Frente a la propuesta del Presidente de poner un impuesto de un peso al refresco y bebidas azucaradas siguiendo las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud, de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, del Relator de Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación y del propio Instituto Naciuonal de Salud Pública, entre otros, las refresqueras contraatacan, especialmente Coca Cola.
Como parte del contraataque se entregaron al Congreso más de un millón de firmas contra este impuesto. Las firmas fueron recabadas por los camiones de Coca Cola que distribuyen esta bebida en más de un millón de puntos de venta en todo el país. En sus recorridos diarios por el territorio nacional, por lo que el Relator de Naciones Unidas por el Derecho a la Alimentación llamó un país "Coca Colonizado", los camiones de Coca Cola, al entregar las cajas de bebidas, invitaron a los tenderos a firmar contra el impuesto señalándoles que sus ventas caerían más de un 30%. Al mismo tiempo les entregaron un cartel, como es normal, solamente que en esta ocasión no estaba firmado por Coca Cola. El cartel lleva la leyenda “Esta tienda y sus clientes decimos NO a otro impuesto al refresco”.
Por otro lado, la empresa atrae a los industriales del azúcar y a los cañeros para protestar contra el impuesto al refresco. Estos sectores fueron los que lograron que el gobierno mexicano pusiera un arancel al jarabe de maíz de alta fructuosa que se comenzó a importar masivamente de los Estados Unidos, desplazando el consumo interno de azúcar. Las empresas refresqueras fueron las primeras en dejar de comprarles azúcar de caña. El arancel se retiró tras perder el gobierno mexicano una controversia ante la Organización Mundial de Comercio por este caso. Alrededor de dos terceras partes del endulzante calórico que compran las refresqueras es jarabe de maíz de alta fructuosa y solamente una tercera parte es de azúcar de caña. Si las refresqueras estuvieran muy preocupadas por las fuentes de trabajo y la economía de esta industria, utilizarían más azúcar de caña que jarabe de maíz de alta fructuosa. Además, si las refresqueras se interesaran por dañar un poco menos la salud de los mexicanos utilizarían menos fructuosa de maíz y más azúcar ya que existe evidencia de que el jarabe de maíz de alta fructuosa tiene un impacto mayor en la salud que el azúcar de caña, es decir, contribuye más a la obesidad y la diabetes. Sin embargo, todo es estrategia: en la maquinaria de la gran corporación el interés es sólo económico.
En el contraataque contra el impuesto al refresco esta empresa está dirigiendo recursos a asociaciones que se dicen trabajar contra la diabetes para que salgan a declarar que no hay relación entre el consumo de refrescos, la obesidad y la diabetes, a nuevas asociaciones que dicen defender los derechos de los consumidores negando el impacto en la salud de estas bebidas y que el impuesto pueda tener un beneficio, y a diversas agencias de cabildeo que llevan un trabajo intenso en el Congreso durante estos días. En toda esta maniobra, Pepsico ha estado un poco más como observadora, sus ganancias no están exclusivamente en la bebida, están más en las botanas y dulces.
La estrategia de las refresqueras está ahora en proponer que el impuesto se le ponga al azúcar y no al refresco y las bebidas azucaradas. El argumento es que con dos pesos de impuesto al kilo de azúcar y al jarabe de maíz de alta fructuosa el gobierno obtendría los mismos ingresos que con el impuesto de un peso al refresco y las bebidas azucaradas. Con esta medida no bajarían las ventas de los refrescos y las bebidas azucaradas, por lo cual no tendríamos ningún beneficio en salud.
La propuesta de este impuesto al refresco se ha recomendado por organismos internacionales y nacionales como una medida fiscal dirigida a la protección de la salud. De hecho, así fue presentada por el Presidente: para enfrentar la obesidad. Sus logros en salud y en combate a la obesidad sólo se obtendrían si se disminuye la ingesta de bebidas azucaradas. Lo que buscan las refresqueras redirigiendo el impuesto al azúcar y retirándolo de las bebidas azucaradas es justo lo contrario: que la ingesta de estas bebidas se mantenga y que no disminuyan sus ganancias.