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Darío Ramírez

26/04/2012 - 12:02 am

Besos futboleros

Se comete una falta en los últimos minutos de un partido de futbol entre Puebla y América. Cobra el penalti Christian Benítez de manera correcta y pone al América adelante en el marcador. Festeja el gol con un simulacro de beso en la boca a su compañero Matías Vuoso. El beso de la victoria. Pocas […]

Se comete una falta en los últimos minutos de un partido de futbol entre Puebla y América. Cobra el penalti Christian Benítez de manera correcta y pone al América adelante en el marcador. Festeja el gol con un simulacro de beso en la boca a su compañero Matías Vuoso. El beso de la victoria. Pocas veces el América puede despertar algo bueno. En esta ocasión provoca orgullo ver el atrevimiento para festejar sin reparo el gol de esa manera por parte de sus jugadores. Un beso entre dos hombres en una de las actividades donde mayor machismo se reproduce: el futbol. El comentarista de la televisión no reparó en el beso, acertadamente mantuvo su comentario a lo deportivo.

Podría haberse quedado en el anecdotario de las celebraciones curiosas de nuestro folklórico futbol. De no ser porque la empresa privada encargada del espectáculo futbolero, la Federación Mexicana de Futbol (FEMEXFUT), a través del presidente de la H. Comisión Disciplinaria de esta empresa, Alfonso Sabater, se le ocurrió la poca brillante idea de afirmar ante medios de comunicación que recomendaría al club América que evite este tipo de celebraciones entre sus jugadores. Continuó el directivo afirmando “es por la imagen al público, a los niños, eso no lo podemos tomar como un buen ejemplo… es una forma de festejo no apropiada para el público”. Y por si no fuera poco, sentenció que revisarían la viabilidad de prohibir por reglamente esto tipo de celebraciones.

Algo está mal con el señor Sabater y sus compinches futboleros. Sus declaraciones denotan un claro tufo discriminador ante una puesta en escena con tintes homosexuales. ¿Por qué prohibir este tipo de celebraciones? ¿Por qué sería un mal ejemplo para menores? Claramente porque el señor Sabater piensa que besarse entre hombres está mal. Tan mal que los menores no deben de ver ese tipo de conductas (no vaya a ser que se les vaya a pegar por osmosis, seguramente pensó el directivo).

Detrás del comentario sabateriano se esconde –y no tan bien– una sociedad todavía discriminadora ante personas homosexuales, lesbianas y transgénero. Sigue arraigado en nuestra cultura la discriminación ante la libertad e igualdad de escoger la preferencia sexual y no ser alienado, maltratado, discriminador, golpeado, asesinado y un sinfín de posibles agresiones por una decisión personal.

El señor Sabater (macho futbolero) considera que el ejemplo que se debe dar a las jóvenes no pasa por explicar los derechos de las personas. La igualdad ante la ley y la prohibición constitucional de discriminar. Según su miopía es mejor prohibir semejantes muestras de afecto porque son “mal ejemplo”.  No es que el comentario sea importante (es más bien ignorante), pero sí da pie a revisar una vez más cómo andamos como sociedad en este terreno.

Según Ricardo Bucio, presidente del Conapred, “La discriminación se basa en un conjunto de estigmas inmerecidos, prejuicios desventajosos, estereotipos enraizados, y tabúes aceptados acríticamente. Comparte la sinrazón del machismo, la intolerancia religiosa, el racismo, el antisemitismo, la homofobia, el clasismo y la xenofobia. Disminuye la esperanza de vida, la protección contra los riesgos y el acceso a los servicios. Fortalece la intolerancia a la diversidad y facilita los abusos de la autoridad”. La lucha por la igualdad y la no discriminación se da en diversos ámbitos. En lo legal se han ganado importantes batallas ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Pero en otros ámbitos debemos de redoblar esfuerzos. Al final la posición debe de ser clara: El silencio de la sociedad perpetúan los ciclos discriminatorios.

Según la Encuesta Nacional sobre Discriminación en México, ha habido avances relevantes en el destierro de actitudes discriminadoras. Lo cual puede poner un gramo de optimismo en nuestro futuro. Sin embargo, algunos números nos aportan una radiografía fría de lo que existe en nuestra sociedad: cuatro de cada diez personas cree que las preferencias sexuales provocan divisiones en la sociedad; el 65% jóvenes entre 18-29 años creen que las parejas homosexuales no deben de adoptar menores; 43.7% no viviría con un homosexual en la misma casa (junto con personas con VIH-SIDA 35.5% y lesbianas 44%); 67.8% no se opone al matrimonio homosexual; sobre si es positivo que en la sociedad haya personas homosexuales y lesbianas solamente el 37.8% de jóvenes entre 18-29 lo considera positivo; en relación con si se debe de respetar sus preferencias la aceptación está por el 70%; el 52% cree que el principal problema de homosexuales y lesbianas es la discriminación; el 42.8% cree que las instituciones menos tolerantes son la policía y las instituciones religiosas, mientras que las más tolerantes son amigos 82.8% y la familia 75.5%. Estos números describen todavía el mucho camino por recorrer para erradicar la discriminación. Un beso en el futbol saca a relucir los todavía residuos de una cultura machista y discriminadora

El beso águila en tiempos electorales debe recordarnos la necesidad de decantar nuestro voto también por las posiciones sobre temas como la discriminación, matrimonio entre homosexuales, igualdad etcétera. Para los candidatos es más fácil tocar de refilón o no tocar en absoluto estos temas de manera abierta y transparente. Son temas tabú, según su miopía. Nuestro deber de ser seguir exigiendo definiciones (obviamente favorable a desterrar los problemas enunciados) en nuestra ya de por si pobre oferta política. Mientras tanto, que vengan más besos futboleros.

Darío Ramírez
Estudió Relaciones Internacionales en la Universidad Iberoamericana y Maestría en Derecho Internacional Público Internacional por la Universidad de Ámsterdam; es autor de numerosos artículos en materia de libertad de expresión, acceso a la información, medios de comunicación y derechos humanos. Ha publicado en El Universal, Emeequis y Gatopardo, entre otros lugares. Es profesor de periodismo. Trabajó en la Oficina del Alto Comisionado para Refugiados de las Naciones Unidas (ACNUR), en El Salvador, Honduras, Cuba, Belice, República Democrática del Congo y Angola dónde realizó trabajo humanitario, y fue el director de la organización Artículo 19.

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