Llegamos como a media mañana a Apatzingán. Desde que entramos a la recta que lleva de la carretera federal hasta la ciudad nos empezó a seguir una pick-up. Iba manejándola un joven al que no se le podía ver la cara porque la gorra le tapaba la frente y en algún sentido sus ojos, los cuales estaban metidos en sus lentes obscuros. No nos hizo ninguna seña para que nos detuviéramos o algo que se pudiera interpretar como intimidatorio. El hecho mismo de que nos siguiera ya era indicador de que supiéramos que ahí estaba.
El centro de Apatzingán tiene como todos los del país un kiosco, la particularidad de este es que está lleno de boleros. Uno de los edificios que da a la plaza había sido baleado dos días antes. Lo confundieron con un hotel que está a un costado, pasando la calle. Iban tras los federales y se ve que en medio de la noche no “se dieron cuenta de lo que estaban haciendo, la regaron”, nos dice juguetonamente uno de los varios boleros apostados en el centro de la ciudad. La balacera terminó por dejar agujeros en la pared de una estación de radio y una tienda de abarrotes. Sus dueños lo tomaron con optimismo, “menos mal que no iban por nosotros” nos dice la entrona dueña de la estación de radio local.
El joven, que no tenía más de 18 años, preguntó de buena manera por lo que estábamos haciendo urgiéndonos que nos fuéramos lo más pronto posible. Sin forzar mucho la conversación, el joven se explayó y nos contó su historia, similar a la de muchos jóvenes en el país. Que si ahora gana más dinero que antes; que si con lo que gana le puede pagar a su madre el IMSS; que si ahora ya tiene un arma y además, “viejas”; que si ahora tiene un radio de comunicaciones; que si ahora “ya es alguien”.
Evidentemente su vida ha cambiado. Las cosas son nuevas y sabe que está cerca de seguir subiendo en la escala de la organización de quien lo tiene contratado, se ve futuro, nos dice. Le preguntamos por la política, particularmente por las elecciones. No dice mucho, con el que llegue “se terminarán arreglando”.
Michoacán son muchos “michoacanes” al mismo tiempo. Cada ciudad tiene su dinámica propia. Prevalece el cardenismo, pero a partir de la candidatura de Luisa María Calderón ha crecido un singular panismo al cual obviamente se le relaciona con el Presidente. Habrá que ver si le alcanza. Dice el joven de Apatzingán que más vale que se “arreglen” porque si no es así las cosas se van a “poner peores”.
El domingo que viene son las elecciones. El asesinato del presidente municipal de La Piedad le ha dado un giro a la de por si inquietante elección. Las historias de los jóvenes de Apatzingán y de otros municipios no van a estar en las urnas. Poco o nada les importa a los candidatos. La lucha por el poder ha llegado al extremo en Michoacán. Se trata de ganar a como de lugar la última elección del año y la previa al obsesivo 2012. El Presidente no quiere que su hermana pierda, el PRD viene a la baja y el PRI está echando a andar la maquinaria en tanto que Apatzingán seguirá siendo vigilado, incluyendo el próximo domingo.