Las mujeres matan mejor: entrevista a Omar Nieto

12/09/2013 - 12:01 am

Una mujer con pistola. La mirada triste. El lema: Las mujeres matan mejor. Si usted vive en la Ciudad de México, o ha ido recientemente, seguro la ha visto: los carteles están en algunas estaciones del Metrobús y en los camiones que recorren el periférico. Y a manera de subtítulo: Novela finalista del Premio Letras Nuevas 2012.

¿Quién diablos escribió eso? ¿Quién es Omar Nieto? Lo localicé por Internet y nos vimos en el D.F. para hacer, por qué no, un viaje en Metrobús hacia la TAPO y de ahí a Puebla, la ciudad donde vivo y de dónde él es originario. (Sí, luego del Metrobús hubo que tomar taxi porque no hay estación en la terminal).

Encontrar a un escritor nuevo siempre es una apuesta. Así que nos medimos: dos tres preguntas para ver si el otro es un farol o si tiene vida propia. “¿Cómo bajas un aguacate de un árbol?”, me preguntó Omar sin venir a tema. “Pues con un gancho amarrado a un palo”, contesté.

Saber bajar un aguacate de un árbol (o una manzana en un huerto, mi réplica) seguramente no significa que sepas escribir. Pero sí te da una idea de cómo ha sido su vida, de qué tanto ha estado en el campo y en la calle. O nomás en los libros.

Luego la plática fluye, literalmente, por horas. A continuación una entrevista que le hice a posteriori, por Internet, a este poblano que publica su primera novela a los 38 años. Si es verdad que en Puebla hay un boom de escritores, Omar Nieto es una de sus principales figuras.

¿Qué queda del periodista en el narrador?

Difícilmente uno puede escapar a su pasado. Fui periodista más de 18 años en medios de comunicación y oficinas de comunicación social. Pero no es toda mi formación. Estudié Letras Latinoamericanas en la UNAM y trabajé muchos años en editoriales. Creo que el narrador de Las mujeres matan mejor tiene la concreción y la velocidad del reportero, pero también la sagacidad para “tirar la piedra y esconder la mano”, es decir, la ambición de pasar desapercibido frente a lo arriesgado de usar primera, segunda y tercera persona en el mismo relato y que la focalización pase de femenina, en el caso de Celeste Ramírez, la protagonista, a masculina en Sánchez Zamudio y Olalde. Creo que la intención del narrador de esta novela es superar esas reglas arbitrarias que dividen al periodismo de la literatura, planteadas como si el periodismo mismo no fuera una reconstrucción subjetiva del reportero, y como si el escritor no dependiera de la realidad para crear verosimilitud.

¿Por qué escribir “otra novela sobre el narco”?

Me parece que debemos revisar en México este concepto de “narconovela”. Considero que de entrada es inexistente porque aún no definimos en qué consistiría semejante género, o si siquiera llega a eso. Aún no sabemos qué tipo de personajes, de tramas o ambientes se necesitan para escribir “una novela del narco”. Rechazo que este tipo de narración tenga que usar a personajes con botas, sombrero o cinturón piteado. Ni siquiera considero que la figura del sicario sea como ahora se dice, una especie de “Robin Hood” moderno. La incursión de "Los Zetas" –quienes se formaron desde 1998– vino a cambiar este espectro. Se trata de ex soldados o policías provenientes en su mayoría del centro y sur del país los que vinieron a destruir, también con violencia, ese estereotipo. Concuerdo con Eduardo Antonio Parra, cuando dice que aún no se ha escrito la gran novela del narcotráfico, pero disiento cuando se espera a que esto suceda. El tema rompe con el análisis literario tradicional: ¿qué tal si la “gran novela del narco” no sólo es una, sino está formada de varias? Y es prudente pensarlo, porque, ¿quién podría tener la verdad absoluta sobre este tema? De entrada, creo que será un reto para los académicos definirlo porque de existir algo como “novela del narcotráfico” los estudiosos se encontrarán con que no necesariamente retrata el viaje del héroe y tal vez tampoco se trate de antihéroes. Aún no sabemos qué es porque en todo caso, se estarían construyendo aún sus reglas, si es que éstas existen.

Al leer la novela, tuve la sensación de que el ritmo narrativo daba para más páginas, ¿le cortaste algo? ¿Por qué?

Aposté a lo concreto y a la rapidez de la lectura. En efecto, saqué capítulos enteros que sentí, impedían que la trama se desarrollara con mayor soltura. Es posible que haya quitado seis o siete capítulos para tal efecto. Aposté a un lector del futuro con cada vez menos tiempo para leer. Yo mismo no disfruto las novelas extensas que ahondan en soliloquios, fugas filosóficas o ejercicios estilísticos que tengan como objetivo el artificio del lenguaje en detrimento de la trama. Para mí, la estructura debe derivar siempre en un artefacto narrativo efectivo. Quizá algún día publique los capítulos que no entraron o incluso abunde aún más en algunos personajes que a varias personas les intrigaron.

¿Por qué elegir una mujer como personaje principal en una novela predominantemente violenta? ¿Qué tendría Celeste de Rosario Tijeras o de otras mujeres, reales o ficticias, que han sido asesinas a sueldo?

Me parece que Celeste Ramírez es bastante distinta a la personaje de Jorge Franco y aún más a Teresa Mendoza, la protagonista de La Reina del Sur. Ambas son hermosas y Celeste no lo es. En aquellas historias, las protagonistas tienen una relación sentimental con los capos, en Las mujeres matan mejor Celeste se mueve por sí sola, pues ha perdido la esperanza y cree que no puede escoger su destino. Celeste es una mujer de a pie, que entra a la policía y luego es entrenada por el Ejército. No es una heroína. No es ejemplo de nadie. Es una mexicana cualquiera, sin glamour, sin luces ni reflectores. No desarrolla ninguna actividad de la que esté orgullosa. Además, no es la única protagonista femenina de la novela. En otras palabras, Celeste Ramírez se parece más a las actuales sicarias, que matan porque lo consideran simplemente un trabajo, lo cual, tal vez, desafía a la teoría criminalística actual.

Las mujeres matan mejor es tu primera novela, ¿por qué decidirte a escribir ficción después de tantos años como periodista? ¿Qué te ofrece la ficción que no te dé el periodismo?

En realidad hice periodismo por necesidad económica, no por satisfacción profesional. Eso no quiere decir que no me haya servido pero yo habría preferido dedicarme a escribir literatura desde el principio. Además, yo caí en un círculo oscuro del periodismo: el diarismo y el periodismo gangsteril que ejercen no pocas personas en este país. Me parece que hay una visión muy romántica del ejercicio real del periodismo, pues éste en su base es mal pagado y mal dirigido. De alguna manera eso me dio elementos para construir mi narrativa, que es más oscura y violenta de lo que podrían suponer varios. Pienso que hay que superar esa división garcíamarquezca de que un periodista deriva necesariamente en un escritor o viceversa. En mi caso, el material para mi ficción me lo da la vida misma, no únicamente el periodismo, como ya se verá en otros trabajos.

¿Cuáles han sido los mejores o peores empleos que has tenido? ¿Por qué?

Creo que el peor trabajo que he tenido fue el de cajero en un supermercado. Incluso fui auxiliar del departamento de zapatería. Antes de eso, trabajé como cerillo-empacador. Para costearme la universidad trabajé como supervisor de demostradoras y “auditor de mercadotecnia” que no es otra cosa que aquel individuo que calcula cuántos “frentes” y cajas de cereal hay en un pasillo de supermercado, incluyendo la bodega y exhibiciones. También fui mensajero en bicicleta, una especie de cartero, en mi natal Puebla. Todos ellos fueron mis peores trabajos porque soporté la humillación, el cansancio, el tedio y la pobreza de empleos que muchas veces rayan en la esclavitud moderna.

Si pudieras inventar una palabra, ¿cuál sería ésta y cuál sería su significado?

En algún cuento me vi en la necesidad de inventar la palabra “helor”. No lo pensé, sino que me ayudó a describir que al personaje le escurría por la espalda un sudor helado. Luego descubrí que la palabra resulta que sí existe, pero con otro significado.

¿Qué es lo que te emociona más a la hora de escribir una novela?

Que un artefacto literario de alto grado de complejidad pueda ser entendido por cualquier lector y no sólo por el lector llamado “ideal”.

¿Qué es lo que te preocupa más a la hora de escribir una novela?

Que el lector se canse o que el artilugio sea demasiado evidente. Me aterroriza que quien lea la historia llegue a abandonarla por cualquier razón, pero sobre todo porque la siente discursiva o lenta. Recuerdo mucho a Daniel Sada quien nos decía a sus talleristas que jamás debíamos escribir nuestras teorías filosóficas o metafísicas en nuestros relatos. Al menos no de manera explícita y mucho menos poner al personaje a decir lo que piensa uno. Eso se lo había aprendido él a Juan Rulfo, quien fue su maestro en el Centro Mexicano de Escritores. Pienso que si el lector se ha alejado de la literatura en México es porque hay una intención por parte del escritor de hacerse notar y no, como debe ser, trabajar por la historia y para la historia.

¿Quiénes son los poetas que más han influido en tu narrativa? ¿Por qué tendría que leer poesía un narrador?

Esa es una gran pregunta. Leo lo mismo narrativa que poesía. Y lo hago por una pequeña razón: la poesía es un arte de concreción. No se podría entender en la actualidad una poesía que rescate la retórica barroca o que se engolosine con los artilugios de las vanguardias. El mismo Daniel Sada, quien era un maestro del lenguaje, nos recomendaba tener cuidado con “rizar el rizo”. Eso quiere decir que hay poco espacio y hay que aprovecharlo. En la poesía me ha marcado el creacionismo de Huidobro o la enfermedad de César Vallejo, pero quien más me delineó fue Eduardo Lizalde, poeta mexicano que con su voz de “El tigre en la casa” o “Caza mayor” me enseñó que el lenguaje debe ser un rugido, que debe enfrentarse con temperamento, con fuerza y hasta violencia si es necesario.

¿Hay algún lector ideal de tu novela?

Aspiro a que pase lo que le sucedió a William Faulkner o a John Dos Passos en su momento. Obras como Santuario, Luz de Agosto, Mientras Agonizo, en el caso del primero, y Manhattan Transfer en el segundo, fueron ampliamente leídas en su tiempo por el público en general y también por la crítica especializada. Yo aspiré a que mi novela pudiera leerse en estos dos niveles y que de ninguna manera el artificio eclipsara la claridad de la obra ni viceversa. En ese sentido, rechazo como alguien dijo, que Las mujeres matan mejor tenga algo que ver con la denuncia o con la crónica periodística. Tiene que ver con la ficción. Mi lector ideal es todo aquel que comprenda que el periodismo caduca y la literatura no.

Luis Felipe Lomelí
(Etzatlán, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.
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