La semana pasada me impresionó demasiado la noticia de Rawan, una niña yemení de ocho años que fue obligada a contraer matrimonio con un señor de 80 años, quien en su noche de bodas murió por desgarramiento vaginal a consecuencia de la relación sexual.
Es común escuchar que este tipo de situaciones pasen en países de medio oriente. De hecho, si al lector le interesa, hay una investigación de la fotógrafa Stephanie Sinclair y la escritora Cynthia Gomey titulada "Too young to wed", que describe cómo muchos padres de familia prefieren casar a sus hijas desde los cinco años ya que esto disminuye el riesgo de ser violadas porque que los hombres respetan más a las niñas casadas.
Las cifras son escalofriantes. Según el Fondo de Población de Naciones Unidas, entre 2011 y 2020 más de 140 millones de niñas menores de edad contrajeron o contraerán matrimonio –de ellas, 50 millones tienen menos de 15 años–.
En México, tristemente la situación es similar, sin embargo, por usos y costumbres sobre todo en Oaxaca se permiten estas acciones. La Comisión Nacional de los Derechos Humanos ha investigado que en muchos municipios de ese estado los padres tienen la facultad de vender a sus hijas de entre 11 y 15 años por el precio de tres mil pesos, transacción que puede ser en efectivo o en especie como ganado, semillas, maíz, etc.
El censo de 2010 develó que 1,845 infantes de entre 12 y 14 años fueron casados, de los cuales el 75% de ellos eran niñas. ¿No se supone que legalmente la edad mínima para contraer matrimonio es de 14 años para la mujer y 16 años para los hombres? ¿Por qué entonces se permite que suceda con niños menores? Muchas legislaciones y autoridades se escudan en los usos y costumbres de ciertas sociedades; es ridículo que una niña de 14 años pueda adquirir todas las responsabilidades que conlleva el matrimonio, pero eso sí, no puedan votar. ¿Por qué además esa diferencia entre 16 y 14? Esto denota una vez más la cultura machista en la que vivimos. Considero que es mucho más riesgoso para una niña de 14 años física, psicológica y socialmente el hecho de embarazarse y de ser cabeza de familia que para un niño de 16, sin embargo ambas situaciones son inconcebibles.
De ninguna manera se debe permitir la venta, el intercambio o el simple matrimonio entre menores so pretexto de usos y costumbres que vayan en contra de los derechos humanos y mucho menos que violenten los derechos de los niños así como el interés superior de los mismos. Los problemas que traen consigo estas prácticas son infinitos: desgarramiento de genitales, embarazos no deseados, partos prematuros, transmisión de enfermedades, sólo por mencionar algunos de los físicos. Interrumpen la escolaridad y la preparación para el futuro, se disminuyen sus probabilidades de tener empleos dignamente remunerados, perpetuación de la pobreza, inadaptación social, desventajas ante sus pares, etc.
Como sociedad no podemos permanecer indiferentes ante este gravísimo problema, que aunque no es tan visible y común como en países de medio oriente, sucede en estados como Oaxaca o en el D.F.
@criminologiamex