Alguna vez Adolfo Ruiz Cortines, reconocido jugador de dominó, dijo que la política se parecía mucho a ese juego toda vez que uno tenía un número de fichas con las que tenía que jugar, no importando si tenía buena o mala mano en una ronda.
El símil es acertado no sólo en la medida que buena parte del éxito depende de las habilidades del jugador, independientemente de los colaboradores. Por otra parte, un gabinete es una combinación de personas que se han jugado la carrera con el político e individuos que están ahí por diversas cuotas y compromisos; lo cual también hace que la analogía valga en cuanto a la aleatoriedad. En el mejor de los casos, la habilidad del político se distingue en los perfiles que elige con base en opciones limitadas.
En este juego el Ejecutivo va a cambiar de colaboradores según diversas coyunturas. Por ejemplo, se espera que el gabinete se reforme antes de las elecciones, pues algunos de sus miembros tendrán ambiciones políticas o quizás el Presidente necesite operadores parlamentarios. Abundarán los enroques estratégicos entre diversos encargos del Ejecutivo o el partido. Incluso es posible que se dé espacio en el gabinete a alguien para darle inmunidad. También es probable que haya conflictos personales y distanciamientos. Pero, ¿cómo debería manejar el desgaste de uno de sus colaboradores frente a cuestionamientos ante los medios?
En estos momentos que el tema de Veracruz se encuentra al rojo vivo y buena parte de la oposición exige la caída de Rosario Robles, veamos algunos casos similares en sexenios anteriores para saber qué tan fácil es que Peña Nieto deje ir a su Secretaria de Desarrollo Social y, si acaso, cuándo sería el mejor momento.
Un cambio en el gabinete frente a presiones públicas puede significar una de dos cosas: sensibilidad ante una acusación o escándalo evidente, o debilidad para resistir embates de la oposición. ¿Dónde está la diferencia? En los contextos, la solidez del ataque y los tiempos políticos.
El último Presidente que tuvo dificultades en este rubro fue Ernesto Zedillo. No bien inició su gobierno cuando la crisis económica llevó a la renuncia de Jaime Serra Puche en la Secretaría de Hacienda. Duró apenas 29 días. Pocos días después, el 22 de enero del 95, saldría el Secretario de Educación, Fausto Alzati, por un escándalo derivado de sus credenciales académicas.
Otras salidas se debieron problemas de salud. El 2 de junio de 1995, Esteban Moctezuma saldría de la Secretaría de Gobernación por problemas de salud, regresando al gabinete en 1998 como Secretario de Desarrollo Social.
Hubo casos donde un Secretario enfrentó un largo desgaste antes de salir. El nombramiento del Procurador Antonio Lozano Gracia se presentó como una señal de apertura al PAN, e incluso como un acuerdo de coalición. Sin embargo el anecdótico manejo de temas como la desaparición del entonces diputado Manuel Muñoz Rocha (presunto autor intelectual del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu) generó mucha atención a su desempeño por las razones equivocadas. No obstante lo anterior, Zedillo esperó a diciembre de 1996 para hacer el cambio.
Pero el Secretario que más asedio enfrentó fue Emilio Chuayffet como Secretario de Gobernación de junio de 1995 a enero de 1998. Sus relaciones con el Congreso no fueron tersas: respondió a una provocación verbal del entonces Diputado Adolfo Aguilar Zinser durante una comparecencia. Le tocó la difícil instalación de la LVII Legislatura de la Cámara de Diputados, la primera sin mayoría partidista. Pero fue la matanza de Acteal lo que llevó a Zedillo a cambiar de operador con Francisco Labastida.
Vicente Fox inició su sexenio afirmando que las contrataciones de su gabinete eran para el sexenio completo. Y de hecho fue relativamente estable en ese tema. Más allá de un escándalo con un funcionario de Los Pinos que involucraba unas toallas, la única renuncia que aceptó por presión popular fue la del Procurador Rafael Macedo de la Concha en abril de 2005 por el manejo del desafuero de López Obrador.
Finalmente Calderón enfrentó serias presiones para retirar a su primero Jefe de la Oficina de la Presidencia y después Secretario de Gobernación, Juan Camilo Mouriño, por escándalos derivados de su nacionalidad y de contratos de Pemex. Aún cuando (y tal vez porque) López Obrador encabezó la embestida, el campechano siguió en su lugar y quién sabe dónde estaría de no haber ocurrido aquel fatídico accidente.
¿Qué podemos sacar de esto? Los ataques al gabinete forman parte del juego político. Frente a esto una reacción inmediata puede significar debilidad, salvo que haya crisis o escándalos que se deban enfrentar. De lo contrario o se deja a la persona en su puesto o se permite que pase un tiempo para que el problema pierda ímpetu y hacer el cambio.
Con base en esto, ¿qué puede pasar con Rosario Robles? Peña Nieto tiene un asunto apremiante: sacar adelante su agenda legislativa a través del Pacto por México. Si no lo logra a más tardar abril de 2014 puede terminar su gestión con el mismo nivel de desempeño de sus antecesores panistas.
Si la agenda electoral se atravesó en las negociaciones, va a ceder lo más posible ante las exigencias del PAN y el PRD. Pero el retiro de Robles en este momento puede no ser fácilmente negociable. Más bien es un último recurso aunque ella no sea priista. Si cede en este momento la oposición puede alzar sus exigencias.
¿Cuándo deberá soltar Peña Nieto a Robles? Quizás sea una decisión que tenga que tomar hasta que haya algo importante que jugar electoralmente, rumbo a las intermedias de 2015.