El verdadero arranque de la campaña presidencial empieza el lunes. Las semanas anteriores, posteriores a ese híbrido llamado intercampañas, han servido para que los candidatos estiren las piernas y se suban al ring para darse sus rounds de sombra. Si alguien debió aprender algo estos días es Josefina Vázquez Mota. Si no se ha dado cuenta de sus tropiezos y la falta de coordinación en su campaña va estar más perdida de lo que se ve.

El incidente del jueves pasado en un pequeño restaurante en Tres Marías pudo ser evitado fácilmente. No es posible que no se haya preparado una avanzada que se hubiera adelantado para asegurar condiciones favorables al momento de la llegada de Josefina junto con la parafernalia que por lo general acompaña a los candidatos, trátese de quien se trate. Han querido en su desigual equipo minimizar lo ocurrido; sin embargo, si bien no es para tanto, el problema no es sólo que se hayan visto afectados un grupos de ciudadanos, es el caos que se ve desde fuera y dentro.

Josefina tiene que ser candidata y dejar a un lado su actitud de personaje “buena onda”. No le puede caer bien a todos y para avanzar debe dar un golpe en la mesa y no sólo cambiar o reestructurar su equipo de campaña. No basta con los muy anunciados cambios, tiene que dirigir ella misma la campaña como lo están haciendo sus adversarios, incluyendo a Quadri. Tiene que ponerse seria políticamente, no sonreír de todo como si esto fuera una especie de pasaporte hacia los votos. El hecho de que entre la insidia y la especulación, de la mano de los “dolidos” y derrotados, se ande jugueteado con la idea de su remplazo es el peor de los signos que puede tener su campaña.

El futuro se ve a contracorriente porque si bien en estos días los ciudadanos no hemos podido darnos cuenta realmente de a quienes tenemos enfrente, la ventaja de entre 15 y 20 puntos es muy amplia a lo que se suma que el PRI tiene un aparato que en las elecciones presidenciales de hace seis no tenía el PRD, en los tiempos en que López Obrador iba adelante de Calderón. El escenario se está acomodando para que Peña Nieto nade de pechito, dicho de otra manera, no arriesgue y siga en el confort electoral mientras el tiempo pasa.

Si Josefina no da un golpe importante, atractivo y llamativo para los ciudadanos en los próximos días difícilmente va a ganar. El cambio en su equipo es asunto de grillas internas y de “círculo rojo” y a la mayoría de los ciudadanos termina por darles lo mismo. Lo que el votante quiere ver es otra cosa y no si esta uno por otro. Buena parte de la población ya tiene la definición de su voto, la clave está en los indecisos. ¿Cómo se llega a la definición? Son muchos los factores, pero está demostrado que el estado de ánimo el día de la elección; los beneficios que puede obtener el ciudadano con uno u otro candidato; las historias personales; las historias con los gobiernos; y las actitudes e imagen de los candidatos determina el voto. A esto sumémosle las militancias partidarias que como bien se sabe tienen su dosis de irracionalidad.

Suponemos que en Los Pinos empiezan a percibir que Josefina está mucho más cerca de la derrota que de la victoria. Si la verdadera campaña empieza el lunes habrá que ver cómo regresó después de su turbulenta Semana Santa. Vázquez Mota está pagando su desigual inicio de campaña junto con una mala marca que trae. Nos referimos al PAN y al gobierno. Parte de sus spots y discursos hacen referencia a que es “diferente”. La pregunta es que quiere decir “diferente”. El único referente que tenemos es el gobierno panista.

Está metida en un problema mayor y va contracorriente. Su ventaja, a pesar de todo, es que todavía hay tiempo, pero es evidente que si no da un golpe pronto que le permita reposicionarse más vale que piensa desde ya qué va a hacer después del primero de julio porque por lo menos hoy su rumbo es la derrota.

Javier Solórzano

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Es periodista. Conductor de radio y televisión.

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