Días previos a la matanza de Acteal en Chiapas, el 22 de diciembre 1997, se insistía en que algo iba a pasar. El ambiente en la zona era tenso, ante lo que el gobierno estatal y federal hicieron mutis. Habitantes de la zona, observadores y varios religiosos alertaron una y otra vez. Se veía venir la violencia y el propio gobierno debió saberlo. Cinco días antes de la matanza, quien escribe estuvo en la zona. Los testimonios tenía un común denominador: “nos van a matar”.
Nadie imaginó que las cosas llegaran tan lejos. Las 45 personas muertas fueron la manifestación de odios históricos y del dejar pasar de la autoridad. Dejaron armarse a la gente con todo y que se les había alertado, insistimos, a través de muchas instancias y de los medios de comunicación. Diferentes artículos, reportajes y entrevistas reportaban sistemáticamente el estado de las cosas.
El origen del problema estaba en viejos conflictos los cuales se han enquistado de tal manera que pareciera que no hay forma de resolverlos. De hecho, muchos de los “motivos” por los cuales se dieron los hechos siguen de alguna u otra forma vigentes. La pobreza, la tierra, el cacicazgo, la impunidad, la falta de atención de las autoridades, el machismo, conflictos menores que crecen y motivan enfrentamientos sangrientos, son parte de la historia de Acteal y de muchas otras comunidades en el país.
¿Por qué la violencia llegó tan lejos en Acteal? ¿No se pudo evitar? ¿Por qué 45 muertos? ¿Quién es el responsable? Algunas de estas preguntas no son de fácil respuesta por la complejidad en la toma de decisiones, la delimitación de responsabilidades y el enquistamiento de conflictos que tienen años y en algunos casos, aunque parezca un exceso, siglos. Diferentes trabajos periodísticos y de investigación han ofrecido respuestas. Algunas, marcadas por una clara intención de hacer ver que la matanza fue algo grave local buscando exonerar a las autoridades, en tanto que otros han ido al centro del problema.
“Nadie nos va devolver a nuestros muertos, a nuestras esposas e hijos, pero lo que queremos es justicia”, nos dijo el viejo Don Juan que no fue a la iglesia ese día porque traía dolor de cabeza. ¿Tiene responsabilidades Ernesto Zedillo? No somos de la idea de que él es el responsable de la matanza. En la cadena de la toma de decisiones, muchos mandos hacen lo que les viene en gana. Es cuestión de revisar lo que pasó el 12 de diciembre pasado con los normalistas de Ayotzinapa en la Autopista del Sol para comprobar como las autoridades actúan impunemente para luego hacerse a un lado irresponsablemente e impunemente cambiando escenarios y versiones.
Ernesto Zedillo tiene una responsabilidad. Debió tener información de los servicios de inteligencia del estado de las cosas. ¿Cómo era posible que muchos tuviéramos información de una situación delicada, grave, tensa y al borde la violencia, y en el gobierno no lo supieran? Estos son los terrenos en donde las responsabilidades se delimitan. Insistimos, no es que Zedillo sea un genocida. Lo que pasa es que el gobierno, por obligación, debió atender y tener información sobre lo que pasaba en una zona de riesgo, y más con el antecedente de una situación que no estaba resuelta en Chiapas: la irrupción del EZLN. Era una zona de focos rojos. El Presidente; el secretario de Gobernación; la PGR; el gobernador del estado; la procuraduría local y el presidente municipal son algunas de las instancias que están directamente relacionadas con lo que pasó.
Si bien a lo largo de estos años se han ido delimitando responsabilidades a través de la acción de la justicia, hoy hemos entrado inevitablemente en las responsabilidades éticas y morales de quienes gobernaban en aquellos años.