Dallas/Fort Worth, Texas – Javier Sicilia, el poeta y periodista colaborador de la revista Proceso, realiza –como ampliamente se ha difundido– una peregrinación que culminará el 12 de septiembre en Washington
Esta semana llegó a Texas pero, desde que inició en California ha recibido de este lado de la frontera, decenas de alianzas y apoyo de organizaciones de derechos humanos y otros activismos.
El martes 21, Sicilia y sus aliados arribaron a El Paso, proseguirá por una parte del valle texano hasta llegar a San Antonio, después la avanzada llega (el día 25) a Austin, luego se dirigirá a Houston y posteriormente proseguirá su peregrinar hacia Nueva Orleans. Sicilia va al frente de la Caravana por la Paz exponiendo su mensaje sobre el dolor que causa la guerra contra las drogas y explicando por qué lo trae hasta esta zona que es destino final de las mismas.
A saber, en EE.UU. Sicilia ha multiplicado su denuncia: Le exige a Washington acabar dicha guerra, le reprocha que en este país no se altera el abasto de drogas porque acá la lucha simplemente no se da.
Es cierto, ni hay bajas entre los grandes capos que manejan el mercado de drogas, quienes no tienen identidad, aparentemente no existen. En EU se buscan a los de allá y desde acá se les persigue y ofrecen recompensas, pero el Chapo Guzmán (que es el más emblemático) acá no tiene a simple vista su contraparte.
Tampoco se hace mucho para bloquear el tráfico de armas hacia México, armas que son materia prima en manos de narcos para la citada guerra.
Y aunque de tanto en tanto la DEA hace redadas, atrapa a cientos, si usted quiere a miles, lo cierto es que son puros traficantes de menudeo, pandillas y otros adictos en los barrios minoritarios... le tapa, pues, el ojo al macho.
De igual manera, en efecto, poco hacen para que las armas de asalto dejen de ser vendidas y, en consecuencia, traficadas hacia México, propiciando la muerte, el luto y el dolor que la Caravana expone para crear conciencia de la magnitud del drama.
En México es bien sabido que la adicción a las drogas de los norteamericanos mantiene al sur de la frontera el caos y la violencia y la sangre. Ya no es novedad leerlo en los escritos de los especialistas, ni escucharlo en los discursos de los gobernantes y más bien ya es común que en los hogares lo discuten las familias.
En cambio en el norte la gente común no tiene una idea clara de ese terrible acontecer al sur de su frontera. Sin duda el gobierno lo sabe --al igual que quienes se benefician, qué duda puede caber-- pero la sociedad estadounidense, su gran mayoría, no tiene conciencia de ello, no lo sabe y no le importa, está tan condicionada a pensar --por lo general desde la ignorancia y/o la indiferencia-- que fuera de sus fronteras los problemas no son de ellos.
Sicilia con su andar llama la atención sobre esto y en sus exigencias, desde el luto, sobresale el llamado a la prudencia, a la reflexión, para ver que más allá de los muertos y los desaparecidos acaso podamos empezar a vislumbrar el fin de la multicitada guerra, ver la posibilidad de alcanzar la paz, de mantener a salvo los derechos humanos y retomar la cordura. Pero de manera binacional.
De pueblo a pueblo y, conectados, las exigencias se elevan y a la postre los gobiernos atienden.
De entrada la Caravana ya logró algo importante que a la larga tendrá repercusiones sociales, es decir, alcanzará el eco que hoy se busca. Me refiero a la comunión de los caravaneros con múltiples activistas latinos y representantes de migrantes mexicanos y latinoamericanos.
– HUFFPOST VOCES