Mucho se habla en el debate electoral sobre la fuerza de los gobernadores y el férreo control que ejercen al interior de sus entidades. Gracias a ello, se argumenta, pueden incidir en los resultados de los comicios gracias a las prebendas que reparten y su capacidad para influir en los órganos que organizan los comicios. Por lo anterior el punto de equilibrio que se experimentará a partir de 2018 es un órgano electoral nacional.
Sin embargo se habla poco de la competitividad de las oposiciones. Al relato de victimización por parte de los gobernadores se deberían agregar las historias de partidos sin bases electorales sólidas, cuyas bancadas en las legislaturas locales se pelean entre sí en lugar de servir de control al ejecutivo y que, en breve, simplemente no inspiran como alternativa de gobierno.
Lamentablemente las reformas electorales sólo tienden a proteger esa incompetencia a través de una mal entendida equidad y normas absurdas como la prohibición de las campañas negativas. De esa forma el incentivo principal que tienen muchas dirigencias partidistas locales es sobrevivir a través del control que tienen sobre las candidaturas y la asignación de recursos públicos si mantienen una base de apoyo.
Una de las formas para entender esa baja competitividad es a través de analizar las respuestas que dan los partidos de oposición ante ataques por parte de un gobierno local.
La semana pasada el gobernador de Nayarit, Roberto Sandoval, declaró que la oposición podría estar recibiendo recursos del crimen organizado. En respuesta el dirigente nacional del PAN Gustavo Madero e integrantes del Consejo Político del PRD como Carlos Navarrete, Guadalupe Acosta Naranjo y Silvano Aureoles, fueron a Nayarit para exigir una explicación e interponer una denuncia contra el gobernador. Fueron recibidos por el fiscal general de Justicia, Edgar Vieytia, con más de 200 elementos policiacos antimotines y de la Fiscalía General de Justicia.
Frente a la reacción del gobierno local, los dirigentes opositores anunciaron que interpondrían su queja ante el secretario de Gobernación, César Camacho Quiroz, quien a su vez que en adelante el gobernador se dedicará a gobernar y no estará involucrado en ataques durante el proceso electoral.
Por su parte Sandoval aseguró que se investigará a todos los candidatos, incluidos los de su partido, para evitar que el crimen organizado se filtre en las elecciones. Agregó: “Si alguien se puso el saco, no sé qué sastre tiene, no voy entrar al tema electoral, pero no vamos a permitir que la violencia regrese a Nayarit, seguiremos defendiendo la tranquilidad de los ciudadanos”.
En esta ronda de ataques el gobierno ganó la primera ofensiva. Y quien pega primero pega dos veces. ¿Qué está mal en la estrategia de la oposición?
El terror como estrategia
Más allá de calificar una estrategia como “buena” o “mala”, el terror es uno de tantos recursos que tienen los políticos para movilizar o desmovilizar a los votantes para mantenerse en el poder. En este caso se trata de intimidar a la opinión pública y disuadirla de que se presente a sufragar o lo haga por quien es percibido como el candidato que puede generar certidumbre y combatir la amenaza.
Las campañas de terror son comunes en todas las democracias. Basta recordar que George W. Bush usó el ataque a las Torres Gemelas de Nueva York como bandera para movilizar a la opinión pública en una guerra contra el terror (no el terrorismo o el terrorismo islámico) para ganar el Congreso en 2002 y reelegirse en 2004 – e intentó refrendar su mayoría legislativa en 2006 con esa estrategia.
Naturalmente no hay terrorismo mediático sin un líder que debe ser visto como fuerte. Y esta estrategia no triunfa si se tiene una oposición asertiva que sabe desarmar a quienes la impulsan. Para ello se necesita atacar a quien se encuentra detrás de la campaña y no sólo a los mensajes.
Una de las formas más eficaces para responder a los ataques es responder con el mismo idioma, convirtiendo al acusador en acusado. Se debe crear una contra-narrativa que mueva las mismas emociones que el terror, preferentemente de manera preventiva. Es necesario exponer la narrativa de complot que expone el atacante. La manipulación no funciona si se advierte al votante cómo actúa y lo que busca lograr.
En este sentido lo peor que se puede hacer es tratar de apaciguar al violento o contemporizar con sus agresiones. Esto es percibido por los votantes como una señal de debilidad en un momento donde se requiere un hombre fuerte, lo cual termina por envalentonar al contrario.
Para enfrentar al terror se requiere además tener claro que el partido opositor necesita tener claridad sobre lo que están realmente peleando más allá de esa estrategia coyuntural y usar el mensaje alternativo para llamar a la acción colectiva y generar un liderazgo alternativo.
¿Por qué el gobierno de Nayarit ganó esta jugada?
Si uno ve la historia de este estado desde los tiempos del Tigre de Alica, pareciera que les encantan los gobernantes fuertes y entrones, aunque eso implique perder libertades. Por ejemplo, Rigoberto Ochoa Zaragoza, gobernador entre 1993 y 1999, desaforó a un diputado tan sólo por criticarlo. Y el antecesor de Roberto Sandoval, Ney González Sánchez, en 2008 impulsó una “ley mordaza” que impedía a los nayaritas criticar al gobierno, la cual por cierto fue aprobada con el apoyo del PAN.
En este sentido para un nayarita ver a los dirigentes del PAN y el PRD victimizarse y amenazar con acusar al gobernador con el secretario de Gobernación refuerza la noción de que en las elecciones hay un hombre fuerte al que se debe apoyar. Usemos un término de moda: el bullying. ¿Qué pensaría usted de un alumno que es víctima de un bully que, en vez de hacer algo por sí mismo, va a acusar al agresor con su mamá o con el director? Así lucieron el azul y los amarillos.
Lamentablemente la lucha por el poder no se trata de buenas intenciones o niños bien portados, sino de políticos competitivos que saben identificar un ataque y bloquearlo. Mientras el PAN y el PRD no lo sepan, Nayarit seguirá siendo un bastión priísta.