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Jenaro Villamil

14/11/2012 - 4:19 pm

Caso Hendriks y Cinépolis, la Función Debe Continuar

El periódico La Razón sorprendió el lunes 12 con una historia digna de película de terror. Diez días antes de la publicación, el niño Hendrik Cuacuas, de 10 años, asistió con su padre Enrique y su hermano a la función de la película Ralph, el Demoledor, en la sala 2 de Cinépolis, en el complejo […]

El periódico La Razón sorprendió el lunes 12 con una historia digna de película de terror. Diez días antes de la publicación, el niño Hendrik Cuacuas, de 10 años, asistió con su padre Enrique y su hermano a la función de la película Ralph, el Demoledor, en la sala 2 de Cinépolis, en el complejo Plaza Ermita, de la delegación Iztapalapa, en la Ciudad de México.

Su padre se dio cuenta de que el niño comenzó a convulsionar. No se escuchó ninguna detonación, pero Hendrik había sido herido en la cabeza por una bala que llegó de un lugar extraño. Según un dictamen del Instituto de Ciencias Forenses del DF, antes el Semefo, la bala se alojó en el cráneo de Hendrik a “un metro aproximadamente de distancia”.

El relato del padre es conmovedor. Buscó la ayuda del personal de Cinépolis. No llegaron las ambulancias. Sacaron al menor en un carro y lo trasladaron al Hospital Regional de Zona de Iztapalapa. El menor de 10 años falleció.

Lo más impresionante de esta historia es que la función de cine nunca se suspendió. Ralph, el Demoledor siguió deleitando a los poco más de 270 asistentes a la película. ¿Acaso era demasiado grave que un niño de 10 años estuviera herido de bala en el cerebro para que interrumpieran la película? ¿Qué haría el gerente con tanto rembolso o con las palomitas y los refrescos que ya habían comprado los clientes?

La historia conmueve no sólo por el suceso extraño sino por la indiferencia circundante que nos habla de una enfermedad social muy extendida en estos tiempos de balazos, masacres e historias sanguinarias: ¿tan poco valor le estamos dando a la vida humana? ¿Es más importante siempre la imagen corporativa que la investigación profunda de los sucesos y la adopción de medidas preventivas y de protección civil? ¿Por qué existen contradicciones entre las versiones de la procuraduría capitalina y las primeras que fueron publicadas el lunes?

El suceso provocó una airada reacción entre los usuarios de Twitter, la red social más interactiva y con una gran carga emotiva de quienes se le fueron a la yugular a la empresa. El hashtag, #CinépolisisAsesino y otras referentes al lema de la compañía de entretenimiento generó una profunda preocupación por la imagen de Cinépolis, propiedad de Alejandro Ramírez y otros socios.

El director jurídico de Cinépolis, Pablo Jiménez, realizó una serie de entrevistas en medios electrónicos e impresos para dar la versión de los hechos. Admitió que en el traslado del menor al hospital no hubo contacto ni con las autoridades judiciales ni con los padres de Hendrik. Reconoció que han ocurrido otros incidentes preocupantes en la misma plaza.

En su comunicado corporativo, Cinépolis informó que en todo momento siguió un protocolo de emergencia. Llamaron a los teléfonos de la Cruz Roja para solicitar una ambulancia. Afirmaron que no tenían conocimiento del fallecimiento del menor hasta el pasado lunes y expresaron su solidaridad con la familia Cuacuas.

En las redes sociales, a partir del testimonio del propio padre, han circulado versiones sobre otros tres casos más, hasta ahora no confirmados, de incidentes en Plaza Ermita. Incluso, TV Azteca aventuró la hipótesis de que vecinos de una colonia aledaña, de Iztapalapa, suelen lanzar “disparos” hacia el centro comercial.

La PGJDF concluyó el 13 de noviembre que fue una “bala perdida” la que privó de la vida a Hendrik Cuacuas. Afirmó que, según el peritaje realizado en la sala 2, el disparo fue realizado desde el suroriente del complejo, atravesó el techo de fibra de vidrio y grosor de 12 centímetros para finalmente alojarse en el cerebro del menor de 10 años, en el asiento 16 de la fila G.

El subprocurador de Averiguaciones Previas de la misma procuraduría, Edmundo Garrido Osorio, negó que con anterioridad se hayan registrado incidentes similares en ese complejo de Cinépolis.

La única autoridad que parece haber tomado la lectura más grave del caso ha sido, hasta el momento, el delegado de Iztapalapa, Jesús Valencia, quien informó que a las 20 horas del 13 de noviembre determinó suspender actividades en las 11 salas de Cinépolis, porque hay incumplimiento con el programa de protección civil.

Valencia afirmó que entre las irregularidades encontradas destaca la falta de planos y manuales de distribución del área, salidas de evacuación, enfermería, así como constancia de capacitación a brigadistas, asuntos que Cinépolis deberá resolver para volver a dar el servicio.

En tanto, las versiones de que algo extraño sucede en torno a las instalaciones de Plaza Ermita y del complejo Cinépolis en esa zona, continúan publicándose. Reforma citó en su edición de este 14 de noviembre a trabajadores que pidieron el anonimato y revelaron que hace tres meses otro hombre fue herido en la pierna por una bala que también entró por el techo, pero en la sala 7.

“Siempre esto se maneja con mucha discreción, casi en todas las cadenas es un protocolo que se sigue”, mencionó un empleado del complejo, a los reporteros de la sección Ciudad de Reforma.

En otras palabras, la función debe continuar. ¿Para qué alterar la marca? Si lo mismo sucede en decenas de compañías de autobuses, en hospitales privados y públicos donde se mueren los sanos y se maltrata a los enfermos, ¿para qué hacer escándalo?

Es la tenebrosa historia de una bala perdida en medio de una indiferencia social creciente frente a la vida y el dolor ajenos.

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Jenaro Villamil
Reportero de Proceso, especialista en medios, editor de Homozapping.

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