¿Puedes recordar todo lo que hiciste durante tu juventud? Digamos de los 23 a los 31 años: terminar la carrera, tal vez conseguir un nuevo trabajo, ahorrar, comprarte un coche, viajar, casarte, tener hijos, etc.
Pues Carlos, un joven mexicano común y corriente que emprendía en una empresa familiar, le fueron truncados todos sus planes a futuro y fue encerrado en el Reclusorio Oriente. ¿Su delito? Que el primo de su papá lo acusara a él y a sus papás de tener secuestrado a un menor en su casa de Iztapalapa.
Esa fue la “prueba” por la que lo detuvieron en abril de 2005 cuando regresaba de trabajar con su hermano. Lo detuvieron violándole todas las garantías: no tenían orden de presentación ni de aprehensión, los policías los detuvieron a él y a sus papás durante 8 horas sin presentarlos al ministerio público, golpeándolos en un parque para que confesaran un secuestro del que ellos no tenían conocimiento alguno. Esas ocho horas de detención si son un secuestro ya que no contaban con orden judicial alguna que avalara su detención y además los golpearon y no los presentaron ante el MP hasta el día siguiente a las 5:00 a.m.
El menor secuestrado, relató claramente que la casa de seguridad donde lo tenían secuestrado era de un solo piso y que tenía tres habitaciones separadas; en una de ellas había dos camas una matrimonial y una litera, tocador y un baño y una estufa al lado de la cama. La casa de Carlos era completamente diferente, la típica casa habitacional donde vive una familia común, dos pisos, la cocina, baño, comedor en la planta baja y en el piso de arriba los cuartos; no existe similitud alguna entre las casas.
Lo peor de todo es que el peritaje arquitectónico concluyó que la casa de la familia de Carlos no es la misma donde se tenía secuestrado al menor. ¿Qué era lo más lógico? Que ante esta prueba se le diera inmediata libertad pues el motivo por el que se le detuvo a él y a sus papás era precisamente por eso. El juez argumentó que el domicilio había sido modificado y siguió con el procedimiento.
Cuando lo presentaron ante la prensa, lo vincularon a una banda de secuestradores conocida como Los Fedes, sus papás dicho por los policías como “no encajaban con la edad de los miembros de la banda” no fueron presentados en televisión ni en las noticias, sin embargo, Carlos tenía la edad perfecta para ser un Fede y así ante miles y miles de mexicanos fue etiquetado como parte de una banda de secuestradores; con foto, nombre, santo y seña.
Primero que nada si en México realmente nos regimos como dice la Constitución por la presunción de inocencia ¿qué derecho tiene la autoridad para presentar su imagen como presunto culpable al tercer día de ser aprehendido?, y si algún día la vida le hace justicia y es liberado ¿quién lo presentará en los medios de comunicación para decir lo contrario? NADIE, nadie le dirá perdón, no eres culpable, ya te arruinamos la vida, te encerramos años y años.
El primo del papá que los señaló como los que tenían una casa de seguridad donde encerraban a los secuestradores, después murió en el reclusorio por problemas de salud, sentenciado por 24 años.
Aún y cuando se demostró que las casa de Carlos no era la del secuestro, es sentenciado junto con sus papás a 24 años y seis meses de cárcel. A los tres años de eso la autoridad les expropia el bien inmueble, dejando a los demás hijos de la familia en la calle. No sólo les han destrozado la vida encarcelándolos injustamente sino que también les han quitado el único patrimonio que habían forjado con el sudor de su frente. A los cinco años sus papás fueron liberados.
La “justicia” mexicana ha destrozado la vida de la familia Rodríguez Pérez, hace 8 años cuando los detuvieron dejaron a tres hijos, el menor de ellos de 13 años, sin padres, peor aún con padres y con un hermano tras las rejas por un delito que ellos no cometieron y posteriormente sin casa.
La prisión ha trascendido los muros del Reclusorio Oriente mermando la vida familiar de cada uno de los integrantes, los fines de semana se han convertido en días de visita a Carlos dentro de prisión, han tenido que mudarse a casa de la abuela paterna más cerca del reclusorio para poder estar cerca de él, su padre quien ya se había retirado ha tenido que volver a trabajar para poder cubrir gastos de abogados y los gastos personales que Carlos necesita hacer dentro del centro penitenciario, su madre, se dedica en cuerpo y alma a visitarlo todos los días que están permitidos, llevarle comida y procurarle emocionalmente así como cubrirle ciertas necesidades, sus hermanos han estudiado derecho y entre todos intentan por todos los medios posibles (abogados, medios de comunicación, comisiones de derechos humanos) la liberación de Carlos.
Carlos, tiene todas sus esperanzas en un último recurso, un amparo, que no han podido tramitar por falta de medios económicos. Él está tratando de recuperar su vida, aunque sea dentro de la prisión, cursando ya los últimos semestres de la carrera de leyes. estudiando vida, lo encerramos o que puede y lo de la prisios que no es culpable, que ya le arruinamos la vida, lo encerramos Su familia lo apoya en todo lo que puede y lo va a visitar rigurosamente.
La justicia mexicana, una vez más hace que paguen justos por pecadores y arruinó la vida de esta hornada familia que como todos nosotros, buscaba que nuestro México fuera un país mejor.
Demos voz a Carlos y a su familia, los medios de comunicación tienen el poder de hacer públicas las injusticias, si puedes tuitea el artículo y compártelo con tus amistades.
@criminologiamex