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Javier Solórzano

09/07/2012 - 12:00 am

Para allá vamos

Tijuana está cada vez mejor y habría que preguntarse y preguntarles a sus habitantes qué es lo que andan haciendo. Hay muchas versiones sobre el por qué. La más acabada es que quien era el jefe de seguridad, Julián Leyzaola, quien por cierto ahora anda con las mismas tareas en Ciudad Juárez, no dio concesión […]

Tijuana está cada vez mejor y habría que preguntarse y preguntarles a sus habitantes qué es lo que andan haciendo. Hay muchas versiones sobre el por qué. La más acabada es que quien era el jefe de seguridad, Julián Leyzaola, quien por cierto ahora anda con las mismas tareas en Ciudad Juárez, no dio concesión alguna a los delincuentes sin importar el método para ello. Leyzaola llegó a Tijuana y se fue a vivir a los cuarteles. Lo intentaron matar varias veces y otras tantas lo amenazaron.

Retaba a los delincuentes en televisión. Les decía que iba tras ellos y que poco o nada le importaban las intimidaciones y que no le asustaban las amenazas y los atentados. Cuentan que en una ocasión, una banda trató de meterse a los cuarteles para matarlo con camionetas camuflajeadas, iguales a las del Ejército y la PF. Leyzaola apareció al día siguiente en la televisión local para “agradecerle” a los “malos” que lo hubieran intentado matar porque así, en medio de la refriega, la policía se pudo quedar con las camionetas, las cuales, dijo, les “hacían un poco de falta”.

A pesar del cuestionamiento de los métodos, los ciudadanos en lo general están mejor y, por decirlo de alguna manera, están agradecidos. Las organizaciones defensoras de los derechos humanos critican a Leyzaola, pero la gran paradoja es que si uno le pregunta a los ciudadanos en la calle, en el restaurante o a los siempre informados taxistas, en lo general se sienten mejor por poder salir a la calle cuando quieren, con quien quieren y a la hora que les venga en gana.

Con Leyzaola, la delincuencia sabía a que le tiraba. Al ex titular de seguridad de Tijuana poco o nada le importaban los derechos humanos de los delincuentes o de los presuntos responsables de algún delito. Iba tras ellos y no había de por medio un “se rinden” o cosa parecida; si en el camino se llevaba a un inocente, el deceso era considerado como parte de los  “gajes del oficio”. Se dice que en buena medida Tijuana está diferente por esta estrategia junto con el empuje de la gente. Esta fórmula ha producido que efectivamente la ciudad esté cada vez mejor. No es traspatio y de no ser por la famosa Avenida Revolución, que a estas alturas es más bien parte del folclore, la vieja idea de la Tijuana de los 80 y 90 es pasado.

Esto viene a cuento porque la estrategia de Leyzaola podría ser la estrategia de Peña Nieto en materia de seguridad. Una de las claves es la deshacerse de mandos medios del crimen organizado y no tener concesión alguna. Esta estrategia ya la perfiló el asesor de Peña Nieto en esta lides, el ex director de la policía colombiana, el general Óscar Naranjo. “Hay que acabar con los sicarios”, dijo en la conferencia de prensa de su presentación.

Si para allá vamos, estamos en línea directa de una gran paradoja en materia de seguridad. Los ciudadanos en la calle y en sus casas nos vamos a sentir mejor y más seguros, pero los derechos humanos y la protección que otorga el estado de derecho puede pasar a segundo plano o más bien no será reconocida. Parece que vamos directito para allá…

Javier Solórzano
Es periodista. Conductor de radio y televisión.

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