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Darío Ramírez

25/04/2013 - 12:02 am

La amenaza

El miedo paraliza. Te nubla. Te hace perderte en una dimensión ajena. El miedo recorre todo tu cuerpo para poder tomar posesión. El miedo te roba libertades. Una reportera me preguntó: ¿Qué se siente estar en el lugar de decenas de reporteros que Artículo 19 ha ayudado? Únicamente pude responder que ahora podemos entender mejor […]

El miedo paraliza. Te nubla. Te hace perderte en una dimensión ajena. El miedo recorre todo tu cuerpo para poder tomar posesión. El miedo te roba libertades.

Una reportera me preguntó: ¿Qué se siente estar en el lugar de decenas de reporteros que Artículo 19 ha ayudado? Únicamente pude responder que ahora podemos entender mejor qué se siente. La respuesta a todas luces fue incompleta. El reflejo en el espejo despedía, en esta ocasión,  una imagen de miedo que era la de nosotros: los de Artículo 19. Habíamos visto a lo largo de los años el miedo en rostro ajeno.

Eran las 9:20 del 19 de abril, cuando un colega me comunica que había llegado una amenaza a las oficinas de Artículo 19. Viví ese momento inexplicable cuando miles de ideas de pasan por la cabeza sin dejar estela. Sabíamos que podía llegar en cualquier momento. El deterioro de las libertades en el país dibujaba esa posibilidad. Los protocolos de seguridad interna se habilitaron inmediatamente. La contingencia había comenzado.

México es un país donde disentir, criticar, discernir y discrepar te convierten en algún tipo de enemigo. Demasiada poca tolerancia a los puntos de vista ajenos. Demasiada poca comprensión sobre los equilibrios de poderes. Ignorancia casi absoluta sobre el papel (y responsabilidad) de la sociedad de auscultar el ejercicio del gobierno. Demasiado fácil amenazar para amedrentar.

El que en Artículo 19 hayamos recibido amenazas de muerte es una mala señal para la defensa de los derechos humanos. Refuerza la ya probada hipótesis de que México es un país sumamente peligroso para defender libertades y derechos. Este momento es oportuno para voltear a ver a defensores de la sierra de Guerrero que  cada día arriesgan su vida. O las defensoras de Ciudad Juárez quienes a pesar de las constantes amenazas (y asesinatos de algunas de ellas) siguen demandando justicia al Estado. No debemos olvidar esa lucha de libertades y ese abuso del poder contra quienes defienden los derechos fundamentales. Somos un país donde se ataca a quienes defienden, vaya paradoja.

Para atizar el desalentador panorama está la violencia contra la prensa. Sí, aquella prensa a la que Artículo 19 México le ha brindado por más de siete años ayuda puntual en momentos de emergencia. Aquella prensa mexicana que está bajo fuego. Lo indican las centenas de periodistas asesinados y desaparecidos. El constante deterioro de la libertad de prensa es otra muy mala señal para la democracia que estamos procurando construir. Sin prensa libre e independiente no hay democracia. Punto.

Alrededor de las 16:20 presentamos la denuncia ante el ministerio público local. Lo hicimos por escrito (sabíamos la rutina, desafortunadamente). Las autoridades locales y federales reaccionaron una vez que se supo de la amenaza a Artículo 19. Quiero hacer patente mi agradecimiento a la Secretaría de Gobernación, al Gobierno del Distrito Federal y a la Comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal por atender de manera urgente nuestro caso. Al final del día, a través del mecanismo de protección para periodistas y defensores de derechos humanos, ya teníamos acordadas las medidas de protección para el personal de la organización internacional.

Dentro de todo lo vivido estoy cierto de que hay algo que perdurará por mucho tiempo. Un elemento positivo resalta: la solidaridad. Sé que la palabra sigue lastimada desde el salinato. Pero apelo a su mejor comprensión. Las señales de solidaridad, ánimo, fuerza que hemos recibido de organizaciones nacionales e internacionales, de periodistas, de medios de comunicación, de organismos internacionales, de familiares de vícitimas que nos ruegan que nos cuidemos, de tuiteros que siguen nuestro trabajo, de amigos y familiares son las que han hecho posible que enfrentemos este momento con la frente en alto.

La solidaridad es el antídoto perfecto para desterrar el miedo. Un periodistas me dijo: ¨Gracias a ustedes mi familia está viva, por favor cuídense, los necesitamos”, sinceramente creo que su cariño es desmedido, pero reconozco que el reconocimiento de nuestro trabajo en ojos ajenos nos hace ver que vale la pena lo que estamos haciendo. Desde Artículo 19 buscamos aportar a tener una prensa más segura, a promover y defender un bien escaso en nuestra sociedad que es la libertad de expresión. No somos héroes ni mártires. Simplemente somos defensores de derechos humanos. Y, por si había la menor duda, lo seguiremos haciendo.

Artículo 19 no cerrará sus puertas. No claudicará ni se esconderá. Y no lo digo en todo envalentonado, simplemente lo digo porque ese es el sentir de todos y todas las que trabajamos en la organización. Seguiremos trabajando con las autoridades para hacer nuestro trabajo en un contexto de seguridad. Adoptaremos todas las medidas necesarias para no correr riesgo. La amenza nos la tomamos con toda seriedad desde el primero momento, pero buscaremos de qué manera seguir trabajando. De lo contrario, ellos (ente difuso que se escondió en el anonimato para amenazarnos) tomarían mayor fuerza debido al regocijo de sentirse triunfantes.

De nueva cuenta, sólo me queda agradecer su solidaridad. Gracias.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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