Francisco Ortiz Pinchetti
13/03/2014 - 12:00 am
Zahúrda de tres pistas
Ofende a la gente de circo que su actividad sea comparada con la clase y la práctica de los políticos. “Si la política mexicana funcionara como un circo, este país sería un paraíso”, me dijo hace poco Federico Serrano, cronista y portavoz del Atayde, molesto ante una tonta alusión mía. “La del cirquero es una […]
Ofende a la gente de circo que su actividad sea comparada con la clase y la práctica de los políticos. “Si la política mexicana funcionara como un circo, este país sería un paraíso”, me dijo hace poco Federico Serrano, cronista y portavoz del Atayde, molesto ante una tonta alusión mía. “La del cirquero es una profesión seria, honesta, responsable y digna”, dijo tajante. Le pedí un texto sobre el tema. “El circo –escribió -- funciona como un mecanismo de relojería: un trapecista no puede cambiar la ruta de su vuelo, ni un malabarista alterar caprichosamente su rutina, ni un entrenador de tigres improvisar su acto. Detrás de cada acto circense hay todo lo que no hay en la política en este país: concentración, rigor, disciplina, valoración del esfuerzo individual y colectivo, confianza en uno mismo y en los compañeros, elegancia, precisión y belleza. Es el arte del asombro”.
Tiene razón, por supuesto. Caer en la simpleza del lugar común ante el espectáculo que cotidianamente nos ofrecen nuestros políticos, de todos los colores y todos los partidos, resulta fácil; pero es absolutamente falso e injusto Los cirqueros son gente honrada que se compromete con sus malabares y sus piruetas, con su público. Se la juegan en serio. Los políticos sólo simulan, mienten. Lo suyo es la farsa: un ejercicio de engaños, traiciones, oportunismos y ambiciones. Los medios están llenos de ejemplos, todos los días.
Totalmente indigna de cualquier circo, por ejemplo, resulta la rebatinga ya desatada entre delegados, diputados y dirigentes del PRD en la capital del país ante el relevo de cargos de elección para 2015, ¡a pesar de que faltan 15 meses para los comicios! Todos los días ofrecen funciones en las que promueven su imagen con dinero del erario y con una total falta de compromiso. Se aprestan a dar el brinco -- nada que ver con el trapecio, conste-- para alcanzar un nuevo peldaño en su carrera, que signifique ante todo ingresos, ingresos y poder. Ninguna otra cosa les importa realmente, hay que decirlo.
¿Y cómo llamar al espectáculo que nos ofrecen cotidianamente los panistas, ahora metidos en el lodazal de la pugna por el botín de la dirigencia nacional? Si: un reality show azul. Por otro lado, el recuento de SinEmbargo.mx sobre casos de personajes acusados de cometer trampas electorales, chapuzas o corruptelas grandes o chicas que se encuentran entre los virtuales nuevos consejeros nacionales del PAN que asumirán ese estatus a finales de mes es sencillamente inaudito. Ahí están sujetos como Carlos Borruel y Cruz Pérez Cuellar, que recurrieron a artimañas electorales que antes eran exclusivas del PRI para tratar de quitar a Javier Corral la candidatura a Senador por Chihuahua, en 2012. En Chihuahua, sí. O el delegado en Benito Juárez, Jorge Romero Herrera, acusado reiteradamente de la falsificación del padrón interno del partido en el DF para apoderarse de cargos directivos y candidaturas para los miembros de su clan y para sí mismo. Tiene encima una investigación del IFE sobre ese tema, ordenada por el Tribunal Electoral federal. O Iván Garza Téllez, el dirigente municipal del PAN en Monterrey, quien ha sido señalado de tener vínculos con Juan José Rojas Cardona, el “Zar de los Casinos”.
Nada de circense tuvo tampoco el espectáculo montado por los priistas –hoy por hoy convertidos en los niños buenos de la política-- con motivo de la celebración de los 85 años del otra vez partidazo. Por la pasarela tricolor desfilaron todos: exgobernadores, mapaches, explotadores, granujas, represores, diputados, simuladores, compravotos, malandrines, caciques, aviadores, caraduras… purificados de sus culpas de manera milagrosa por el sacrosanto Sufragio Efectivo. Sonrientes todos, volvieron a los abrazos y los piquetes de ombligo, envidiablemente felices y orgullosamente priistas, Enrique Peña Nieto el primero. Sólo faltó Montiel.
Bien lo dijo Federico Serrano (nieto por cierto del general Francisco R. Serrano, asesinado vilmente en Huitzilac en octubre de 1927, en uno de los episodios más sombríos y deleznables de la historia priista): Nada que ver todo eso con el circo. “El ejercicio del circo no le hace daño a nadie, al contrario, mientras que nuestros políticos, con su estupidez, hacen daño a millones de mexicanos”, remató rotundo el vocero del circo más antiguo y famoso de México. En todo caso, digo yo, estamos frente a una zahúrda de tres pistas. ¡Y que me perdonen los marranos! Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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