Finlandia se ha caracterizado por ser uno de los únicos países que a partir de los años setentas ha disminuido su tasa de población penitenciaria, pues ha llevado a cabo políticas centradas en utilizar la prisión como ultima ratio; lo anterior no ha significado un aumento en los índices de criminalidad.
Esto comprueba que la hipótesis de que la prisión no influye directamente en la tasa de reincidencia ni previene la criminalidad.
Finlandia, así como los otros países escandinavos (Suecia y Noruega), son sociedades sumamente educadas, con gran igualdad entre sus ciudadanos, presentando como valor primordial el bien común. Los escandinavos, en su mayoría buscan el bien colectivo sobre el individual, lo que los hace muy diferentes a ciudadanos de otros países de Europa o de América en donde el individualismo es el eje de sus acciones.
Su localización, sus características geográficas, así como sus condiciones socio culturales, propiciaron que en estos países no hubiera condiciones para que se formaran grandes feudos ni para el enriquecimiento exacerbado de unos y el empobrecimiento de otros. En general, la sociedad se ha caracterizado por una homogeneidad, de igual forma, la inmigración era hasta hace pocos años escasa casi nula, lo que disminuye las posibilidades de desigualdad. Cuentan con una cultura basada en la inclusión, la solidaridad y la unión.
La pena de prisión es considerada tanto por la autoridad así como por los ciudadanos como una mera pérdida de libertad, donde el objetivo principal de la misma es la reinserción de los individuos, por lo que en todo momento, y como dice el criminólogo John Pratt, “las condiciones dentro de la prisión se asemejan lo más posible a la vida en libertad”.
Los países escandinavos cuentan con una multiplicidad de cárceles pequeñas (menos de 100 presos por establecimiento) lo que facilita que la mayoría de internos viva cerca de sus familiares y así se fomenta el contacto familiar. En general, las condiciones penitenciarias velan en todo momento por los derechos humanos de los presos y son coherentes con la dignidad humana.
Finlandia fue el primer país escandinavo en contar con prisiones abiertas en 1930. Dicho régimen se caracteriza por asemejar la vida en prisión con la vida en sociedad, los internos trabajan fuera de la prisión, algunos mantienen sus empleos que tenían previos a su condena y con sus salarios pagan impuestos, renta, comida, dan dinero a sus familias y víctimas y ahorran para cuando terminen su sentencia.
En cuanto a su política penal, los países escandinavos, al ser sociedades igualitarias, no tienen la necesidad dramática de tener castigos públicos y ejemplares como medida para reafirmar el poder que ostenta la clase dominante.
El crimen es concebido como una especie de enfermedad que como tal requiere de un diagnóstico y un tratamiento específico. En concordancia, los delincuentes son tratados con dignidad humana y las penas buscan en todo momento la resocialización del mismo, por lo que el confinamiento extremo está en desuso. Lo anterior denota una política basada en la inclusión lejos del etiquetamiento, la segregación y el rechazo.
Sin embargo, no se puede negar la influencia general tanto de la Unión Europea así como de potencias específicas como Estados Unidos e Inglaterra ejercida a diario sobre los países escandinavos. Según algunos investigadores de los tres países escandinavos, Suecia y Noruega son los que más han cambiado sus políticas sobre todo en lo que a las drogas se refiere, aumentando la severidad de sus penas así como la percepción del enemigo común. Finlandia por el contrario, gracias a su cohesión social así como a una menor tasa de inmigración ha logrado mantener políticas incluyentes.
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