A unas horas de haber sido clausurado el XVI Congreso Latinoamericano de Nutrición en la Habana escribo esta reflexión sobre los resultados de la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición 2012 (ENSANUT). En el discurso final que brindó el Dr. Manuel Hernández, presidente saliente de la Sociedad Latinoamericana de Nutrición (SLAN), advirtió a los más de 1,600 profesionales de la nutrición de América Latina y el Caribe y expertos de otras naciones europeas y del norte del Continente Americano, que las enfermedades crónicas no transmisibles y, en especial, la obesidad y la diabetes, van a revertir el desarrollo de las naciones de la región, que se está viviendo una catástrofe silente. El ejemplo utilizado por el presidente de la SLAN fue la situación extrema que se vive en México. Entre los expertos internacionales se conocen ya los primeros datos de la ENSANUT 2012 de México que informa del crecimiento de 30% de la diabetes en solamente seis años. Se había proyectado que para el año 2025 habría 11.9 millones de mexicanos con diabetes. De acuerdo a la ENSANUT, hay más de seis millones de personas diagnosticadas con diabetes. Anteriormente, en 2006, se encontró que un 50% de las personas con diabetes no habían sido diagnosticados. Si está situación se mantiene, habremos llegado a alrededor de 12 millones de mexicanos con diabetes en 2012, en vez de en 2025.
Después de dos meses en que la Secretaría de Salud mantuvo en resguardo la ENSANUT 2012, ésta se dio a conocer. Tendrán que pasar algunos meses para que se procese toda la información contenida en esta encuesta y, en especial, los resultados de las muestras de sangre tomadas a decenas de miles de personas en todo el país y que nos podrán indicar el número de diabéticos no diagnosticados que existen en México. Así, podremos saber el total de diabéticos en este país (diagnosticados y no diagnosticados), que ya alcanza uno de los más altos índices en el mundo.
Como era de esperarse y lo advertimos en un reporte enviado a los medios de comunicación horas antes de darse a conocer la ENSANUT 2012, el secretario de Salud, Salomón Chestorivsky, trató de presentar el desaceleramiento en el crecimiento del sobrepeso y la obesidad como el resultado de las políticas públicas implementadas contra la obesidad. De igual manera, se esperaba que ConMéxico que agrupa a la industria procesadora de alimentos y bebidas, desde Coca y Pepsi hasta Kellog's y Nestlé, entre muchas otras, que dominan el mercado nacional e internacional, saliera a declarar que esto era el resultado del cambio en la composición de sus productos, resultado de su compromiso con la sociedad. Así es como Jaime Zabludovsky, al frente de ConMéxico, ha declarado que ya lograron detener la obesidad y que ahora el objetivo es revertirla. Sin embargo, no veremos que se revierta la obesidad por el contrario, las empresas buscan vender más y esto sólo es posible si la gente come más. La ecuación es sencilla: una persona obesa, para mantenerse en su peso, requiere un consumo calórico mucho mayor que una persona en peso normal. Un país de gordos demanda más comida y más calorías por persona, por eso el México obeso es el mejor negocio para las empresas de refrescos y comida chatarra.
Los políticos y los empresarios juegan con la tragedia a su conveniencia con el único fin de mantener sus privilegios. México no es el único país en el mundo que está experimentando esta “estabilización” de las cifras de sobrepeso y obesidad. Existe evidencia de calidad proveniente de diversos países, como Estados Unidos, España, Australia, China, Inglaterra, Francia, Nueva Zelanda, Suecia, Suiza, Países Bajos, Rusia, Groenlandia, Escocia y Reino Unido.
En el caso de México se han alcanzado cifras tan altas de sobrepeso y obesidad que es imposible que la velocidad de crecimiento siga siendo la misma que hace algunos años. Es decir, en 1988 la prevalencia de sobrepeso y obesidad en mujeres de 20 a 49 años fue de 34.5%, mientras que en el 2006 fue de 69.3%, por lo que la población susceptible a padecer sobrepeso u obesidad era mucho mayor hace algunos años. Actualmente ya son tantas las personas que padecen sobrepeso u obesidad que se dificulta mucho que las cifras sigan incrementando.
De acuerdo a la hipótesis de la saturación del equilibrio, la población susceptible a desarrollar sobrepeso u obesidad en su mayoría ya los ha desarrollado, hemos llegado al tope epidemiológico. La población remanente, en su mayoría no es susceptible a desarrollar sobrepeso u obesidad. Sólo queda un pequeño porcentaje de la población que es susceptible y aún no los ha desarrollado. Sin duda, este es el caso de México donde 7 de cada 10 adultos presenta sobrepeso u obesidad.
Hacer suponer que se ha logrado desacelerar el crecimiento del sobrepeso y obesidad a partir de las ‘políticas públicas’ impulsadas por el Acuerdo Nacional de Salud Alimentaria y de los compromisos empresariales, representa un grave riesgo tanto para la salud de la población como para las finanzas públicas. Esta interpretación puede llevar, como lo desea el secretario y las empresas procesadoras de alimentos y bebidas, a bloquear urgentes medidas regulatorias que han sido recomendadas por organismos internacionales para modificar el ambiente obesigénico.
La Organización Mundial de la Salud, la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico y la Relatoría Especial por el Derecho a la Alimentación de la ONU han llamado al gobierno mexicano a declarar emergencia nacional por la epidemia de obesidad que vive; estos organismos advirtieron que de no intervenir con medidas drásticas el país no será viable sanitaria y financieramente, por lo que han llamado a regular la publicidad de comida chatarra dirigida a la infancia, desarrollar etiquetados realmente útiles para los consumidores e imponer impuestos a los refrescos, entre otras medidas. Todas estas políticas públicas han demostrado tener éxito en diversos países.
Se requiere, más que nunca, que la política en salud pública esté dirigida por profesionales en la materia que se encuentren libres de conflicto de interés, para que trabajen en base a criterios científicos y la experiencia internacional, manteniendo como objetivo único la salud de la población.
El Dr. Manuel Hernández, en su discurso de cierre del Congreso Latinoamericano de Nutrición en la Habana, dijo: “Basta de diagnosticar la desgracia, debemos proponer soluciones. Cuando uno no se alinea a las políticas oficiales uno tiene problemas. Lo que se está haciendo contra la diabetes está mal”. El problema no es sólo que no se actúa para enfrentar la epidemia de sobrepeso y obesidad, también la incapacidad y manera de enfrentar la diabetes, una de sus consecuencias principales.
La catástrofe silente tiene su mayor expresión en México, donde medio millón de personas murieron por diabetes durante el sexenio de Calderón, 33% más que con Fox. Muchas muertes se hubieran evitado con una política efectiva que modificara el ambiente obesigénico que se ha creado en México por falta de regulaciones, por permitir a las empresas apoderarse de la alimentación y de los ambientes urbanos y rurales, de las escuelas, de los deseos y el paladar de los niños y las niñas. Muchas otras muertes se hubieran evitado si los diabéticos que reciben atención médica hubieran recibido una buena atención y si tuviéramos realmente un sistema de salud pública de cobertura universal, que incluyera la diálisis, que por no poderla pagar mueren decenas de miles de personas al año en nuestro país. En Cuba he podido platicar con médicos y pacientes diabéticos que dan testimonio de cómo pudieron dejar la insulina y tratamientos farmaceúticos a través de una dieta basada en productos no procesados, un tratamiento exitoso que están impulsando médicos cubanos y chinos. Sin embargo, esta alternativa es de bajo costo, no hay negocio para las grandes empresas y sería una amenaza para la industria farmaceútica, bajarían sus ganancias. Industria farmaceútica que patrocina, en varios países, a las agrupaciones de diabéticos.