El engaño de J. Volpi

19/03/2014 - 12:01 am

La mejor forma de hacerme de un enemigo escritor en Colombia era hablar bien de García Márquez. Eso era peor, incluso, que decir que Fernando Vallejo me parecía todo un caballero. En Austria sobrevenía un huracán si mencionaba a Jelinek, un huracán tan fuerte que ni chance me daban de decir que no, que a mí no me gustaba su narrativa. Y, en Sudáfrica, mientras entrevistaba jóvenes escritores, toda la charla se podía ir al carajo si decía que había ido a casa de Nadine Gordimer días antes.

En cualquiera de los casos, la parte más abundante de la crítica residía en las escritoras (o los escritores) como persona y menos en sus libros. Mejor aún, la crítica sobre sus estos últimos se resumía en “no me gusta lo que escribe”; y la crítica sobre la persona, si bien hablaban de ellas como si las conocieran desde el parvulario, partía de la imagen y las leyendas urbanas de la misma y no, propiamente, de su historia de vida. Así, en Sudáfrica, los escritores negros odiaban a Gordimer por ser blanca y haber sido amiga de Coetzee “el racista”; y los blancos, por hablar de la igualdad racial y ser amiga de negros como Nelson Mandela o Desmond Tutu. Por supuesto, difícilmente la habían leído.

Cuando resultaba que sí habían leído a las autoras (Jelinek o Gordimer) o a los autores (García Márquez y Vallejo) el “no me gusta lo que escribe” podía traducirse por “no escribe lo que yo quiero”. Es decir, ninguno de ellos hacían a) la narrativa que a sus críticos les gustaba (los que iban contra García Márquez querían realismo y no realismo mágico, por ejemplo) ni b) el retrato social que sus críticos querían (el tratamiento de la violencia y la sexualidad en Jelinek les parecía exagerado, por ejemplo, y lo mismo en el caso de Vallejo). Pero lo interesante es que siempre me daba la impresión de que la crítica era más que una crítica, era una demanda: autoras y autores “tenían” que hacer eso y no lo que hacían.

¿Y qué tiene que ver esto con Jorge Volpi?: que Volpi, le guste o no, se ha convertido en el escritor e intelectual de referencia en México y todo lo que diga y haga será usado a su favor y, también, en su contra. Así parece ser el caso de las reacciones ante su más reciente novela “Memorial del engaño”. ¿Y de qué va la novela?

Antes, la declaración de principios

  1. En otro artículo ya había dicho que Jorge es mi amigo.

  2. Escribir desde la amistad no es necesariamente más fácil. Piénselo un momento, fuera de las frases cliché (Pedrito es un gran compa...) rara vez hacemos una evaluación de nuestros cuates y, cuando resulta que han hecho más cosas que uno, esto se complica aún más pues los seguimos viendo como amigos (tu carnal puede ser un genio de las matemáticas pero era incapaz de mantener su cuarto ordenado, por ejemplo).

  3. Yo creo que cada escritor escribe lo que quiere y está en su derecho a hacerlo. No creo que se escriba para gustar al público ni, mucho menos, para hacer dinero (si éste último fuera el caso el escritor se habría dedicado, por ejemplo, como el homónimo personaje de Jorge Volpi en “Memorial del engaño”, a las finanzas).

La narrativa de Volpi

“Memorial del engaño” trata de la voracidad del capitalismo contemporáneo a partir del último ejemplo histórico que seguimos sufriendo: el colapso de Wall Street en 2008. Pero, ojo, este colapso y este sufrimiento sólo nos ha afectado a los pobres mortales, como usted o como yo, y no (o difícilmente) a los alquimistas financieros que llevaron al traste a la economía mundial. La mayoría de ellos están muy tranquilos y, si antes mandaron a la miseria a miles o millones de personas en Islandia, España, Grecia y Argentina, ahora siguen replicando el modelo en otras regiones, como México (¿ya se ha fijado en las políticas para promover el endeudamiento que ahora abundan, como “el buen fin”?, ¿en lo que le pasó a los AFORES el año pasado?, ¿o en cómo se han inflado los precios de las casas?). Pues bien, si quiere entender lo que le puede suceder a sus ahorros de toda la vida y a nuestro país: lea la novela de Volpi.

Ésta es la primera particularidad de la narrativa de Jorge: sus novelas, varias de ellas, son novelas pero también son una suerte de tratados de divulgación científica. De pocos autores vivos podemos decir que ya han consolidado una narrativa propia. Toscana y Bellatín son un ejemplo, Volpi es otro. Las novelas de Volpi no se parecen a las de nadie más, nadie escribe como él ni tampoco hay un referente del que se pueda decir que Volpi es su imitador. Sí, ya sé, alguien acá podría decir que en Armenia hay un tipo que lo hizo primero en urdu, ¿pero de veras importa? También se podría decir que imita a Carlos Fuentes, pero si bien Fuentes hizo ficción histórica (“La muerte de Artemio Cruz”) y también novelas que trataban de explicarnos algún conflicto del presente en otra región del mundo (“La cabeza de la hidra”), Fuentes nunca ahondó en la explicación teórica a la manera de Volpi: ni en los números transfinitos de Cantor (como en “En busca de Klíngsor”) ni en las permutas financieras o “swaps” (como en “Memorial del engaño”). Es decir, en “La cabeza de la hidra” se habla de la importancia del petróleo en la economía mundial pero uno, como lector, no termina la novela entendiendo más de economía. En cambio, al terminar de leer una novela de Volpi, uno sí entiende más de alguna de estas áreas del conocimiento que han sido importantes para moldear el mundo contemporáneo. Uno entiende más del mundo.

Eso no es poca cosa. Es mucho. Porque incluso, aunque yo estudié física y me he dedicado a la divulgación, varias de las explicaciones de Volpi sobre física contemporánea son mejores de las que yo había ideado.

Pero, ojo, Volpi parece entender el conocimiento como una reinterpretación de los hechos. Y, como tal, puede hacerse desde la literatura con una postura tan honesta como en las ciencias. O más, puesto que en la literatura hay una declaración de principios: esto es ficción, esto es un “engaño” (¿y en la economía, o cualquier otra ciencia, no hay también un engaño?, ¿un hacernos creer que este modelo neoliberal es lo mejor que existe aunque todos vivamos día a día su farsa?) Mejor aún, Volpi establece desde la estructura de sus novelas el juego con dichas áreas del conocimiento, puede estar acomodada como un libro viejo de física, un catálogo de estructuralistas (“El final de la locura”) o cada parte puede llevar el título de algún libro famoso de economía (“Memorial del engaño”), como si nos dijera que esas teorías que nos hemos tomado tan en serio fueran también otro tipo de ficción.

Así, Volpi ha creado una narrativa propia, única, que dialoga con las ciencias, pero también con la historia y el presente y que, por lo mismo, se convierte inmediatamente en literatura política. Y entonces vuelve el problema de la imagen, de haberse vuelto, para bien o para mal, en el referente.

De Cuesta y el nazismo al colapso de Wall Street

Toda la literatura, por definición, es literatura política. Ya sea que hable de una muchacha que se masturba en su cuarto o de la huelga de los jornaleros de una compañía bananera transnacional. Pero, obviamente, hay diferentes grados y estos dependen tanto del tema como de su tratamiento para volverlo “universal”. Es decir, depende del número de personas que se sienten afectadas o que pueden dialogar con el texto. Y, por supuesto, también discutir, encabronarse.

Las novelas de Volpi son ampliamente políticas, basta nombrar los temas para que (casi) cualquiera prepare sus armas: el nazismo, el ecologismo, la bomba atómica, el estructuralismo, el feminismo y, ahora, en “Memorial del engaño”, la economía neoliberal contemporánea. Y sobre todos estos temas, y otros más, Volpi plantea una postura cuando tener una postura crítica, en estas épocas de relativismo, es casi un crimen. Más aún, abordar temas tan diversos en esta época de especialización, es un crimen consumado. Así, no es de extrañar que la novela de Volpi más valorada por los escritores jóvenes mexicanos sea, precisamente, la que habla de un tema que ellos conocen: el poeta Jorge Cuesta (“A pesar del obscuro silencio”). Y también porque ahí la escritura de Volpi se acerca más al ideal de narrativa que muchos tenemos: ésa que privilegia al lenguaje por encima de todo.

Pero Volpi se apartó de esa idea de literatura y ahora, tal vez jugando con los críticos que dicen que escribe como traducción española, “Memorial del engaño” aparece como si fuera la traducción al castellano de un tal “Gustavo Izquierdo”. Lo asombroso: el estilo es creíble y se lee con fluidez, tanta que en menos de quince días ya había críticas negativas. Yo no sé usted, pero si a mí no me gusta un libro nomás no lo termino: y menos si tiene cerca de 500 páginas.

“Memorial del engaño” me gustó. No sólo eso sino que entendí más, a través de las peripecias de su personaje homónimo a Volpi que labora en Wall Street maquinando cómo hacer dinero de la nada, es decir, maquinando cómo puede hacerse rico a costa del trabajo de obreros, jubilados, amas de casa y demás personas comunes y corrientes, cómo puede “multiplicar” el dinero y maquillar las cifras para que todos sigan confiando en él y en su compañía mientras va acaparando los ahorros de todos, los sueños de todos, de la casa propia y de la tranquilidad, del retiro y del futuro educativo de sus hijos, el fruto del trabajo y la vida convertidos en dinero que aparece y desaparece en paraísos financieros, que se transforma en entidades casi teóricas, casi místicas, de las que sin embargo otros pueden extraer ganancias mientras que a nosotros sólo nos queda pagar los platos rotos, la pérdida del empleo, la inflación, la depresión, tanto económica como anímica, la impotencia de no saber siquiera ante qué protestar porque todo se ha vuelto demasiado complejo: sí, si usted está recordando cómo el año pasado usted perdió alrededor del 30% de sus ahorros en el AFORE y nunca entendió a cabalidad cómo ocurrió eso ni a quién le podía reclamar para que se le restituyera, a eso mismo me refiero. Peor: tal vez usted supo a quién reclamarle pero no pasó nada y se quedó sin su dinero. Peor todavía: usted buscó opciones y se encontró con que todos los AFORES juegan con sus ahorros como se les da la gana. ¿O será que no es tan complejo? ¿Será que todo es un engaño, una simulación, un mundo de las apariencias en el que nos encontramos como en un callejón sin salida? ¿Será que todo el capitalismo contemporáneo está construido sobre una pirámide de engaños, uno tras otro, engaños que sin embargo funcionan para quien tienen que funcionar: para los que tienen el poder de manipular nuestro dinero?

De eso y otros tantos engaños trata la nueva novela de J. Volpi. Una novela con la que uno puede discutir y encabronarse, felizmente, y también concordar. Es literatura política, de ésa que despierta las pasiones suficientes como para que no falte el crítico que confunda al autor con su obra.

Luis Felipe Lomelí
(Etzatlán, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.
en Sinembargo al Aire

Opinión

Opinión en video

más leídas

más leídas