Una de las cualidades que necesita tener un político para triunfar es tener un buen olfato para descubrir las oportunidades cuando se le presentan. Aunque sería lo ideal, esto no significa necesariamente que apoyen un tema del momento por convicción: basta que les brinde exposición, liderazgo y reconocimiento ante la opinión pública que les permita continuar con sus carreras.
Como parte del cálculo que hacen los políticos para apoyar o no un tema se encuentra la correlación de intereses a favor o en contra de una posible reforma, la cual permitirá definir tácticas, costos y utilidades de enarbolar determinada causa. O como se dice coloquialmente, nadie de paso sin huarache.
Sin embargo, el apoyo puede no significar que el político tenga intención en ver la propuesta aprobada. Si el tema podría serle rentable a largo plazo, quizás incluso le interesaría que no toda la agenda se plasme en reformas. Lo anterior se puede ver acentuado en un entorno donde nadie compite por el mismo puesto de manera repetida, de tal forma que siempre es fácil proponer antes que cumplir bajo la premisa de que faltó la “voluntad política”. Lo anterior, manteniendo el apoyo de grupos que ven al legislador como el paladín del tema.
Un indicador de la congruencia de un político o partido frente a un tema público es si la propuesta es coherente con el conjunto de políticas públicas que propone cuando es gobierno. De ser así, tendríamos a individuos o instituciones bifrontes, con una cara mirando hacia adelante y la otra hacia atrás, cuan imagen del dios romano Jano. ¿Podríamos pensar eso del PRD con sus propuestas relativas a la mariguana y la ley seca?
El pasado mes de marzo el diputado Fernando Belaunzarán presentó una iniciativa cuyo objetivo es reconocer el valor terapéutico de la cannabis y el THC, Tetrahidrocanabidol; para dotar de facultades a las entidades federativas para el control sanitario en el cultivo de estupefacientes derivados de la cannabis y para elevar las dosis máximas de estupefacientes de portación personal. Tanto él como su partido a nivel federal y del Distrito Federal han cuidado de decir que no se trata de liberalizar, sino de regular de manera más eficiente el tema, lo cual es cierto.
Este tipo de políticas no resuelven el problema del narcotráfico ni de la inseguridad, en la medida que estamos hablando sólo de una droga. Tampoco es factible pasar a un mercado libre para la mariguana, toda vez que no hay una mayoría que apoye esta medida. Sin embargo, la propuesta ayudaría a cambiar de manera paulatina las percepciones sobre el tema, permitiendo eventualmente una mayor liberalización.
Pero este tipo de propuestas no servirían de mucho si no hablamos de que el objetivo es ampliar las libertades de los individuos, y que el ejercicio de estas libertades conlleva siempre la responsabilidad sobre lo que uno consume o no. Este es el mensaje que deberíamos tener en mente al momento de hablar de este tipo de problemas: no podemos tener una democracia si no nos reconocemos como personas responsables.
Lo contrario es creer que el Estado debería protegernos de manera constante de nosotros mismos. Lamentablemente este tipo de políticas es lo que vemos en la ciudad que el propio jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera como tierra de libertades.
El PRD ha impulsado en el Distrito Federal reformas que, no obstante lo polémicas que pueden ser, han llevado en varios casos a una sociedad más libre y tolerante. Pensemos por ejemplo en las uniones entre personas del mismo sexo, donde no sólo se reconoce un derecho de los individuos sino les brinda certeza jurídica en muchos aspectos de sus vidas. Hoy cada vez más estados están adoptando modelos similares y eso lleva a un cambio en las percepciones que sea menos prejuicioso y más plural.
Sin embargo esta agenda que impulsó en su momento Marcelo Ebrard pareciera haberse detenido con Mancera. Frente al problema del consumo de sodio, la solución es retirar los saleros de los restaurantes. Y para salvarnos de accidentes, se implantó en las vacaciones de semana santa una política de ley seca selectiva que nada sirvió para limitar el consumo de alcohol en la ciudad.
Es difícil creer que un partido está comprometido con las libertades individuales como parecieran indicar sus iniciativas si sus políticas de gobierno ven al ciudadano como alguien que debe ser protegido de sí mismo. ¿Será que tenemos a una izquierda bifronte?