Instituciones, narcos y candidaturas independientes

07/08/2013 - 12:01 am

“Es difícil detener la inercia de la institución, no va a pasar nada”, me dijo hace un año un funcionario del INBA cuando le pregunté qué podía pasar después de las elecciones, si quedaba un candidato u otro en la presidencia. Por supuesto, no le creí mucho. Pero me quedé rumiando el asunto varios días.

Él tenía razón. En un país como el nuestro, donde la cultura institucional es tan magra, uno siempre duda de que las instituciones funcionen. Peor aún, a uno le parece que es imposible, que es contranatura que el funcionamiento de una institución trascienda los ciclos electorales; es decir, que funcione adecuadamente y sin grandes variaciones a pesar de que haya un cambio de gobierno. En nuestra cabeza hay hartas historias del “año de Hidalgo” y de oficinas saqueadas justo antes del cambio de poderes: “hasta el papel del baño se llevaron”.

Sin embargo, si uno mira los últimos 15 años, hay por lo menos un puñado de instituciones gubernamentales que se han mantenido más que decorosamente (por supuesto, también hay un montón más grande que sigue las prácticas de antaño). Las instituciones son, junto con la ciudadanía, uno de los mejores contrapesos a los usos y abusos del poder.

Esto viene a cuento por la propuesta que hicieron un grupo de senadores panistas la semana pasada para regular las “candidaturas independientes”. ¿Por qué un grupo de senadores trata de socavar, precisamente, la institución que los llevó al senado: los partidos políticos? ¿Es pertinente una propuesta así en un país que se desangra en una guerra contra el narco? ¿Podemos tomar alguna lección de un país con experiencias similares?

Trataré de responder.

El adelgazamiento de los partidos políticos

Hace más de diez años Diego Fernández de Cevallos hizo eco en México de lo que ya se venía diciendo en los círculos políticos anglosajones: las Organizaciones No Gubernamentales (ONGs) son perniciosas para un país pues captan a la juventud que debería ingresar a los partidos. Tenía razón, al menos en cierto sentido, pues desde los años 90s buena parte de los jóvenes que querían trabajar para construir un México mejor optaron por las ONGs en lugar de enlistarse en las juventudes panistas, priistas o perredistas. Pero Fernández de Cevallos, como sus pares anglosajones, confundió la consecuencia con la causa.

Las ONGs no causaron la fuga de cerebros, sino que fueron la consecuencia de una sociedad desencantada de la institución partidista: entrar a un partido, al que fuera, dejó de ser un símbolo de orgullo social  para ser un estigma y una causa de rechazo: “así es el Toño desde que se hizo panista”, “ni le alegues a Rebeca, ya ves que es perredista”, etcétera.

Así, por un lado, mientras algunas instituciones se iban consolidando, como el INBA; por otro, la principal institución política del país, los partidos, se adelgazaba a pasos agigantados gracias a los escándalos, las decepciones, los tránsfugas y chapulines y otras vainas igual de inteligentes: como enroncharse en un solo lugar y creer que el resto del país era lo mismo.

Ahora, un grupo de senadores panistas (Corral, Ruffo Appel & Co.), parece querer volver a ser la voz de los mexicanos emprendedores que quieren cambiar a México de forma apartidista. Curiosamente, lo mismo sucedió ya en el otro país de América que ha vivido una terrible guerra contra el narco: Colombia.

¿Y qué pasó allá?

La experiencia colombiana

Pareciera que nuestros políticos no leen historia, o de plano son perversos. Me inclino más por la primera opción puesto que nuestros políticos han seguido casi al pie de la letra todos los errores de los políticos colombianos en las décadas de los 80s y 90s: usar la guerra con fines políticos (“allá hay guerra porque no gobernamos nosotros”, por ejemplo), a las víctimas como carta electoral (“nosotros sí les haremos caso”), solapar la presencia de grupos armados ilegales (“es que son el pueblo”), a alcaldes que actúan fuera de la ley (San Pedro Garza García, por ejemplo), a particulares que forman escuadrones armados y, ahora, ¡los candidatos independientes!

Sí, en Colombia, en teoría, también se apoyaron las candidaturas independientes porque la gente ya estaba harta de sus dos partidos políticos tradicionales: los liberales y los conservadores. Y han sido tan exitosas que hace más de diez años (desde Andrés Pastrana) ninguno de estos dos gobierna en Casa Nariño: Uribe y Santos fueron liberales, pero se salieron del partido y se fueron por la propia. Mejor aún, los ex alcaldes más famosos de Colombia, Fajardo y Mockus, fueron independientes y las principales ciudades colombianas son o han sido gobernadas por independientes: Bogotá, Medellín, Cali, Cartagena... Al grado que ahora son los partidos los que buscan aliarse con los independientes.

¿En realidad buscan nuestros senadores darse el tiro de gracia ellos solitos?

Los candidatos independientes del narco

Ser candidato cuesta mucho dinero. ¿Y quién puede ponerlo? ¿A quién le conviene la inversión? Mejor aún, quién tiene ya una red social bien establecida y métodos de convencimiento ciudadano harto eficaces: “o votas por este compadre o desaparece tu hijo, ¿cómo ves?”

La respuesta parece obvia, sobre todo después de ver la penetración que ha tenido el narco en la política mexicana, igual que en Colombia. E, igual que en Colombia, es harto probable que muchos candidatos independientes sean apoyados por grupos armados ilegales (no todos, claro, de Mockus o de Fajardo nunca se ha dicho algo al respecto). Pero imagine nomás las próximas elecciones: a la cabeza los candidatos del Partido del Temple y del Partido Nueva Generación. Pura paz y tranquilidad. El reparto de monederos pasaría a la historia como un juego de niños. También los partidos.

Pero hay una diferencia importante entre México y Colombia: en Colombia, la cultura institucional es mucho mayor, las instituciones gubernamentales son más sólidas que las nuestras, por eso no se ha desgajado el país en tantos años de violencia. Así, si estos senadores panistas quieren de verdad recuperar la presencia social que tuvieron hace años (sobre todo del Bajío a Tijuana), más les valdría promover y trabajar en la consolidación de nuestras instituciones, más les valdría volver a trabajar en los diferentes rubros de las necesidades del país en lugar de blandir consignas electoreras y proponer paliativos contraproducentes, más les valdría volver a trabajar en la formación de bases, con los jóvenes, y darles los medios para que hagan el trabajo social que ahora sólo creen que pueden hacer dentro de las ONGs.

De lo contrario seguiremos los mismos pasos de Colombia: acabarán los partidos tradicionales pero no acabará la guerra.

Y lo mismo para los otros partidos, ninguno se salva.

Luis Felipe Lomelí
(Etzatlán, 1975). Estudió Física y ecología pero se decantó por la todología no especializada: un poco de tianguero por acá y otro de doctor en filosofía de la ciencia. Es miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte y sus últimos libros publicados son El alivio de los ahogados (Cuadrivio, 2013) e Indio borrado (Tusquets, 2014). Se le considera el autor del cuento más corto en español: El emigrante —¿Olvida usted algo? —Ojalá.
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