¿Bichos en el espacio?

14/03/2013 - 12:00 am
Imagen tomada de la red.

Para mi amigo Javier

Recientemente, en las noticias astronómicas apareció publicada una fotografía que le dio la vuelta al mundo de un sujeto muy simpático que parece un diminuto oso de peluche y estaba destinado a visitar una de las lunas de Marte pero por fallas en la nave espacial, el viaje no pudo ser y volvió a la Tierra. El bicho fotografiado es un tardígrado, un animal minúsculo de menos de 1 mm. que pertenece al grupo hermano de los artrópodos que se separó de éstos hace millones de años y que se les conoce popularmente como “osos de agua”.

Los tardígrados son animales muy pequeños, van de 0.01 a 1 mm., que tienen un cuerpo globoso con cuatro pares de patas con uñas y un aparato bucal muy particular que pareciera aspiradora. Viven en ambientes acuáticos tanto marinos como de agua dulce, o semiacuáticos asociados a musgos y líquenes; al ser tan diminutos y no estar involucrados con alguna enfermedad del ser humano han sido poco estudiados. Se han descrito únicamente 930 especies de tardígrados en el mundo, de las cuales 150 son marinas, y en México tenemos 41, curiosamente varias especies son cosmopolitas, es decir, viven por todo el mundo.

Los ositos de agua son famosos entre los biólogos por soportar condiciones muy extremas. Se les ha encontrado en situaciones que van desde la congelación a -270ºC hasta temperaturas infernales de 150ºC y también se ha descubierto que son capaces de perder hasta el 99% del agua de su cuerpo y sobrevivir en un estado de latencia muy particular. Esta capacidad de sobrevivir en periodos de latencia se denomina criptobiosis y los tradígrados lo consiguen al disminuir su metabolismo al mínimo retrayendo sus patas y formando una especie de quiste, inclusive parecieran muertos. Cuando regresan condiciones ambientales más favorables pueden volver a la vida y realizar todas sus funciones: comer, crecer y reproducirse.

La latencia de los tardígrados puede durar decenas e inclusive centenas de años, por ejemplo en algunos especímenes de musgos guardados en un herbario de finales del siglo XIX se obtuvieron unas muestras de tardígrados que al entrar en contacto con agua volvieron a la vida, es decir organismos que vivieron durante el porfiriato volvieron a vivir como si nada hubiera sucedido en todo este tiempo, situación que pareciera de un cuento de ciencia ficción, pero no, son animales reales y viven en la Tierra. Debido a esta peculiaridad de criptobiosis no es sencillo determinar cuánto vive un tardígrado, sin embargo, si están en condiciones óptimas, se ha observado que las especies acuáticas viven entre tres y 30 meses mientras que las asociadas a musgos son mas longevas, y llegan a vivir hasta 12 años.

Dadas estas cualidades tan particulares se han realizado investigaciones para comprender cuáles son los mecanismos que utilizan que les permiten tales extremos.

El problema que tenemos la mayoría de los seres vivos con la congelación es que como nuestros cuerpos son agua en un porcentaje importante, el agua se congela y los cristales formados perforan las membranas celulares y nos morimos. En los tradígados se ha encontrado que tienen un azúcar llamado trehalosa que en conjunto con glicerol permiten, que a pesar de las bajas temperaturas, el agua que queda en el cuerpo no se congele, y que por lo tanto los bichos puedan sobrevivir. Estas mismas moléculas ayudan a soportar las temperaturas muy altas puesto que el agua interna no hierve y no hay daño en las estructuras celulares, en conjunto los tradígrados tienen un sistema de anticongelante muy efectivo.

Los hábitos alimenticios de los osos de agua son variados, hay herbívoros, depredadores y detritívoros, dependiendo del hábitat en cuestión podemos encontrar de todos los gremios.

Si tomamos en cuenta su tamaño y las condiciones que son capaces de soportar los tradígrados es muy posible que si haya de este tipo de bichos en el espacio, probablemente viajando como polizones en alguna nave espacial o resto de satélite.

Ek del Val de Gortari
Soy bióloga egresada de la UNAM y después realicé un doctorado en ecología en el Imperial College del Reino Unido. Actualmente trabajo en el Centro de Investigaciones en Ecosistemas de la UNAM en Morelia y coordino la Licenciatura en Ciencias Ambientales de la ENES-Morelia también de la UNAM. Dedico mis días a tratar de entender cómo funcionan las interacciones entre las plantas y los herbívoros que se las comen. Me gusta trabajar en las selva y también estoy interesada en entender como se modifican las interacciones entre especies cuando hay alteraciones en los ecosistemas, por lo que estoy trabajando en campos agrícolas y en ambientes restaurados. Considero que la visión que la ciencia aporta a la vida cotidiana es muy importante, por eso me gusta escribir textos de divulgación científica y procurar que un mayor número de gente conozca las maravillas que hemos aprendido y descubierto. En particular escribo sobre bichos porque son seres considerados abominables en el inconciente colectivo, que cuando nos detenemos un poco a observar y entender mejor, se vuelven maravillosos.
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