Cuando se pierde la esperanza por la vida

10/06/2014 - 12:01 am

En diez días, se ha registrado el asesinato de seis niños en tres sucesos distintos a manos de sus progenitores. En dos casos las madres se suicidaron tras el acto mientras que en el tercero el padre también acabó con la vida de su esposa. Algo está pasando en nuestro querido “Juaritos”.

Por otro lado y pese a la necesidad de unidad en torno a la reconstrucción material, moral, jurídica, social y familiar de Juárez, los políticos (que poco saben de las ciencias sociales) ya andan quebrándose los tobillos a batazos para que su adversario no llegue a la próxima elección de gobernador. Se olvidaron de los años del miedo que vivió la ciudadanía y sólo quieren repartirse lo que quedó en pie.

Aunque la tendencia en homicidios en los primeros cuatro meses del año fue la más baja desde 2008, sigue siendo altísima. Hasta 30 homicidios por mes cuando la media es de 9, seguimos más de tres veces arriba de lo normal. Los juarenses podemos sobrevivir con esa ingrata realidad, sin andar de susto en susto. Aunque hay que advertir que al iniciar otro cuatrimestre, no lo hacemos tan bien: empezamos con 52 homicidios.

En términos de la guerra y la paz, podemos señalar que la ciudad vive en la posguerra, y debemos prepararnos para vivirla. Aunque no se sufrirá igual que durante la guerra contra el narco, simplemente iniciada un día, sin preparación previa, la posguerra se caracteriza por la continuación real o imaginaria de los sufrimientos de la guerra, que pueden llegar a ser peores.

Tenemos cerca de 15 mil personas que sobrevivieron a una lesión de bala o de arma blanca, viviendo. Muchos quedaron sin un brazo, una pierna; otros apenas conscientes, en estado casi vegetativo.

Hay 20 mil huérfanos de padre, viviendo por ahí con los abuelos, la mamá o los tíos. Por lo menos 5 mil mujeres perdieron a su pareja y no tienen una situación económica boyante. Tenemos por lo menos un millón de juarenses conscientes de la violencia, que pasamos el día encerrados y asustados hasta la médula entre 2008 y 2013.

De esta manera el sufrimiento imaginario, desprendido y atizado por el sufrimiento real que vivimos y seguimos viviendo, se proyecta crecientemente entre los que habitamos esta asoleada frontera. Asoleada en términos literales, pues estos días de primavera se han mantenido sobre los 40 grados a la sombra.

Lo más grave es que los sufrimientos imaginarios ni siquiera se han observado, siguen como los grandes males, como los tumores cancerosos, invisibles hasta que revienta la crisis.

En tiempos de la guerra hubo muchas delegaciones a Colombia, relación con Palermo, con Nueva York, para aprender cómo habían enfrentado ellos la violencia, ahora sin embargo, no se ha organizado una sola visita a la antigua Yugoslavia para conocer cómo viven la posguerra en los Balcanes. A Ruanda o a los países de la antigua Unión Soviética, para comprender cómo enfrentan los seres humanos la vida después de grandes traumas sociales.

Desde aquí, insisto a la Secretaría de Salud que Juárez está enfermo y que es su obligación atender este raro y extraño mal que se llama posguerra, porque puede volverse epidémico.

Que la muerte violenta de esos 6 niños asesinados por sus padres, esas dos mujeres suicidas y esa otra mujer victimada, no sean en vano. Ellas perdieron toda esperanza en la vida, y no quisieron que sus hijos vivieran lo que ellas enfrentaron. No pudieron soportar el sufrimiento imaginario que golpearía a sus hijos en la orfandad mientras su madre está muerta y el padre, si hay, en la cárcel. Prefirieron matarlos.

A lo anterior se suma otro par de multihomicidios por causas menores, que acabaron con familias enteras.

Repito y termino: En Ciudad Juárez, hay miles de personas que perdieron la esperanza por la vida.

Gustavo De la Rosa
Es director del Despacho Obrero y Derechos Humanos desde 1974 y profesor investigador en educacion, de la UACJ en Ciudad Juárez.
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