Jenaro Villamil
25/07/2012 - 12:02 am
El Guasón Colectivo de la Gótica-USA
Bastaron 11 minutos de la primera comparecencia de James Holmes para que la trágica secuela de la masacre de 12 personas en Aurora, Colorado reviviera como fenómeno mediático y de opinión pública en todos los titulares de la prensa estadounidense y los medios masivos. Fiel al ícono de la “locura individual”, Holmes, de 24 años, […]
Bastaron 11 minutos de la primera comparecencia de James Holmes para que la trágica secuela de la masacre de 12 personas en Aurora, Colorado reviviera como fenómeno mediático y de opinión pública en todos los titulares de la prensa estadounidense y los medios masivos.
Fiel al ícono de la “locura individual”, Holmes, de 24 años, estudiante de posgrado de neurocirugía, apareció con la mirada extraviada, el pelo naranja, sin hacer ninguna declaración, en una mezcla de Dr. House y Guasón pelirrojo, a punto de un casting para otra película de los atormentados personajes de Christopher Nolan, el director de Batman, el Caballero de la Noche Asciende.
Lo subjetivo de la apariencia de Holmes no puede ocultar los datos concretos de su planeado brote psicótico: durante dos meses, este joven se hizo de un arsenal digno de un jefe de los Zetas. Destinó 15 mil dólares para comprar un rifle de asalto AR-15, un rifle recortado shotgun 580, una pistola Gluck de 5 milímetros, artefactos de gas lacrimógeno, una fuerte reserva de Napalm y más de 6 mil municiones adquiridas a través de Internet.
Como si fuera a comprar a Soriana o a Walmart, sin tarjeta de descuento priísta, Holmes hizo lo que muchos ciudadanos de la Gótica estadounidense hacen bajo el amparo de la Segunda Enmienda: armarse hasta los dientes, bajo el pretexto de que es un derecho constitucional.
El monopolio legítimo de la violencia que Max Weber teorizó para definir al Estado moderno se fractura a cada paso en la nación norteamericana. Aquí cada individuo se puede convertir en su propio Leviathán o, para estar a tono con la Batimanía, en un Guasón a punto de “sembrar el caos” como demostración de un individualismo feroz que sólo linda con lo “diabólico” –según el gobernador de Colorado– cuando ejerce la violencia sin ninguna razón aparente. ¿Se necesitan razones explícitas cuando las condiciones sociales permiten ejercer el instinto tanático sin límite alguno?
No es la locura individual de Holmes ni las escenas de violencia recurrentes en la industria hollywoodense las únicas causas para explicar esta nueva puesta en escena en la Gótica norteamericana. Es, como no se cansan en insistir los opositores, la Segunda Enmienda constitucional que permite a los ciudadanos americanos andar por la calle como Clint Eastwood en sus famosos filmes western.
Y a pesar de las evidencias, el presidente Barak Obama prefiere dar condolencias, decretar luto nacional por cinco días y evadir el debate sobre la prohibición de armas. A su vez, el republicano Mitt Romney pontifica: “Sigo creyendo que la Segunda Enmienda es el camino correcto para protegerse y defenderse y no creo que una nueva legislación cambie este tipo de tragedias”.
Lo peor es que buena parte de la población blanca, anglosajona y protestante estadounidense (Wasp por su acrónimo en inglés) cree a pie juntillas en estos discursos paralizantes de los defensores del derecho de los ciudadanos a armarse porque los enemigos siempre acechan la bonanza del pueblo predestinado.
Y para agregarle morbo a la historia criminológica de Holmes, el fiscal informó que dos horas antes de acudir al estreno de la última secuela de Batman, Holmes tomó Vicodin, un derivado del opio, que se volvió un sedante famoso gracias a que el Doctor House la utiliza en la serie de psicóticos sanadores más famosa de la televisión estadounidense.
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