En el discurso político y en general en la ideología de las sociedades postmodernas, las clases más desfavorecidas, los más pobres, son vistos como personas que por méritos personales (o ausencia de ellos), por falta de esfuerzo y por sus elecciones se merecen vivir en esa situación. Anteriormente, después de la Segunda Guerra Mundial y hasta los 70's cuando los Estados aún se caracterizaban por tener políticas de Estado bienestar, la concepción de los pobres era distinta; eran considerados como una clase que presentaba desventajas y que para salir de su circunstancia requería de la ayuda del Estado.
Si la postura actual fuera cierta, –que los pobres son pobres porque quieren–, cualquier pobre que se empeñara en cambiar de estatus socioeconómico podría moverse hacia otras clases y cumplir con sus objetivos y metas; habría mucha movilidad social en nuestro país.
El estudio “Movilidad Social en México 2013” del Centro de Estudios Espinosa Yglesias, nos proporciona datos escandalosos que básicamente fotografían la realidad mexicana y la sintetizan en que si naciste pobre, prácticamente morirás pobre y si naciste rico, suertudo tú, morirás rico.
Sólo cuatro de cada 100 mexicanos del quintil más bajo de pobreza alcanzan el quintil más alto, y tres de cada 100 del quintil más alto descienden al más bajo. Este último sin haber hecho ningún estudio previo, me atrevo a decir que puede estar relacionado a la pérdida de todas las riquezas y bienes a consecuencia de alguna adicción o circunstancia extraordinaria. Básicamente, 96 de cada 100 pobres nunca podrán alcanzar altos niveles de riqueza y 97 de cada 100 ricos no perderán sus bienes ni su estrato social.
El panorama es peor aún para las mujeres quienes tienen mayor certeza de quedarse en los estratos más bajos que los hombres y menores opciones de quedarse en los estratos más altos.
Esta situación refleja que los mexicanos no tenemos igualdad de oportunidades, términos que son utilizados únicamente en spots políticos con objetivos electorales.
La situación se complica cuando hacemos este análisis desde la lupa criminológica, y quiero aclarar que de ninguna forma relaciono directamente la pobreza con la criminalidad, pero podríamos establecer que todas las personas independientemente de su estrato social tienen como aspiración y meta alcanzar el éxito personal; el problema entonces reside cuando este éxito está relacionado con situaciones económicas.
Robert Merton formula una teoría del crimen en la que decía que las sociedades capitalistas ofrecían las mismas oportunidades a todos los ciudadanos para conseguir el éxito, pero que en la realidad ciertas clases sociales no tenían acceso a los medios o las vías para llegar al éxito.
Cuando hablamos de éxito en la actualidad, la mayoría de las personas concordarán en que en general tenemos una concepción basada en un bienestar económico con ciertos bienes que no pueden faltar: una casa propia, coche, televisión, celular de moda, acceso a Internet, electrodomésticos, y podemos sumar una lista interminable de objetos. Estemos de acuerdo o no con lo anterior, en la ideología general del ciudadano de finales del siglo pasado y de este siglo, existe una cierta tendencia a relacionar el éxito con una mentalidad de consumismo.
¿Qué pasa entonces con estas personas que no pueden acceder legalmente a todo esto y que tienen el 96% de probabilidades de no ascender de clase social? Ellos tienen los mismos ideales y metas por alcanzar, pero no cuentan con las herramientas para obtenerlo.
Merton decía que estas personas buscarán adaptarse a la ideología cultural (alcanzar el éxito) a través de medios ilegítimos o ilegales. Habría que relacionar estas dos variables en un estudio riguroso para poder aseverarlo, pero es un hecho que la falta de igualdad de oportunidades en México, sólo puede llevar a situaciones negativas para nuestra sociedad y a perpetuar y a heredar la clase social sin importar el esfuerzo personal y la lucha diaria de cada uno de nosotros.
@criminologiamex