Las reformas a la Ley Federal de Competencia, en especial, el aumento de las multas por prácticas monopólicas, nos hacían suponer que comenzábamos a andar en el camino correcto para desmantelar el control monopólico de amplios mercados en el país y que tienen un muy alto costo para los mexicanos, tanto como consumidores, como ciudadanos: aumento en los precios de los productos y los servicios de entre 30 y 40%, mala calidad, e incluso, el secuestro de la democracia.
Los costos de la telefonía celular prepago, que es la dominante en México, establece que los más pobres paguen más por el servicio. Los costos de este servicio no hay que compararlos con el mercado en Latinoamérica donde las empresas se encuentran coludidas estableciendo altos precios, hay que compararlo con los costos en India o China. En India, donde el acceso a la telefonía celular se ha vinculado al crecimiento económico podemos encontrar costos del servicio diez veces por debajo del costo existente en México. La Comisión Federal de Competencia (COFECO) intentó establecer una multa multimillonaria a Telcel por prácticas anticompetitivas reincidentes, sin embargo, parte de sus comisionados evitaron que así fuera. Ahora COFECO permite la participación de Televisa en Iusacell argumentando que eso favorecerá la competencia en telefonía. Sin embargo, la existencia de otra empresa en el mercado de la telefonía no necesariamente significa competencia, pueden existir arreglos para no bajar las ganancias. De hecho, se logró que bajaran los costos de interconección, sin embargo, esta reducción en el costo fue únicamente para beneficio de las empresas telefónicas, no se expresó en una reducción en los costos del servicio para los consumidores.
La autorización de la participación de Televisa en Iusacell en pleno periodo electoral recuerda la aprobación de la Ley Televisa también en un periodo similar, regalos en una temporada en que la televisora tiene el mayor ejercicio del poder de aparecer y desaparecer a quien quiera. La competencia en telefonía, que supuestamente impulsa la decisión de COFECO de permitirá la participación de Televisa en Iusacell junto con TV Azteca, no tiene comparación alguna con el poder que se otorga al duopolio televisivo al convertirse en la práctica en un monopolio con mutuos intereses. Y el mayor impacto estará en la democracia.
Cuando se menciona la creación televisiva de un candidato, tanto la empresa como el partido que lo postulan lo niegan, hacen suponer que los ciudadanos no tenemos memoria. No existe audiencia mínimamente informada en México que no suscribiera la nota enviada desde la Embajada de los Estados Unidos a su gobierno comentando la construcción de esa candidatura desde Televisa. Tenemos que leer la nota filtrada por Wikileaks para recordar lo que un sinnúmero de noche y mañanas se veía en la pantalla televisiva: el noviazgo de telenovela en los programas de entretenimiento matutinos o la cobertura de los viajes al extranjero de un gobernador como si se trataran de un jefe de Estado. Televisa ha ido mucho más allá, gracias al poder que la administración de 12 años del PAN le ha continuado dando. Televisa pasó de ser un soldado del PRI, a convertir al presidente en un soldado de Televisa.
La imposición de los intereses fácticos, a partir del dominio de las grandes corporaciones, ya sea a través de sus dominios monopólicos o del peso de sus agrupaciones, como el Consejo Coordinador Empresarial, o del dominio de las agrupaciones sociales, como los sindicatos de Pemex o el SNTE, están provocando que graves problemas nacionales se conviertan en catástrofes. Estas fuerzas impiden desde el desarrollo de la democracia, la educación, la economía, hasta el desarrollo de las legislaciones necesarias para enfrentar los graves problemas de salud que afectan a la población mexicana.
El sistema político mexicano, en un proceso lento y atropellado de democratización, se encuentra en peligro. La alternancia en el gobierno federal puede llevar a retrocesos, a dar marcha atrás en los procesos de transparencia, de rendición de cuentas, de libertad en los medios de comunicación. El ingreso al Congreso de una veintena de personeros que conformarán la telebancada, reforzará la presencia de los intereses fácticos corporativos. Se agudizará el dominio de los legisladores por los intereses privados desplazando la representación de los intereses públicos. De supuestos representantes populares se convertirán en personeros cupulares. Pero todo tiene un costo.
Ningún candidato a la presidencia ha recibido la manifiesta oposición de la población como el candidato de la televisora. Felipe Calderón la recibió fuertemente de los seguidores de López Obrador y de muchos otros indignados por las campañas lanzadas en su contra desde el ex director de Coca-Cola, Vicente Fox, convertido en presidente, hasta por el Consejo Coordinador Empresarial, que no dudo en meterse y hacer campaña. Sin embargo, la expresión de rechazo al candidato de la Televisora es mucho más amplio que el que recibió FCH en 2006, y una muestra clara la dan los estudiantes de universidades públicas y privadas que se ha expresado en toda la República. Se quiso encasillar estas protestas en expresiones de seguidores de un partido político, pero de inmediato se demostró que no ha sido así.
La campaña del candidato de la televisión, por la forma en la que se ha hecho desde su inició, ha provocado ya una división de la sociedad y en ello tiene una profunda responsabilidad la televisora. La ambición de poder no mide las consecuencias de sus actos, se verá la agudización de los problemas nacionales de los que no podrán escapar. Esperemos que no sea así.