¿Puede usted creer que una empresa refresquera llegue al extremo de lanzar una campaña para que los meseros no le sirvan agua en el restaurante y a cambio le ofrezcan los productos de la empresa, prometiéndoles una recompensa?.
Al parecer esta es una estrategia de Coca-Cola que se ha dado a conocer en algunos círculos de los Estados Unidos. Se trata de una campaña al interior de los restaurantes lanzada en 2010, dirigida a los propietarios, administradores y meseros. Mientras las autoridades en salud pública promueven el consumo de agua ante el incremento del consumo de bebidas azucaradas que se asocia a la epidemia de sobrepeso, obesidad y diabetes, esta empresa lanza su campaña en sentido contrario atentando contra las políticas de salud.
Mientras la empresa declara públicamente colaborar con las autoridades de salud para combatir la obesidad y se presenta como promotora de la actividad física, realiza una serie de estrategias para que aumente el consumo de sus bebidas con altísimo contenido energético: introduciendo al mercado presentaciones de 2.5 y 3 litros a un precio menor que opciones similares de agua de la misma empresa (2.5 litros de Sidral Mundet a 12 pesos, 1.5 litros de Ciel a 10 pesos); realiza publicidad dirigida a niños a través de sus campañas con Santa Claus, a pesar que desde hace años se comprometió ante la Organización Mundial de la Salud de no realizar publiicidad a menores de 12 años; y promueve que en los restaurantes desparezca la práctica de ofrecer a los comensales un vaso de agua. Esta es tan sólo la punta del iceberg, que podemos ver de una serie de prácticas que van contra el bienestar público.
El cartel, que al parecer se distribuyó en restaurantes de los Estados Unidos, puede parecer una mala broma. El sentido del cartel, como se escribe en él, es “Las bebidas de Coca-Cola contra el vaso de agua”. En el cartel se instruye al mesero qué preguntar: “¿Que bebida fría de Coca-Cola quiere con su comida?” y se le indica: “Sólo sirva un vaso de agua si el comensal lo pide”. Con esta sugerencia se terminaría con una práctica extendida en varias ciudades de los Estados Unidos, de recibir al comensal con un vaso de agua y después preguntar si quiere algo de beber.
Nuestro mundo está lleno de ejemplos donde el interés privado se ha impuesto al interés público, dañando el bienestar de los ciudadanos. La situación del mundo en muchos aspectos lo prueba, lo confirma.
Estos ejemplos los encontramos en todas las áreas del que hacer social. Este es el caso del deterioro de nuestras ciudades destruidas por el automóvil. Si hay un país y una ciudad en el mundo que han impuesto este modelo de transporte, son los Estados Unidos y la ciudad de Los Ángeles.
En los Estados Unidos, antes de la década de 1930, las personas realizaban sus recorridos en transporte público, solamente el 10% de la población tenía automóvil, una situación similar a la que se puede encontrar en algunas ciudades de Europa. Las empresas General Motors, Standar Oil y Firestone conformaron la corporación National City Lanes que se encargó de comprar las redes de tranvías para desmantelarlas de 45 ciudades de los Estados Unidos, desde Nueva York hasta Los Ángeles, pasando por Seattle, Baltimore, Filadelfia, Oakland y Detroit, entre otras. Esta acción se dio en solamente 14 años, entre 1936 y 1950. La finalidad, fue el abandono del transporte público y la imposición del automóvil como medio de transporte. La ciudad de Los Ángeles pasó de tener el mayor sistema de transporte público eléctrico, a ser la capital del automóvil. No podríamos pensar el dominio del automóvil en nuestras ciudades sin que éste se haya iniciado y difundido en los Estados Unidos. Los daños generados por el automóvil, desde el tráfico y la perdida multimillonaria de tiempo, hasta la contaminación urbana y su contribución significativa al cambio climático, no serían lo mismo si en los Estados Unidos el transporte público hubiera prevalecido sobre el automóvil en la mayor parte de sus ciudades. Actualmente, sólo en algunas ciudades de los Estados Unidos prevalece el transporte público sobre el privado.
La misma historia se repite en otro ámbito, el de la lactancia materna y su combate por las empresas procesadoras de sucedáneos de la leche materna. Como lo señala la revista The Lancet: “Si saliera disponible una nueva vacuna, la cual pudiera prevenir por año un millón o más muertes infantiles, que además fuera de bajo costo, segura, administrada vía oral, y que no requiera de cadena fría, se convertiría en un imperativo inmediato de la salud pública. La lactancia materna puede hacer todo esto y más…”. Por sus cualidades, la leche materna se ha convertido en la principal enemiga de los sucedáneos de la leche materna, especialmente de empresas como Nestlé y Johnson & Johnson. Las estrategias comerciales de Nestlé no sólo han significado la muerte documentada de miles de recién nacidos, al promover los sucedáneos como una opción superior a la lactancia materna, de manera especial en naciones pobres. Las empresas productoras de los sucedáneos de leche materna, productos que solamente deberían utilizarse en un porcentaje muy pequeño de casos, se encargaron de influir en el diseño de los hospitales, para que los recién nacidos sean separados de sus madres y llevados a cuneros. Con esta medida han logrado disminuir significativamente el porcentaje de madres que amamantan a sus hijos. Al separarlos de las madres en los primeros días de nacidos, se complica el encuentro y el vínculo necesario para amamantar. Las consecuencias de estas prácticas son enormes, tan sólo en el incremento del riesgo de una serie de enfermedades que se ha demostrado presentan los niños que no fueron amamantados.
Dentro de estas prácticas se encuentran las impulsadas por las refresqueras y más en nuestro país que ha dado unos primeros pasos, para enfrentar el daño que significan estas bebidas en la población que presenta su mayor consumo en el mundo. Será importante vigilar que estos pasos no se enfrenten a una zancadilla que debe estarse diseñando para garantizar que el consumo de estas bebidas no baje en el país. ¿Quién puede creer a los directivos de Coca-Cola de que la empresa quiere ser parte de la solución al problema de la obesidad?.