Los alimentos altamente procesados están muy bien diseñados para maximizar su palatabilidad. Son apoyados por una amplia publicidad que utiliza las herramientas sicológicas más sofisticadas. El diseño de sus empaques es el resultado de profundas investigaciones para atraer la atención y excitación de los niños. Sus sabores son tan poderoso que nos activan el gusto al pasar nuevamente frente a los productos en las estanterías del supermercado. Las fórmulas de estos productos son científicamente calculadas para activar en nuestro cerebro los centros del placer a través de una combinación exacta de diversos ingredientes, en especial: azúcar. grasas y/o sal.
El supermercado y la pequeña tienda de la esquina es un campo de batalla entre un puñado de industria de la comida chatarra que compiten por nuestra elección con publicidad y etiquetados atractivos a nuestra sicología, con mensajes sugerentes y engañosos, con colorantes y saborizantes artificiales que llamen nuestra atención y gusto, con fórmulas que activen nuestros centros cerebrales del placer, con precios de acuerdo al bolsillo de cada quien.
En este ambiente, en esta competencia no hay lugar para los alimentos naturales, no hay zanahoria, nopal, plátano, quelite, brócoli, amaranto, avena, u otro producto que pueda competir. Los alimentos naturales no están diseñados por ingenieros, no contienen colorantes y saborizantes artificiales, carecen de publicidad y empaquetados llamativos, no cuentan con la combinación de ingredientes que logran el punto climático en la palatabilidad del consumidor.
El negocio de la gran industria procesadora de alimentos y bebidas es que se consuman sus productos y que cada consumidor consuma cada vez más: más consumidores consumiendo más cada uno. En este sentido fueron las declaraciones del presidente de Coca-Cola en Perú cuando declaró que su objetivo en aquel país era que los peruanos consumieran tanta Coca-Cola como los mexicanos, declaración muy preocupante para los expertos en nutrición y salud pública de ese país que ven la situación mexicana como una pesadilla.
La industria procesadora de alimentos y bebidas ha sacado provecho de una condición natural genética de nuestra especie: buscar los alimentos altos en calorías para acumular energía para los tiempos de escases. Esta condición genética de la humanidad no ha cambiado desde la edad de piedra hasta nuestros días. Sin embargo, los tiempos de escases del cazador y recolector han desaparecido y los alimentos que nos rodean ahora son ultraprocesados. Lo que más destaca en esta modificación de nuestro entorno es que se ha refinado el azúcar y la harina para convertirlos en calorías vacías altamente concentradas. Con los altos subsidios a la producción de maíz en los Estados Unidos, se ha producido jarabe de maíz de alta fructuosa a muy bajos precios y éste se ha incorporado a todo tipo de producto procesado. El entorno se ha inundado de productos con altísimas concentraciones de azúcar, grasas y/o sal.
El diseño de los productos altamente procesados, con el fin de que se consuman más, se han basado en la evidencia científica que ha demostrado que existe un “bliss point”, un punto climático en la concentración del azúcar y demás compuestos que permite tener un fuerte impacto en los centros cerebrales del placer. El biosicólogo Julie Menella, del Monell Chemical Senses Center, que ha trabajado para diversas empresas alimentarias en relación al “bliss point”, señaló: “No es que las compañías le enseñen a los niños a que la azúcar les guste; les enseñan como los alimentos deben saber”. Menella explica: “Lo que la investigación básica en niños está demostrando – y por qué los alimentos que están produciendo para niños son tan altos en azúcar y sal – es que las empresas están manipulando y explotando la biología de los niños”. Agrega: “Pienso que cualquiera que hace alimentos para niños debe tomar responsabilidad porque lo que está haciendo es enseñándole al niño el nivel de dulzura o lo salado que los alimentos deben ser”.
Lo que está ocurriendo es todo lo contrario: los alimentos que se promocionan y que inundan el ambiente de los niños tienen muy altos contenidos de azúcar, grasas y sal. Se está incidiendo en el gusto de los pequeños, deformando su paladar hacia gustos que le supondrán un grave daño a su salud. Las empresas saben bien que esos gustos, si logran inculcarse desde pequeños, se mantendrán a lo largo de su vida. Sin duda, esta es la causa principal de la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes, con todas sus consecuencias, que afecta a la población mexicana.
Aquí la importancia de contar con regulaciones firmes y profundas que protejan a los niños, que eviten la publicidad de estos alimentos y bebidas dirigida a la infancia, que establezcan claramente que en las escuelas sólo existan alimentos saludables y acceso gratuito a agua para beber y que contemos con etiquetados claros y útiles para los consumidores, especialmente para las madres y padres de familia, para realizar elecciones saludables y poder identificar las concentraciones altas de azúcar, grasas y/o sal en los productos…