Por más que se hubiera querido hacer de emoción, el resultado de la elección de la dirigencia del Partido Acción Nacional estaba más que anunciado.
Aunque fue la primera vez que votó la militancia, hablamos de personas que tienen una vinculación con un jefe político determinado al que apuestan sus posibilidades de promoción. Si bien puede haber lealtades que traicionen de último momento, esto puede cambiar los equilibrios en comités distritales o delegacionales o alguno que otro estatal, pero no a nivel nacional. Tampoco el voto de persona sin vinculación de grupo podía afectar demasiado el resultado. Esto es todavía más relevante después de 2012, con un padrón formado por personas que expresaron su deseo de seguir en el instituto político.
Para decirlo de otra forma, la movilización se dio gracias a maquinarias políticas estables con lealtades definidas en cada uno de los niveles del partido, como sucede en un grupo formado por personas con ambiciones públicas. El argumento de que las voluntades fueron “compradas” sólo vende para la mojigatería política.
A partir de este punto las lealtades se van a reconfigurar. ¿Habrá una desbandada de militantes? Cada cierto número de años hay migraciones, desde los doctrinarios durante los años ochenta del siglo pasado hasta Manuel Espino. Si lo hacen pasarán varios años antes de que puedan iniciar los trámites para hacer un partido, y fue durante el sexenio de Calderón cuando se incrementaron los requisitos para crear un nuevo instituto político. Quizás sólo los kamikazes y alguno que otro idealista terminen votando con los pies; el resto se alineará de alguna u otra forma.
Sin embargo, hay dos retos que enfrentará Gustavo Madero sobre los que se habla poco: el deslinde que tendrá que hacer del PRI rumbo a las elecciones intermedias y la renovación del PAN como alternativa del poder.
¿Cómo distinguir al PAN del PRI rumbo a 2015?
El Pacto por México detonó una dinámica de acuerdos entre los partidos tan relevante que tanto el PAN como el PRD atrasaron su renovación de dirigencias. Desde la perspectiva de noviembre de 2012, lo azules planeaban hacerlo a mediados de 2013 y los amarillos hacia finales de ese año. La razón del atraso: el entorno de negociación requería interlocutores estables para generar confianza. Esto sólo se podía dar al inicio del sexenio, de tal forma que los tiempos electorales no interfiriesen.
¿Es malo negociar? La política es negociación constante, de tal forma que lo factible nunca es lo deseable, aunque se busca un resultado más eficiente que lo existente. Creer que se traicionan principios por ello corresponde al terreno del maniqueísmo y la propaganda. En todo caso el éxito electoral depende de la forma en que cada partido comunique sus posturas y convenza a los votantes de seguirlos apoyando o dejar de apoyar a otros.
Bajo estos supuestos, el problema actual es que los tiempos de negociación se alargaron tanto que están interfiriendo con el calendario electoral. Tanto el PAN como el PRD enfrentan sus procesos de cambio de dirigencias porque se les vinieron los tiempos encima. A partir de septiembre se perderá cualquier incentivo para negociar hasta al menos finales de 2015, pues los partidos deberán distinguirse del gobierno para ganar votos.
¿Qué narrativa generará el PAN para presentarse como una alternativa viable de cara a las elecciones intermedias? Ese es uno de los retos que enfrentará Madero a partir de que se aprueben las leyes secundarias en materia energética y de telecomunicaciones.
La renovación del PAN
Por regla general, un partido que pierde el poder debe pasar por un proceso de replanteamiento y renovación antes de volver a ser una opción viable y competitiva. Esto implica casi siempre el recambio generacional en sus dirigencias.
Para dar dos ejemplos, fue necesario que los laboristas cambiaran de cuadros para volver al gobierno del Reino Unido en 1997, con un líder que incluso se presentaba como New Labour: Anthony Blair. Lo mismo sucedió con David Cameron por parte de los conservadores. Y los demócratas de Estados Unidos presentaron un líder que rompía esquemas y adoptaba un discurso innovador en 2008: Barack Obama.
Al contrario, los dos candidatos a la dirigencia del PAN fueron dos políticos que ya tuvieron su experiencia en el poder. ¿Dónde quedaron las nuevas generaciones? Más allá de algunos operadores que mostraron sus capacidades durante esta contienda, están esperando que gane su líder para tener acceso a candidaturas en un entorno donde no hay incentivos para hacer trabajo de base al no haber continuidad en un mismo puesto. Lo anterior en detrimento de un trabajo en distritos que los haga competitivos.
Aunque el PAN tiene una intensa vida interna desde sus comités en municipios o delegaciones, los incentivos están dados para que un candidato en las bases partidistas pueda ganar en las asambleas sin ser competitivo en el electorado general. Poco ayuda la concepción que tienen de sí mismos como partido de cuadros.
Por otra parte el realismo político parece estar restringido a un idealismo que, tomado como dogma, en muchos casos limita la acción. Si uno lee los dichos de muchos de los ideólogos de ese partido, se distingue un hastío cuasi aristocrático por ensuciarse las manos en la praxis en lugar de formación política. Y si esa doctrina se convierte en la única forma de identificar a un activista, cando no se sigue al pie de la letra (lo cual casi nunca ocurre) desgasta la imagen del partido en su conjunto.
En vista de lo anterior Madero tiene una gran ventana de oportunidad: la cooptación y formación de nuevos liderazgos políticos que relancen al PAN como alternativa de gobierno de cara a 2018. Lo anterior implica relanzar al partido y renovar sus dirigencias. Tal vez ese es el principal reto que enfrenta en el año y medio que durará su gestión.