de uno de esos genios. Pienso que es un buen ejemplo del tema al que aquí comento. Como director general de la agencia de noticias Notimex en los inicios del gobierno de Vicente Fox, gozaba –como fue de entrada el acuerdo— de una absoluta libertad editorial con el objetivo claro de convertir a esa entidad de gobierno, como fue desde su fundación en 1968, en una agencia del Estado, Mexicano, con autonomía de gestión (lo que finalmente se logró en 2006). Sin embargo, administrativamente dependía de la secretaría de Gobernación y concretamente de la subsecretaría Comunicación Social, que estaba a cargo no de un periodista o un comunicólogo, como sería de suponerse, sino de un político panista totalmente ajeno al más noble y bello oficio del mundo. Se llama José Luis Durán Reveles. Fue diputado local y federal, alcalde de Naucalpan y frustrado aspirante a la gubernatura del Estado de México, que perdió en 1999 con el prócer priista Arturo Montiel Rojas, el padrino político de Enrique Peña Nieto. Pues ocurre que el señor Durán Reveles, que fue a parar a esa subsecretaría como premio de consolación, se tomó atribuciones que no le correspondían al inmiscuirse en cuestiones editoriales de la agencia, contraviniendo lo acordado al más alto nivel. Con total ignorancia de los géneros, además, me reclamó más de alguna nota informativa difundida por el hilo como “artículo”; pidió que les diera línea a los editorialistas y columnistas para que no “golpearan” al gobierno foxista y, en el colmo, me ordenó “correr” (sic) a nuestro coordinador regional en Oaxaca porque sus “artículos” molestaban… ¡al gobernador priista José Murat Casab, que se los había reclamado! Por supuesto, en todos esos casos  –y en otros similares—lo mandé por un tubo, como bien se dice, con todo y sus directrices o supuestas órdenes. Y, por supuesto también,  salí de la dirección de la agencia al cumplir apenas un año en el cargo. De esa calaña era el responsable de la comunicación social del gobierno federal panista.

Es evidente y triste que la norma no es de ninguna manera una preparación académica o una experiencia previa en el terreno de los medios de comunicación para ejercer tan importante tarea como la de ser voceros o al menos informadores oficiales de un ente político, de un funcionario o una dependencia gubernamental.  Más bien es todo lo contrario. Parecería increíble, pero es muy raro encontrar a un periodista en esa ocupación. Y cuando eso ocurre, se nota: son gente que conoce la estructura de los medios, los géneros periodísticos, el trabajo reporteril, el manejo, la edición y jerarquización de la información. Esos auténticos jefes de prensa, como periodistas que son, trabajan en facilitar, y no en bloquear  el acceso de los reporteros a la información. Entienden que la apertura es el mejor antídoto contra la información adversa, por incompleta o parcial. Son tolerantes ante la crítica, porque la entienden y respetan. Saben cómo y en qué momento accionar el botón que concita el interés de los informadores cuando como solemos decir “hay nota”, y alentar su vocación investigadora más allá de la simple reproducción del boletín de prensa oficial. Lo malo es que esos son auténticos garbanzos de a libra.

Durante varios años me he dedicado entre otras cosas a ofrecer seminarios y cursos de periodismo especialmente enfocados a los políticos, candidatos y funcionarios de diversos niveles.  La experiencia ha sido interesante, aunque pocas veces satisfactoria. En la mayoría de los casos he encontrado interés de los participantes en conocer aunque sea someramente un medio que a la vez que desconocen, les fascina. Y les preocupa. Algunos, los menos,  han resultado alumnos brillantes que en los limitados alcances de un seminario de 40 horas demuestran evidentes avances en su comprensión sobre el ámbito de la información y sus protagonistas.

En esos ejercicios basados fundamentalmente en mi propia experiencia como periodista (reportero, investigador, editor o directivo de un medio)  he encontrado que tal vez la dificultad mayor de los participantes radica en la delimitación clara y precisa de los géneros periodísticos. No más no les entra. Por eso pensé dedicar esta vez (con su permiso) mi espacio en SinEmbargo para regalarle sin ningún costo a aquellos políticos y funcionarios públicos que así lo desean (y que mucho les hace falta), y por supuesto a ustedes lectores (que pienso que a cualquiera le puede ser útil), una clase elemental sobre géneros periodísticos, con la esperanza de que aun siendo un mero esquema inicial pueda servirles para algo.

Sin más: Los géneros periodísticos se dividen en dos grandes campos, bien delimitados por una frontera absolutamente inviolable: los géneros informativos y las géneros de opinión. Los géneros informativos son básicamente la nota informativa, es decir, la noticia cotidiana; la entrevista en sus diversas modalidades, la crónica y el reportaje, considerado el género mayor del periodismo informativo y que en una u otra forma utiliza como herramientas a los otros tres géneros consignados. En este campo le está absolutamente vedado al reportero opinar. Su misión es simple y llanamente la de informar. En el otro campo, muro de cantera de por medio, están los géneros de opinión: el editorial, el artículo, la columna, el ensayo periodístico y la caricatura. Los autores dedicados a estos géneros, periodistas o especialistas de determinado tema, se alimentan de la información relativa a hechos, documentos o declaraciones divulgados a través de los géneros informativos para recabarla, digerirla, compararla, analizarla y dar su personal opinión sobre el tema en cuestión. Punto. El resto de esta lección inicial está resumido en la frase genial del periodista británico George Orwell que engalana esta columna. Válgame.

Twitter: @fopinchetti

Francisco Ortiz Pinchetti
Fue reportero de Excélsior. Fundador del semanario Proceso, donde fue reportero, editor de asuntos especiales y codirector. Es director del periódico Libre en el Sur y del sitio www.libreenelsur.mx. Autor de De pueblo en pueblo (Océano, 2000) y coautor de El Fenómeno Fox (Planeta, 2001).

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